En 1930, el doctor Takashi Nagai, en ese entonces ateo (futuro sobreviviente de la bomba atómica de Nagasaki en 1945), visita a un sacerdote franciscano recién llegado a Japón: el futuro San Maximiliano Kolbe. Nagai nos cuenta:
“Cuando me estrechó la mano, comprendí que tenía fiebre y le pregunté: ¿Está usted enfermo? – ¡Examíneme! Me respondió con su luminosa sonrisa. Lo examiné y me alarmé: Padre, ¡es grave! Tiene usted los dos pulmones invadidos por ¡la tuberculosis! Imperturbable continuó diciendo: Gracias, Doctor, usted es un buen médico. Tanto en Roma como en Polonia excelentes médicos como usted, me dijeron lo mismo durante diez años. Reaccioné diciendo: ¿Cómo? ¿Durante diez años?
Este Caballero de la Inmaculada recorría el mundo, desde hacía varios años en un ¡grave estado físico! Yo, como médico, me encontraba frente a un increíble desafío de la ciencia. Y él continuaba estando activo y alegre con una gran disminución de sus pulmones y una fiebre continua. El Padre Kolbe me alargó el Rosario diciendo con una sonrisa – “¡Todo está él! ¡Todo está él!”
En 1934 Takashi Nagai solicitó el bautismo…
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