Copy

Harta(s) es un newsletter donde escribo y comparto ideas que me pregunto y pienso en torno a dos de mis mundos preferidos: filosofía y maternidad. Mi nombre es Florencia, estudié y me dedico a la filosofía y soy mamá de Sofía (sí, un poco obvio).

 

Todavía me acuerdo de esa vez que pasé vergüenza en el aula, frente al grado.

Qué lindo cuando el lenguaje nos teje esas trampas y se confunden las categorías. 


El día que pasé vergüenza

 

 

 

“Advertir y advertirse que hay algo en la mirada que puede ser atesorado.
Es control, pero también irradiación, sentido”.

Carlos Skliar, Lo dicho, lo escrito, lo ignorado.

 

 

La escuela "República de El Salvador" queda en la calle Artigas, en el barrio de Flores, y era mi escuela. En quinto grado, estaba la seño Dora, amada y odiada en partes iguales. Ella era exigente y por momentos, cuando nos portábamos mal, nos amenazaba con mandarle una nota a nuestros padres para avisarles.

Dora no era la típica maestra compinche, que hacía chistes o intentaba acercarse a los más jóvenes. Dora era Dora: seria, tosca y hasta malhumorada.

Quinto grado es un grado difícil. En mi caso, me empezaban a gustar algunos chicos y se volvía indispensable empezar a trazar una personalidad distinta a la de mi primera infancia. No quería ser tan chica como antes. Decía que me gustaba Pink Floyd porque también le gustaba al chico que me gustaba, Martín. O quería parecerme a Stefanía, la chica que tenía hermanas más grandes y hablaba de cosas que ni entendía en el recreo. 

Por eso, todavía me acuerdo la vergüenza que sentí cuando, por error, me equivoqué ese día. 

Estábamos en el aula, en plena prueba de matemática. Dora en una esquina, con anteojos puestos y cara de enojada. Todos prestando atención. Agustín era el único que intentaba copiarse pero el resto quería aprobar. Yo había estudiado muchísimo pero matemática siempre me costó entonces iba anotando algunas dudas al costado de la hoja. 

Jorge levantó la mano, Dora se acercó y con risa cómplice le dijo "muy bien, entendiste todo". Y yo miraba a Jorge y a Dora porque no entendía siquiera de qué estaban hablando. 

Lo imité y levanté la mano. Dora, desde su lugar, me dijo: "decime, ¿qué necesitás?". 
"No entiendo el ejercicio cinco, ¿tengo que multiplicar acá?", le pregunté. 
Y Dora dijo algo que entendí por primera vez, y además me miro también de forma cómplice. 
"Gracias, mamá", le contesté. 

Sí, le dije mamá. Todavía me acuerdo la vergüenza que sentí cuando, por error, le dije mamá a Dora. Equivocarse de semejante manera sólo podía significar dos cosas: o que querías mucho a tu mamá (tanto como para nombrarla en la hora de colegio), o que querías mucho a la señorita (tanto como para decirle mamá). 

Ahí me di cuenta que quería mucho a la señorita Dora, por más tosca o fría que parecía ser. En ese momento, me puse roja y me corregí rápidamente "ja, seño". Porque reconocer que llegué a querer a una maestra tanto como a mi mamá me llenaba de timidez. Era admitir, frente al resto del grado, que tenía sentimientos amorosos hacia alguien que nos enseñaba cosas. 

Sin embargo, ese día pasó algo todavía más interesante y fue ver las reacciones de los demás compañeros al escuchar el “mamá”. Se rieron, pero sintiéndose parte de mi error. ¿Porque quién no le dijo alguna vez “mamá” a una docente? 

Cuando un chico le dice “mamá” a una maestra lo hace porque está confiando. Porque encontró algo en ese docente que no siempre es fácil de hallar: una voz, una pista, una escucha. 

El problema con los maestros es que la mayoría de las veces son reconocidos a destiempo. Porque el tiempo del aprendizaje no obedece siempre al tiempo cronológico. Porque algunos descubrimientos llegan muchos años después, de forma inesperada.

¿Por qué podemos tener ídolos y declarar su amor por ellos y no nos animamos a hacerlo con un docente? ¿Cuántas cosas aprendimos gracias a esos docentes transformadores?

