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Escritura creativa
para escritores creativos

 


TGIF

Thank God it's Friday (de newsletter). Me cuentan que pasaron dos semanas desde la última vez que les escribí y yo en su lugar siento que pasó una eternidad. De alguna forma, soy otra. Quizás tenga que ver con que volví a teñirme el pelo de colorado, reclamando así la personalidad explosiva que me gustaría creer que tengo (en realidad soy un budín de pan, pero reconocerse vulnerable demanda una fuerza que todavía no tengo), o con que mi planta tiene tallos nuevos, o con que volví a ver a mis amigos y por momentos sentí que la pandemia nunca existió, o con que acá en Inglaterra dejó de llover por días y días seguidos y yo logré florecer. Si tengo que ser sincera creo que tiene que ver, aunque me cueste aceptarlo, con que volví a focalizarme en eso que según los astrólogos y tarotistas es lo que vine a hacer al mundo: la escritura. Y sé que quizás para ustedes no tiene sentido que yo diga esto porque me leen acá escribiendo hace ya tres meses (tres meses!!), dando cátedra de cómo priorizar el arte y las pasiones. Si miramos los resultados, apilando los newsletters como trofeos de algo que pensé que no podía hacer y finalmente hice,  podemos decir que mi foco siempre estuvo puesto en esto, pero yo me conozco y sé qué hay en el fondo de mi alma. A las doce de la noche (o tres de la mañana) cuando por fin apago la luz y dejo de escaparme, yo imagino el mundo como quiero que sea. Ustedes no lo saben (cómo podrían?) pero durante estos tres meses nunca me dormí pensando en mí. Llámenlo mecanismo de defensa o procrastinación, yo lo llamo miedo. Voy a necesitar algunos párrafos introductorios para meterlos en el tema, como siempre, pero les prometo que al final se va a venir algo que va a interesarles. Porque soy ansiosa, les spoileo el tema de este newsletter: cómo escribir una novela y no sufrir en el intento.
Una vez, hace ya varios años, terminé hablando de mis planes de venir a Londres y ser una autora publicada con un chico del que estaba enamorada. Yo lloraba (por supuesto, yo siempre lloro) porque mis sueños se me hacían demasiado enormes, demasiado imposibles, demasiado y punto. La gente se sorprende cuando cuento que nunca tuve novio pero no saben que jamás me faltó un abrazo y la confianza de aquellos que veían en mí lo que yo no pude ver. Él me abrazó esa noche a la madrugada mientras dejábamos pasar los colectivos que nos iban a separar porque sabíamos que si nos íbamos de esa esquina no íbamos a volver a estar tan cerca. (No lo dijimos, pero teníamos razón. Después de esa noche las estrellas tuvieron que esperar dos años más para vernos agarrándonos de las manos, sosteniendo algo que nunca va a existir. (Me disculpan por lo dramático y me disculpará él por estar hablando de algo que ya se terminó hace rato. Si leen entre líneas, van a descubrir que sigo haciendo lo que dije que no quiero hacer más, que es usar el amor para dejar de pensar en mí. Es que siempre tuve que pensar en mí y a veces me agota. Y otras veces, como ésta, no sé si estoy lista para hacerme cargo. Siempre es más fácil hacerse cargo de la mitad de un algo compartido que del todo que es sólo nuestro.)) Pasó el 126 por quinta vez y yo me sequé las lágrimas negras de máscara de pestañas. Él me dijo que mis sueños eran enormes, pero que yo también lo era, y que seguro iba a poder conseguirlos.
Pasaron ya algunos años desde esa madrugada, pero yo sigo sintiéndome enana frente a la inmensidad que pretendo conseguir. A veces creo que la vida que quiero en realidad le toca a otros, que yo debería conformarme con lo que ya tengo que no es poco: amigos, familia, mis libros, tres plantas. Las palabras le dan vida a eso que queremos mantener dormido y cuando la palabra “enorme” se cruza por mi cabeza, yo me acuerdo de esa noche en la que me animé por fin a bajar la guardia y dejé de ser la persona optimista y sagitariana que se supone que tengo que ser y reconocí que no creo ser digna de eso que me quita el sueño. Es por eso que, cuando se hacen las tres de la mañana y yo no puedo dormirme, siempre elijo pensar en alguien más (que se quede tranquilo el chico del abrazo, por suerte hace rato que acepté su renuncia y no le pido que aparezca). Sueño con encuentros con aquellos que se fueron y esos que todavía no terminaron de llegar, imagino conversaciones y regalos que podría darme a mí misma pero espero que vengan de parte de ellos, me veo a través de sus ojos para sentirme mejor, porque sé que mis ojos me conocen y saben todo lo que me hace falta. Qué cambió en estas dos semanas, quizás se pregunten ustedes, y yo les puedo decir que a simple vista nada, pero en profundidad todo. Hace quince días que, antes de irme a dormir, imagino mis novelas apiladas en una biblioteca ajena, sueño con personas interesadas en saber cómo escribo, dibujo mis personajes como compañeros de alguien que se siente solo. Hace quince días que volví a creer que la novela todavía amorfa que vive en mi computadora va a ser algún día la preferida de alguien. Cuando empecé a escribir este newsletter, el archivo de word estaba intacto hacía un mes. En estas últimas dos semanas, me quedé hasta las dos de la mañana puliendo a mis personajes y sus aventuras. Nunca les diría que hagan lo que yo no hago y es por eso que recién ahora creo estar lista para hablarles no sólo de esas técnicas concretas que sé y aprendí sino de eso que siento y entendí escribiendo una misma historia durante los últimos años. No les voy a decir como escribir una BUENA novela, porque eso se logra con muchísimas reescrituras de un primer borrador. Voy a decirles cómo empezar, cómo lograr terminar ese primer borrador que les va a permitir soñar. ¿Están listos? Arrancamos.

