Es fácil simplificar y categorizar a Manchin y a otros políticos americanos como meros miembros de una élite avariciosa y ultraconservadora que, por medio del dinero y los lobbies, vive ajena a las cuestiones urgente de nuestro tiempo.
Pero lo cierto es que esos políticos tienen un robusto apoyo social que, independientemente de si pertenecen al partido demócrata o al republicano, se expande por todo el espectro ideológico.
El académico Matto Mildenberger lo ha analizado en el libro Carbon Captured: How Business and Labor Control Climate Politics. Su conclusión es que el poder de los políticos que se oponen a avances en materia climática reside en la “doble representación de los emisores de carbono”, es decir, en el apoyo que reciben de la izquierda (sindicatos y empleados vinculados al sector de los combustibles fósiles) y de la derecha (empresas y lobbies).
“En 1950 había en Virginia Occidental 120.000 trabajadores del sector del carbón; hoy son cerca de 13.000, menos del 2 por ciento de la fuerza laboral de ese estado,” escribe Mildenberger, que explica que una de las consecuencias indeseadas de esa transición fue el aumento de la pobreza, la obesidad, el consumo de drogas y la delincuencia en regiones carboneras.
En Europa, donde el Estado del bienestar cubre buena parte de las necesidades fundamentales de un ciudadano, es difícil entender que, para muchos condados y regiones petroleras o carboneras, la transición energética supone asomarse a un abismo: sin empleos no hay sanidad, educación superior para los hijos o plan de pensiones.
Por eso, a pesar de la evidencia de la ciencia y de la catástrofe en forma de eventos climáticos extremos, esas poblaciones se organizan y se echan en brazos de quienes les prometen que defenderán sus intereses. Manchin es uno de ellos; Trump, otro.
El diagnóstico de Mildenberger es similar al de otros observadores que han desmenuzado, por medio de análisis de datos y viajes sobre el terreno, la profunda endencia económica del gas y del petróleo para muchas poblaciones.
Esta semana hablé con Daniel Raimi, investigador de la organización Recursos para el Futuro. Raimi ha cuantificado la importancia del sector del petróleo, el gas y el carbón en otro aspecto crucial de la economía estadounidense: su presupuesto.
Esos tres sectores aportan conjuntamente unos 138.000 millones de dólares anuales a las arcas públicas en forma de impuestos, royalties y otras contribuciones. Es un dinero fundamental para sostener servicios sociales.
Pero lo que más me interesó del trabajo de Raimi fue su libro The Fracking Debate, sobre el auge y los riesgos de la revolución del fracking, una técnica altamente contaminante que, sin embargo, hizo que Estados Unidos pasara de importar a exportar hidrocarburos en apenas una década, transformando muchas áreas deprimidas del país.
Para escribirlo, Raimi viajó a 163 comunidades de 16 estados y entrevistó a cientos de personas, desde empleados a ejecutivos o ciudadanos comunes de la América petrolera.
“Mi visión en blanco y negro del sector cambió”, admitió durante una entrevista por teléfono.
“Incluso cuando la gente es consciente del daño que los combustibles fósiles hacen a sus comunidades, los beneficios económicos de esas industrias son a veces tan fuertes que la gente quiere seguir usándolos. No digo que sea la elección adecuada para la sociedad, pero es lo que vi,” me explicó. Uno de los ejemplos que citó fue el de Alaska, que traté en la newsletter de hace unas semanas.
“Hay algunos estados y comunidades que se están preparando para un futuro con menos demanda de gas y petróleo en el mundo. Pero no creo que sea la mayoría. Una de las razones es que estas comunidades han vivido muchas burbujas económicas que han estallado y, de alguna forma, aceptan esta volatilidad”, me dijo.
Pero sí percibió un cambio de mentalidad en las nuevas generaciones.
“Estudiantes que diez años atrás habrían cursado estudios de geología del petróleo hoy tienen menos interés y prefieren la ingeniería eléctrica, por ejemplo, y otras carreras que les permitirán participar en una economía más limpia”.