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Cuando escucho a la gente quejarse del frío en Buenos Aires (5º) me acuerdo de algo que me contó mi mamá sobre su infancia en Ucrania: hacía tanto frío que al despertar por la mañana encontraba la frazada cubierta de escarcha, dentro de la casa.


Si hay alguien aquí a quien no he insultado, le pido perdón.
—Johannes Brahms

 

Mi amiga I.G. vive en Estados Unidos desde hace mucho tiempo. Un día la joven que la ayudaba con las tareas de la casa fue a hacer las compras en el auto del marido de mi amiga, y lo chocó. Nadie salió lastimado pero el auto quedó destruido. Para colmo el seguro estaba vencido y la pérdida fue total. Cuando llegué de visita, como hacía de vez en cuando, mi amiga me comentó que vecinos y conocidos la paraban por la calle y le preguntaban siempre lo mismo: ¿La perdonó? Se referían a su marido, el dueño del auto; querían saber si perdonó a la joven por lo que había ocurrido. Quedé perpleja por la pregunta, igual que ella, sorprendidas ambas por la sólida presencia del concepto del perdón en una circunstancia tan aleatoria.

De pronto recordé una vieja anécdota ocurrida en Mar del Plata, en aquellas épocas de veraneos prolongados. Un conocido empresario le había prestado un lujoso auto a un amigo y éste lo chocó brutalmente. Muy afligido fue a ver al empresario y le contó lo sucedido. El empresario lo miró un momento y le dijo: “Qué macana, che, lo único que tengo ahora para ofrecerte es un jeep.”

 

Nunca llegué a leer Usted puede sanar su vida, de Louise Hay, el primer libro de autoayuda que se hizo famoso, el más exitoso de la historia en realidad, pero entiendo que giraba en torno del rescate de la autoestima. Sé que hago una gruesa simplificación pero en aquella época no se hablaba de otra cosa: esa transformación interior, alimentada por afirmaciones optimistas, llevaba de una u otra forma a la capacidad de perdonar. Seguramente —estoy adivinando— la autora se refería en primer término a perdonarse a uno mismo: el mismo concepto de “autoestima” permite conjeturarlo. La autoestima es un arma valiosa para andar por la vida sin mayores disgustos, pero una sobredosis puede deteriorar la capacidad de autocrítica y eso es peligroso.

 

Todas las religiones trabajan con la idea del perdón. El cristianismo sostiene que Dios todo lo perdona mientras haya un verdadero arrepentimiento. Para el islam también, Alá todo lo perdona salvo la devoción a otros dioses. El judaísmo le presta una especial atención al asunto con el Día del Perdón. Por supuesto se cuenta con el perdón de Dios, pero antes cada uno debe pedir perdón a quienes haya ofendido o perjudicado acá en la Tierra y no en el Cielo. Es un acto de humildad más difícil porque no se trata de un rezo (perdona nuestros pecados): hay que decirlo en voz alta y cara a cara con el ofendido. No siempre sale bien, me consta.

El perdón no ocupa entre nosotros un lugar especialmente protagónico más allá de la fórmula urbana de disculparse por una molestia menor. Pedir perdón como un acto consciente de contrición es otra cosa y no es un gesto habitual. Cuando surge algún problema es raro que el responsable pida perdón; por lo general se busca la manera de seguir adelante, suprimir el incidente, contar con la generosidad del otro, esperar que todo pase. Pedir perdón es difícil pero más difícil todavía es perdonar. Para poder perdonar se requiere una grandeza de espíritu genuina. Uno puede decir que perdona y seguir adelante como si nada. Pero algo sigue doliendo en algún lugar, hay una herida que tarda en cicatrizar. La única forma infalible de perdonar, creo yo, es el olvido.





Odio todo

No hay guía de teléfonos para los celulares. Lo entiendo: es personal y privado. ¿Cómo es posible entonces que recibas por tu celular promociones comerciales, propaganda política e intentos de estafa?





Palabras

La palabra perdón tiene otro significado bastante inesperado además del usual: es la gota de cera que se desprende ardiendo de una vela. Es rara pero existe.

 



 

Qué hay para ver

Vi dos series que tratan sobre viejos y jóvenes. Una muy buena, la otra no tanto. Hacks! es muy buena: Jean Smart es Deborah Vance, una veterana comediante que en pleno declive contrata a Ava (Hannah Einbinder), una joven guionista que fue despedida de su trabajo anterior por haber hecho un chiste incorrecto. La otra serie se llama Night Sky: con un toque de ciencia ficción, un matrimonio de muchos años vive en una vieja casona con la tristeza de haber perdido un hijo, pero guarda un antiguo secreto en su patio trasero: una puerta que los lleva a un planeta desconocido. Entre sus puntos de interés está la presencia de Sissy Spacek y la de J.K. Simmons, como los York, y la firma de Juan José Campanella en los dos primeros episodios. Luego Campanella desapareció del proyecto. El planeta desconocido e inexplorado, un joven de misteriosa aparición, una puerta similar a la de los York en el norte de la Argentina (?) van perdiendo consistencia a medida que la historia avanza, o mejor dicho, gira sobre sí misma.

Hacks! en cambio, es una fiesta de inteligencia y maldad, una radiografía del humor, un duro ejercicio de humildad, un registro de las novedades de la cultura y una nueva, divertida, conmovedora versión de la parábola del amo y el esclavo.

Lo mejor de Night Sky es el amor que se tienen los viejos. Sobre todo él, porque no solo es capaz de expresarlo cada vez que puede sino que tiene claro el hecho de que la ecuación no es simétrica. Y esto también lo dice. La serie se permite luego un final inexplicable, como si quisieran apagar la luz y salir corriendo.

El final de Hacks! en cambio, es extraordinario.




 

Estilo

La gente que entiende de ropa, especialmente de ropa masculina, le presta una esmerada atención al pañuelo de chaqueta. Como cualquier otra prenda, el pañuelo tiene sus leyes, sus diferentes estilos y un frondoso manual de indicaciones sobre a) cómo combinarlo (o no) con la corbata; b) qué colores elegir para distintas ocasiones; c) diferentes estilos, diseños y géneros; d) guías para realizar correctamente los pliegues y dobleces; e) cuidado y mantenimiento de la prenda: por ejemplo, cómo usar la plancha. Analizan las combinaciones posibles del pañuelo con la corbata, la camisa y la tela del traje. Registran el estilo conservador, el que llega a mitad de camino y el rocambolesco. En general desaprueban la combinación directa con la corbata; a lo sumo sugieren tomar uno de los colores de la corbata y desarrollarlo con otra proporción en el pañuelo. Realmente hay gente que ama lo que hace.



 

A propósito

Cuando se habla del perdón suele mencionarse la parábola del hijo pródigo, que figura en la Biblia (Evangelio de Lucas). Los teólogos han analizado cada detalle de la historia y concluyeron que el hijo menor y tarambana no vuelve arrepentido sino apurado por el hambre. Que es consciente de esto y por eso propone volver en condición de empleado. Que el hermano mayor, aunque exuda virtud, en realidad está muerto de celos. El único verdaderamente generoso y capaz de perdonar es el padre. Es una linda historia, un poco triste, y sigo sin entender por qué al hijo menor se lo considera pródigo si no prodiga más que disgustos. Los dejo entonces hasta la semana que viene, no quiero aburrirlos. Mientras tanto pueden visitar cuando gusten el club del Viejo Smoking. Es acá.

Tarea para el hogar:

Hacer limpieza en el mail.

Más difícil que limpiar la casa.

Hasta el domingo,

Cecilia

 

 

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