Receta para escribir un novela sin sufrir

No sé como se supone que se tiene que escribir una novela, sólo sé cómo las escribo yo. Llevo escritas dos hasta la fecha, una que dudo que algún día vea la luz y una en la que tengo puestas todas mis energías. Las quiero inmensamente, las conozco mejor de lo que conozco los rincones de mi habitación y, sin embargo, cuando las vuelvo a leer me encuentro con cosas que no recordé haber escrito en algún momento. Si me preguntan cómo se vive al escribir una novela, me costaría decir algo malo. La gente cree que es un conjunto de sufrimiento y autoboicot, de sacrificio y esfuerzo. Si te gusta escribir, entonces terminar una novela va a ser divertido, emocionante, un desafío que se puede lograr y te deja satisfecha al final del día. Escribir novelas es lo mejor que me pasó en la vida y lo lindo es que si ustedes quieren, también pueden hacerlo.
 

La audiencia

 
Hace una semana hice una ronda de preguntas y respuestas en mi Instagram y me preguntaron sobre las expectativas de escribir buscando que te lean. Entiendo que todos escribimos para nosotros mismos, pero que mentiríamos si dijéramos que no queremos un público que disfrute nuestras palabras tanto como nosotros. Cuando yo la paso mal, es porque pienso en que quizás nadie me va a leer, que quizás mi historia es interesante pero yo no sé contarla, que incluso si consigo algún lector va a descartarme enseguida. Me imagino a mis escritores preferidos leyendo lo que yo escribo riéndose de mis ansias de intentar hacer algo decente, sí, así de dramático. Es horrible vivir así, no se lo deseo a nadie, y si tienen esas voces en su cabeza mientras escriben, dudo que logren terminar una novela sin destruir su espíritu en el camino. Pero esto es incoherente, deben estar pensando ustedes, porque hace un párrafo nomás les dije que yo soy muy feliz escribiendo y ahora les estoy describiendo un flagelo. La realidad es que yo sólo pienso en un público cuando edito y cuando edito, es porque la novela está terminada, y cuando la novela está terminada, es porque ya tuve mi cuota de felicidad. La primera novela que escribí me llevó dos años y la segunda seis meses. Situaciones diferentes, urgencias diferentes, pero el mismo entusiasmo. Si yo hubiese tenido que sufrir por dos años y medio, seguramente hubiese abandonado la escritura. Con esto no quiero desalentarlos, sino todo lo contrario. Acá va el primer concepto clave de escribir una novela:
lleva tiempo hacerlo y no hay recompensas aseguradas. Puede que terminen de escribir su novela, que la editen quince veces y que aún así nadie quiera leerlos. Segundo concepto importante: cabe la posibilidad de que nadie lea jamás lo que escriben. Me encantaría que fuese algo evitable, que existiesen pasos a seguir para asegurarse un buen recibimiento de parte de los lectores, pero la escritura no es un algoritmo. Si escriben buscando una recompensa, es hora de que suelten la birome y se metan en el mundo del trading. La recompensa es escribir, la recompensa es el disfrute de poner palabras juntas y descubrir que funcionan, la recompensa sale de ustedes.
Si les dijera que a mí no me importaba la opinión de nadie, estaría mintiendo. Creo que sin la motivación de darle mis historias a aunque sea una persona, jamás las hubiese terminado, pero elegir la persona que tenía que recibirlas incluso antes de empezar fue la mejor decisión que tomé. En 2014 mi abuela Clara tenía unos cuantos muchísimos años. 87 para ser exactos. No sabía cuánto tiempo le quedaba en la tierra (cinco años más, qué mujer de hierro) y la posibilidad de perderla antes de tiempo me aterraba. ¿Antes de qué tiempo? Antes de que ella supiera quién quiero ser. Cinco años antes había tenido que despedirme de mi abuelo, su esposo, y hasta el día de hoy me duele que él no conozca la mujer en la que me convertí y que me haya visto por última vez a mis 17, cuando ya había perdido la inocencia inimputable de la infancia y todavía estaba muy lejos de ser la Juana que hoy enorgullece a mi mamá. No iba a dejar que con mi abuela me pasara lo mismo. Es más, en el caso de