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Soy Andrés Actis, un periodista rosarino suelto en Madrid, y estás por leer el envío #93 de un newsletter que intenta navegar entre dos orillas, las de Argentina y España, para vencer la desmemoria y el olvido. Si te gusta lo que escribo, reenvíalo. Y si te lo han reenviado, puedes suscribirte aquí.
 

Felipe González, el datero de la dictadura
 

Hace poco te conté el caso de Noemí Molfino, una militante de Montoneros que la dictadura secuestró en Perú y la trasladó a España para asesinarla: un grupo de tareas la hospedó en un hotel de Madrid, la envenenó y fingió una muerte accidental por un fallo cardíaco.
 
Aquella macabra operación fue posible por los vínculos de la patota de Videla y compañía con los resabios de la policía franquista. Pero aquellos nexos no fueron solo militares. También políticos, como lo devela la gran investigación del periodista uruguayo Danilo Albín -radicado en España-, redactor de Público.es.
 
La complicidad del Estado español con el terrorismo de Estado argentino tiene un rostro asociado a lo mejor de la socialdemocracia europea, el de Felipe González, el político que “consolidó la democracia” en la península. 
 
Según la investigación de Albín, el líder socialistas filtró datos a la dictadura argentina sobre las protestas en España por los desaparecidos. Acá la nota.

El 7 de noviembre de 1983, con la dictadura ya a punto de entregar el poder al presidente electo Raúl Alfonsín, el gobernador civil de Madrid, José María Rodríguez Colorado, se puso en contacto con la embajada argentina para avisarle de que empezarían a celebrarse concentraciones delante de la sede diplomática, que seguía a cargo de la dictadura.
 
En la carta se señalaba que "el delegado de Seguridad del Ayuntamiento de esta capital" había resuelto "conceder autorización a María Esther Argüelles Menéndez, quien en nombre de varias asociaciones de mujeres" había solicitado permiso "para llevar a cabo una concentración todos los primeros jueves de cada mes, a las 11 horas y con una duración de media hora, delante de esa embajada". 
 
Además de aportar el nombre de la mujer que había solicitado la correspondiente autorización en el ayuntamiento, el gobernador civil indicaba además que tenía como objetivo "solidarizarse con las Madres de la Plaza de Mayo".
 
En paralelo, el gobierno de Felipe González mantuvo contactos directos con la última cúpula militar de la dictadura para tratar de cerrar acuerdos a nivel diplomático

La documentación recabada por Albín en su investigación (Público.es)

Según la recopilación de fuentes que hizo Albín, el Ejecutivo que encabezaba González hizo gestiones ante el Ministerio de Exteriores de Argentina para conseguir el apoyo de los representantes de la dictadura a la hora de tratar de acceder a distintos organismos internacionales, siguiendo una lógica sencilla: si los representantes argentinos apoyaban a los diplomáticos españoles, este país haría lo mismo. Esto ocurrió al menos en seis ocasiones durante 1983.
 
Lo paradójico es que a días de revelarse esta información, Felipe González le concedió una entrevista al periódico argentino Clarín, en la que decía “querer mucho a Argentina” además de dar “consejos de buen estadista”.
 
“Sigo pensando que Argentina es un país con nuestra misma dimensión demográfica, con una extensión y unos recursos infinitamente mayores que los nuestros y equiparables, desde el punto de vista de la inteligencia, de la capacidad innovadora, de la preparación de la gente. Me da pena decirlo, pero hay un componente irracional porque yo quiero a Argentina: sigo pensando que Argentina es un país que con diez años de buen gobierno cambia su destino histórico. Se necesitan 40 años de buen gobierno. ¿Esa es la ventaja de Argentina? Sí. ¿Es también la fragilidad? Sí”
.

Ojalá que, en una próxima entrevista, algún colega le pregunte por aquellas cartas que su gobierno envío a los militares argentinos. Sería interesante escuchar la respuesta del gran demócrata
 
Esto es todo por hoy. Gracias por leer, nos reecontramos en el próximo envío. Si te gustó, reenvialo. Y si te lo han reenviado, suscríbete aquí.

Un abrazo, Andrés.
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