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María fue concebida en la mente divina como la primera de todas las criaturas e inmediatamente afluyó a ella el río de la Divinidad y sus atributos, en la medida en que lo exigía su dignidad de Madre y en la medida en que ella lo podía recibir.
La vi tan hermosa que, sin la luz de la fe, como san Dionisio el Areopagita, la habría tomado por una divinidad. Reconocí a su admirable Autor en su formación más que en todo el resto de la creación, porque ella sola posee más tesoros divinos que todas las demás criaturas juntas.
Al mismo tiempo, Dios decidió crear un lugar donde pudieran habitar el Verbo Encarnado y su Madre. Solo para ellos se resolvió la creación del cielo y la tierra con todo lo que encierran.
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