Clara, era mi responsabilidad mostrarle de qué estaban hechos mis sueños. Ella tardó muchos años en dejar de pedirle a Dios que me trajera un novio para pasar a pedirle que me trajera un agente literario que me ayude a publicar mis historias. ¿Cómo no iba a devolverle semejante acto de fe con un borrador humilde y una historia esperanzadora? Así fue como escribí una historia de 26 capítulos sobre una chica llamada Clara (los homenajes se hacen en vida) que se iba muy lejos buscando sueños y escapando de las palomas. Cuando la vagancia empezaba a apoderarse de mí, pensaba en ella y esa promesa que le debía. Así que sí, obvio que pensaba en tener una devolución al final del camino, pero no era mi escritora favorita o el director de Penguin Random House. Saber que mis palabras iban a ser un regalo para mi abuela, que me quería y me aceptaba tal cual era, me hizo querer y aceptar mi novela tal cual es. Si algún día la edito para su publicación, me encontraré con todas mis inseguridades esperándome. Sacaré una espada y las mataré una por una. Voy a pasarla horrible y se va a sentir como un trabajo, pero no está mal, porque esa historia ya me hizo feliz antes. Por eso, mi primer consejo sería que
piensen en el final del trayecto desde el principio. Busquen a ese lector al que le quieran regalar su historia, escriban imaginando la sonrisa en su rostro, aspiren a impresionar a quien ya los ama. Van a ver cómo la experiencia fluye de una forma completamente diferente.
 

El proceso


Imaginaré ahora que encontraron su lector estrella y ya tienen cubierta la parte de esperar una recompensa que nunca va a llegar. ¿Qué sigue? Escribir. Mi forma de escribir mis novelas particularmente se dio siempre de la misma manera, tanto con las dos que terminé como con otras dos que tengo en proceso. Yo escribo siempre el primer capítulo para empezar a conversar con mis personajes. ¿Cómo hablan ellos? ¿Qué ven? ¿Dónde están? Cuando escribo ese capítulo, tengo muy poco conocimiento de la historia en su dimensión completa. Me permito tirarme de lleno a ese mundo para capturar la mayor cantidad de información posible. Tengo dos novelas empezadas de esa forma que nunca pude sentarme a escribir, pero sé que cuando tenga que hacerlo, el alma va a estar ahí, esperando.
Una vez que ese primer capítulo está vivo, respirando entre los archivos de mi computadora, empiezo a planear. Por lo general hago una lista de qué quiero que pase capítulo a capítulo (spoiler, cuando escribo jamás la respeto y termino haciendo lo que quiero) para sentir que de alguna manera entiendo a dónde voy. Esto me sirvió para evitar el bloqueo del escritor, que he sentido muy pocas veces. No es que yo sea superdotada, es que esforzarte durante una semana para planificar algo, mordiendo tus ganas de escribir, trae sus recompensas. Empezar a escribir un capítulo nuevo siempre es difícil, pero cuando sabés hacia donde va, la mitad del trabajo está hecho. Para esto se requiere también la flexibilidad sagitariana que me permite pegar un volantazo a lo último y meterme por un camino de tierra que no esperaba. Esto quizás les suene como un camino destinado a los huecos argumentativos y si es así, déjenme decirles que no se equivocan. El primer borrador de mis novelas es un desastre, pero ningún lector va a quedarse con el primer borrador. Denle al pobre ángel la posibilidad de fallar, la libertad de no bancarse un archivo y de contradecirse capítulo a capítulo. Pulir el desorden es problema del editor, no del escritor. (Más de esto en el próximo apartado). Pero sí, básicamente, ese es mi consejo sobre cómo empezar a escribir una novela. Planeen dejándose el lugar para fluir un poco, pero ayudando a su escritor perdido que no sabe para dónde ir. Puede que no les funcione, puede que planeen minuciosamente escena por escena o que por el contrario salten en paracaídas con cada giro. Eso es cuestión de cada uno. Yo no sé si algo funciona hasta que  lo hago, por eso no podría planear todo de antemano, y tampoco puedo ser del todo libre porque me quedaría en las diez mil palabras. Busquen su manera y ayúdense.
 

