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Día 6: La Ecuación de la Santidad 

La Palabra de Dios

“Jesús dijo: ‘El Hijo del Hombre debe padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día. Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame’” (Lucas 9, 22-23).

La Vida de Kolbe

La Segunda Guerra Mundial había comenzado. En septiembre de 1939, la ciudad-convento fue atacada por tanques y bombardeada. Los nazis encarcelaron por primera vez a quien era el director de la organización editorial católica más importante de Polonia. Liberado milagrosamente, regresó a su querida ciudad, que estuvo a punto de ser destruida. La Ciudad de la Inmaculada dio cobijo a casi 3,000 refugiados polacos, judíos y alemanes. La Gestapo cerró entonces la Ciudad y volvió a detener al Padre Kolbe. Desde el 17 de febrero hasta el 28 de mayo de 1941, fue recluido en la prisión de Pawiak en Varsovia. Fue severamente golpeado porque se negó a negar a Cristo, y finalmente fue enviado a Auschwitz.

Se acercaba la corona roja que la Virgen le había presentado en su juventud. Con confianza y gratitud, puso en práctica la fórmula de santidad que proclamaba en sus conferencias sobre la obediencia: v = V, que significaba: “Si deseo lo que Dios desea, llegaré a ser santo”. Para llegar a ser santos, decía,
"nuestra voluntad debe ajustarse a la Voluntad de Dios”.

Cita de Maximiliano María Kolbe

"Piensa a menudo en el hecho de que toda tu grandeza, toda tu santidad y toda tu dignidad dependen únicamente del cumplimiento de la Voluntad de Dios; lo demás - la buena reputación, las riquezas, los placeres, las actividades, las conversaciones, las oraciones, las penitencias e incluso el martirio - no son nada, son una pérdida de tiempo, un pecado, si están fuera de la Voluntad de Dios."

Meditación

El Segundo Concilio Vaticano nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad, tal como decía la Florecilla (Santa Teresita de Lisieux), quien eligió utilizar el "ascensor del amor" que son los brazos de Jesús. Tenemos que convertirnos, implorando a María que el Espíritu cambie nuestros corazones para que queramos lo que Dios quiere. Pidámosle que una nuestra voluntad a la del Padre, y que nos coloque en el silencio amoroso de los corazones de Jesús y de María. Esto sólo se consigue mediante la obediencia, la humildad, la confianza y el amor. 

El Padre de Caussade, autor del célebre Abandono a la Divina Providencia, escribió: "La santidad de corazón es un simple fiat, una simple disposición de la voluntad que quiere estar en conformidad con la de Dios. ¿Qué puede ser más fácil? Pues ¿quién no puede amar una voluntad tan amable y tan buena? Y sólo por este amor, todo se vuelve divino". 

El Padre Kolbe estaba consciente de la brevedad de la vida. Exhortaba a sus hermanos a aprovechar el tiempo que les quedaba, pues sólo se vive una vez, por tanto, la tarea de la santidad es urgente: "Debemos ser santos, no a medias, sino totalmente, para la mayor gloria de la Inmaculada y a través de Ella, para la mayor gloria de Dios". 

Oración

Virgen María, fuiste responsable 
del crecimiento de Cristo en tu vientre: 
enséñanos a ser también responsables 
del crecimiento de Su Cuerpo Místico. 

Una espada de dolor atravesó tu corazón:
únenos a Jesús mientras llevamos nuestra cruz.
Camina con nosotros por el camino de la santidad, 
renueva nuestras reuniones de oración.
 
Haz de nosotros hombres y mujeres santos
en la misión de anunciar el Evangelio
con nuestros talentos y carismas.
Ábrenos a la plenitud del Espíritu. 

Amén.

Reza 10 Ave Marías

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