Por eso, me gusta cuando las categorías se piensan a contaminar. Cuando no es cierto que madre hay una sola porque muchas otras personas nos han maternado todos los días con sus acciones.  

Maternar como una acción que puede extenderse, que puede prolongarse, que puede durar un poco más y abrirse a tantas personas quieran. Pensar la acción de maternar desde el cuidado y la necesidad de dependencia que tenemos las personas. 

Sentirme maternada por otras personas que no son mi madre me permitió reconocer el amor y el cuidado que recibí de parte de mis maestros, amigos, abuelos, profesores, gente con la que me crucé en momentos insólitos y estuvo ahí para cuidarme. 

Me gusta, como plantea Carolina del Olmo, pensar la idea de una maternidad que pueda circular, que sea distribuible. “Imaginar la posibilidad de repartir o propagar una experiencia radical de la vulnerabilidad y el cuidado, que nos haga salir del ensimismamiento individualista o familiar y entender en todo su alcance lo que significa ser dependientes”. 

Se acerca el día del maestro y yo les agradezco a aquellos y aquellas con los que me crucé y que hicieron que la vida valiera la pena un poco más. A ellos, un poco docentes y un poco madres, gracias.
  



Queridos mapadres y cuidadores:

¿Cómo están? Espero que bien. Este domingo es el día del maestro y, como docente que soy, no puedo pasar esta fecha sin hacer mi pequeño reconocimiento a ellos y ellas. 

Algunos recursos que me gustan para pensar la educación y la tarea docente:

 
¿Cuáles fueron esos docentes maravillosos? ¿Recuerdan alguno o alguna? ¿Pueden identificar alguna situación que haya sido transformadora para ustedes? ¡Me encantaría conocer sus experiencias!

Cambiando de tema, tengo una invitación para hacerles a todas las personas que estén en Rosario ¡y alrededores! Voy a estar viajando este fin de semana a hacer tres actividades, una más linda que otra. 

Junto a la filósofa Belén Campero vamos a estar dando un taller vivencial sobre maternidades dirigido a cualquier persona que le interese pensar y filosofar un sábado a media mañana -pla na zo-. 

A las 15 hs, ¡presento ¿Y vos qué pensás? en la Feria del Libro! Junto al filósofo Matías Moscardi, estaré en la mesa de Preguntas para pensar: filosofía e infancia.

Y, por último, a las 18 hs, mesa de Maternidad en tensión con los grosos de Juan Sklar, Rosario Spina y Robertita. 

Estoy muy feliz de poder viajar y conversar con tantos colegas que admiro. A quienes estén por esos pagos, están invitadísimos y sería hermoso verlos allá. 

Aprovecho también para dejarles dos participaciones que disfruté mucho de hacer:

La semana pasada estuve de invitada en Café del día, el programa de Nicolás Artusi, en el que hablé del libro. Me encantó la experiencia, me dieron ganas de ser panelista de Intrusos pero no sé cuan afín será a la filosofía y las infancias, jaja.
 
Y ayer participé del programa de Darío Sztajnszrajber, Demasiado Humano, respondiendo a la pregunta de si es posible enseñar filosofía. Mis habilidades para editar videos no son muy buenas, pero estoy desde el minuto 32 a 36


Ok, vayamos cerrando. 

Gracias por leer del otro lado. Ya saben que hacen crecer a estos correos compartiéndolos en redes sociales (¡y etiquetándome!) o reenviándoselo a otros mapadres y cuidadores

Para proponerme nuevos temas, pueden escribirme acá o responder directamente a este mail. 

Si quieren recibir correos extras, tener descuentos en mis talleres y beneficios de la comunidattt emprendedora, los y las invito a unirse al Club Harta(s)

Si quieren leer mi libro ¿Y vos qué pensás? acá encuentran un fragmento y acá tienen todos los datos para conseguirlo en versión en papel o digital. Librenta lo tiene con un 10% OFF así que está a re buen precio. 

Bueno, la seguimos la próxima.
¡Gracias por leer del otro lado!
¡Les mando un súper abrazo!
F.
Instagram
Website
Email
LinkedIn
Si ya no quisieras recibir estos correos, acá podés desuscribirte.