El después

 
El después también es el durante, porque nunca se termina de escribir. Cuando les dije que pulir es problema del editor, quizás respiraron creyendo que una vez que la novela está terminada ya no es responsabilidad de ustedes. Pues no, mi ciela. No saber editar es como no saber limpiar un inodoro. Sólo porque alguien puede hacerlo por ustedes no significa que puedan desentenderse. Además, ¿cómo van a asegurarse de que alguien más esté limpiando como corresponde si ustedes no saben lo que es limpiar como corresponde?  Yo no puedo explicar lo diferente que es un primer borrador del segundo, el segundo del tercero, el tercero del cuarto. Imaginemos por un segundo que una editorial se fascina con su primer manuscrito (algo que sucede quizás nunca, pero de vuelta, imaginemos). Recuerden que lo que la mayoría las editoriales quieren al final del día es ganar plata. Por eso, van a intentar hacer con su manuscrito algo que pueda ser vendido. Si ustedes no son conscientes de todas las fallas y virtudes que puede tener su novela, alguien externo puede terminar convenciéndolos de llevar su visión a un lado completamente diferente. Como siempre le digo a mis alumnos, es como llevar a tu mejor amiga a conocer al chico con el que estás saliendo inmediatamente después de la primera cita. Si ella ve algo que a vos no te llamó la atención y lo señala como negativo antes de que vos estés convencida de que realmente esa persona te gusta, vas a terminar dejándolo sin entender por qué. Así que, por una cuestión de integridad artística, les recomiendo que editen ustedes sus obras, que hagan su trabajo hasta el final, que se regalen realmente el libro que quieren escribir. Además, sin importar cuán convencidos estén cuando terminan un manuscrito de que en sus manos tienen un best seller, cuando lo vuelvan a leer en unos tres meses van a encontrar muchísimas cosas que quieren cambiar y mejorar. Seguro, sin ningún lugar a dudas, 100% confirmado. Recuerden que el punto de pasar meses o años escribiendo algo en su soledad absoluta es que eso que escriben sea lo que siempre soñaron escribir, no un punto medio facilista que cerraron a las apuradas porque ya necesitaban tener todo listo de una buena vez.

Su turno

Como siempre, ahora les toca a ustedes. El ejercicio del newsletter de hoy es simple y a la vez dificilísimo. Me gustaría que lo intentaran incluso aquellos que no escriben, o los que escriben cuentos y se sienten cómodos con esto. No porque yo crea que escribir una novela tiene que ser algo a lo que todos aspiren, si no porque la vida es muy corta como para no probar formas nuevas de ser feliz y realmente, escribir un primer capítulo es felicidad asegurada.
Primero que nada, quiero que piensen qué novela siempre quisieron leer y no encontraron. ¿De qué genero es? ¿Dónde transcurre? ¿Cómo se llama el personaje? Lo que yo sabía cuando escribí el primer capítulo de Clara fue que quería leer un libro sobre una chica de mi edad que se iba a vivir a Nueva York con su mejor amiga. Quería que superara a un chico que le había roto el corazón, quería que tuviese una mamá graciosa, quería que consiguiera todo lo que yo no podía conseguir. Y eso fue exactamente lo que escribí una noche de frío sentada en mi cama hasta que me dolieron los ojos.
Después, me gustaría que pensaran a quién van a mostrarle ese primer capítulo. Piensen en alguien que les va a decir que es increíble sin importar cuán malo sea. Yo le mandé ese primer capítulo a mi amiga Cecilia, porque hacía meses que veníamos leyendo fanfiction en Wattpad y sabía que algo tan soñador iba a gustarle sí o sí. Además, sé que ella siempre está de mi lado y que no quiere que yo sea excelente, sino feliz.  Es verdad que es recomendable escribir y no mostrarle el resultado a nadie hasta que no esté todo terminado, pero a veces sirve tener alguien que te esté molestando porque quiere saber qué carajo pasó entre Clara y Esteban. (Lo mismo que pasó entre Juana y el rugbier de quien les hablé hace varios newsletters, porque si algo me sobra es la autorreferencia.)
Por último, quiero que miren su agenda y se reserven unas horas para empezar este camino. Siempre digo que quince minutos al día es suficiente, pero me gustaría que probaran saltar con todo a este mar. Tengan una Coca Cola a mano, prendan una vela, avísenle a sus amigos que no están disponibles y empiecen a escribir. Mi recomendación es que escriban una escena en la que pase algo y que no se enrosquen intentando explicar contextos. Yo, por ejemplo, empecé escribiendo una discusión entre Clara y su mamá, tres días antes de que Clara se tomara el avión. Era más fácil que explicar cuántos hermanos eran, dónde vivían. Eso siempre pueden agregarlo después, cuando ya estén en el baile y puedan bailar.
Si siguieron mis pasos, van a tener el primer capítulo de algo. Ya verán ustedes si quieren seguirlo o no, si empiezan a planificar un poco o si con eso ya están conformes, pero al menos pueden hacer un tick en la lista de cosas que quieren hacer en su vida. Empezaron a escribir una novela. Los felicito!

*REDOBLANTES*

Hola fellow Juaniters! Acá reportándome. Soy Katerina Petrich (@_katelandia en tuiter), rosarina de 23 años, con muchísimos intereses pero ninguno tan grande como la literatura. La pandemia me aplastó el mejor momento del año: trabajar en las ferias del libro. Juana me invitó a descargar mi instinto librero en ustedes: vengo a recomendarles cositas hermosas.
La semana pasada Juana habló de la importancia de no limitarse a admirar los clásicos y buscar referentes que estén un poco más cerca nuestro. Por eso, les voy a acercar autores latinoamericanos contemporáneos. Creo que no hay nada más hermoso que soñar con que algún día vas a poder compartir un café con tu autor preferido, y si uno solo persigue escritores que murieron hace 50 años eso es bastante difícil.
Cuando Jua me pidió que piense en algunos títulos, me volví loca decidiendo que decirles. Pero elegí armar mi Dream Team de 3 autores, quienes creo que son la mejor carta de presentación cuando hablamos de narrativa latinoamericana actual. Si no los leyeron, búsquenlos. Si ya los leyeron, léanlos de nuevo, recomiéndenlos, preséntenselos a algún renegade que vive diciendo que sólo lee a norteamericanos o europeos porque todo lo de acá es una mierda.
Mis recomendaciones de hoy van a ser libros de cuentos, porque acá somos todos centenialls o millenialls y las novelas le exigen demasiado a nuestro corto rango de atención. También pueden encontrarlos en páginas de descargas de ebooks.

 

1)    Pájaros en la boca,  Samanta Schweblin

Hace un año fui a una conferencia de Samanta. Me la imaginaba enorme, inmensa y segura, como toda su prosa. Cuando se subió al escenario se puso pálida y dijo “Uy hay mucha gente. Yo no sé si puedo hacer esto jeje”. Y así me di cuenta de que la autora de este libro de cuentos increíble era mucho más parecida a cualquiera de nosotros de lo que creía. Los autores no viven en un olimpo, comiendo uvas y riéndose de los que intentamos escribir como nos sale, son nuestros vecinos, la amiga de un amigo, el cliente del mercadito de la esquina.
Esta colección de 22 cuentos es una montaña rusa de oscuridad y angustia. Perdón, me encanta el terror y mis recomendaciones no van a estar exentas.

 

2)    Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enriquez

Ah, Mariana. Mi idola, mi mujer. Las chicas del taller están hartísimas de escucharme hablar de ella. Ella misma, en esta conferencia, habla de cómo no puede reconocer a Silvina Ocampo o a Horacio Quiroga como influencias, porque simplemente vivieron muy lejos de su realidad. Les invito a buscar, como ella, referentes que sean más cercanos a ustedes.
Enríquez tiene una manera especial de encontrar el terror a la vuelta de la manzana. ¿Qué me importan los vampiros europeos y los poltergeist norteamericanos, si mi ciudad seguro está llena de ritos oscuros y magia negra? Este libro tiene once cuentos, entre ellos mi favorito, El chico sucio. Ah, chills, literal chills.

 


Hace unas semanas participé de una reunión virtual con ella, otro autor del que voy a hablar en un rato y 20 personas más. Me anime a prender el micrófono en Zoom y preguntarle cuales eran sus cuentos o libros de cuentos favoritos. Me miró  -o eso elijo creer- y dijo ‘Ah, debo tener algo por acá. Bancá que busco’ y manoteo Crónicas Marcianas de Bradbury y recomendó un cuento de Robert Aickman, Campanadas. Mandé a una de mis máximas referentes a buscar un libro. Me miró. Hay una gran fuente de esperanza en reconocer que tus ídolos también pueden llegar a conocerte.
 

3)    Cualquier libro que consigan de Andrés Neuman

Estaba trabajando en la feria del libro de Guadalajara cuando una señora mexicana que trabajaba para mi editorial favorita me dijo que le hacía acordar a un cuento de Andrés Neuman. ‘¿Quién?’ le dije. ‘Es argentino, ¿no lo conoces? Tomá, te lo regalo’ y me dio El fin de la lectura. Esa misma señora me dijo que si quería conocer el alma de un autor, siempre tenía que empezar leyendo sus cuentos cortos.
Me volvió loca. A diferencia de Samanta y Mariana, la magia de Neuman radica en el dominio extremo del lenguaje. Lo dobla y hace lo que quiere con él. Empecé a seguirlo, a recomendarlo. Ganador del premio Alfaguara de novela, profesor de letras la universidad de Granada. Sus libros de cuentos no se consiguen tan fácil, por eso no les detalle ninguno en el título. Lo que encuentren, sirve. Mis preferidos son El fin de la lectura y El que espera. También hay una novela cortita sobre dos recolectores de basura que se llama Bariloche.
Hace casi dos años Andrés Neuman me empezó a seguir en Twitter. A mí, que tuiteo fotos de gatitos y memes de bokita. Asumí con cierta desilusión que era solamente un CM que había seguido a la loca que lo arrobaba cada 4 días tirándole flores, y me olvide por completo de eso. La idea de que mi escritor favorito haya elegido seguirme era inconcebible.
Hace dos semanas, en la charla de zoom con Enríquez, también estaba Neuman. Me llega un mensaje privado en el chat. ‘Ver una cara conocida es la alegría de releer una buena página. Te mando un abrazo grande Kate! –Andrés’. Casi me agarra un nosequé. Mi escritor favorito sabe quién soy. SABE QUIEN SOY. POR TUITER!!!11!! Le contesté, le mandó un saludo a mi novio que se había acercado a ver mi escándalo –a él también lo seguía- y nos dijo que algún día se haría justicia y nos tomaríamos una copa, en Buenos Aires o en Granada.
A Andrés le preguntan todo el tiempo cuáles son sus influencias. Él contesta que espera no descubrirlo nunca, porque en realidad eso es decisión de nuestro inconsciente. Si uno decide que quiere escribir como tal escritor, se va a condicionar a repetir patrones y esquemas que no le pertenecen. Las influencias no se eligen. Como escritor, uno no puede hacer más que leer y nutrirse. Casarse con un solo autor es hasta peligroso. Una cosa es amar a alguien, y otra distinta deberle un favor.

Así que para ir cerrando, les digo que no se encasillen. La próxima les voy a traer un par de autores más del under latino. No dejen de leer a los clásicos, pero anímense a comprar ese libro del autor de su ciudad, de su país. Les aseguro que van a encontrar voces mucho más cercanas y familiares de lo que ustedes creen. Y tal vez, algún día, se los encuentren en la fila del supermercado.

Hasta la próxima

¿O no que Kate es una genia? Kate es una genia. Espero que les haya gustado su sección, que copié y pegué así como estaba porque ella la tiene clarísima y quién soy yo para editarla.
A mí me queda despedirme, no sin antes decirles algunas cosas:

1) Sí señores, es ese día del mes, volvimos a abrir No Estén Solos, el Tinder para conocer a su compañero creativo. ¿Cómo anotarse? Mediante este formulario. ¿Qué es? Un programa mediante el cual se les asigna un compañero para intercambiar mails y hablar de escritura, gatitos o One Direction, ustedes eligen. ¿Sirve?  Bueno, mejor que eso lo digan los participantes:

 

"Al principio me daba un poco de vergüenza porque no sabía con quién me iba a encontrar, o si le iba a gustar lo que escribía. Pero después de unos pocos mails, por suerte, encontramos muchas cosas en común y disfruté mucho el compartir recomendaciones, cosas que escribíamos, newsletters y hasta podcasts para escuchar :)"

Hannah C


"La idea de compartir con alguien lo que escribo y que esa persona haga lo mismo conmigo me encantó desde antes de recibir el primer mail. Poco a poco nos vamos conociendo, cada una va contando sus ideas, sueños, proyectos en torno a la temática de la escritura, sí, pero también de la vida en general, además de tener feedback de nuestros escritos. Mi compañera creativa, el newsletter y el taller de Juana están siendo mis mejores compañías de cuarentena, sin dudas. Qué bueno conectar con gente tan linda!"

Escritora Anónima

"Me encantó, siempre fantasee con la idea de mandarme cartas con un desconocido y nunca imaginé que iba a pasar en una cuarentena y además con el motivo de compartir algo tan bello como la escritura, además de poder acompañarnos en estos días que son una montaña rusa, gracias! 🖤"

Escritora Anónima

"En otras oportunidades tuve la experiencia de escribirme mails con gente desconocida. Y sin embargo, es la primera vez que logré encontrar no solo una compañera de escritura, sino a quien contarle hasta mis miserias más estúpidas y absurdas. Capaz tuve suerte, pero creo que es una experiencia que deberían atravesar todes les que sientan que en la escritura son sus versiones más auténticas. Y les aseguro que no solo van a encontrar con quién charlar sobre qué escribir, sino que también van a llevarse a alguien que les ayude si sienten solxs, perdidxs o tristes. Al menos eso es lo que siento que yo me estoy llevando: más que una simple experiencia virtual, me llevo una amiga."

Josefina T

"Recibir a mi compañera creativa fue un regalo hermoso. Creamos un espacio súper propio, nuestro e íntimo dónde nos permitimos sentir y decir libremente. Nosotras pusimos nuestras propias reglas y las reinventamos en cada momento. Complete el formulario de solicitud sin mucha idea de lo que buscaba o esperaba, la sorpresa fue gratificante. Gané una amiga y una compañera de arte."

Aldi C

 

2) En la última edición del newsletter les conté que se venía algo muy lindo que venimos planificando hace casi un año con mi amiga Paloma (colombaph). No Voy a Mentirte, nuestra historia contada a través de postales, ya está vivita y coleando. Pueden seguirnos haciendo click acá.

3) Por último, quiero agradecer de verdad por el entusiasmo que le ponen al newsletter y a los proyectos que les traigo. Mi idea es que esto siga creciendo y que más personas se animen a hacerse felices escribiendo. Los cupos para el taller de julio están llenísimos y tuve que habilitar una lista de espera (no lo puedo creer, estoy muy contenta por esto) pero más cupos se abrirán en agosto, así que los mantendré al tanto. Si se les ocurren cosas que querrían ver en este espacio, mi casilla siempre está abierta y acepto sugerencias. Hace una semana me reuní con una agente literaria que me obligó a terminar mi novela para poder ponerme en marcha y lograr que por fin se publique. Me gusta pensar que mi abuela Clara lo sabe y está contenta. Si pudiera hablar con ella, le diría que no hubiese sido posible volver a confiar en mis palabras si no tuviera un séquito de gente maravillosa leyéndome semana a semana.

De vuelta, gracias. Y gracias especiales a Kate por hacer de esto un lugar mejor :)

Nos vemos en un ratito,

Juani

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