Para Moll “la metáfora de la nube ha hecho mucho daño”, porque precisamente solo relacionamos Internet con los dispositivos que vemos. Pero el consumo es enorme al mismo tiempo que invisible e intangible.
Según les expertes, una de las mayores huellas de CO2 en la actualidad es resultado de la transferencia de datos y la mayor parte corresponde a las imágenes en movimiento: los videos necesitan enormes cantidades de datos para viajar por la red. Durante el 2020, el streaming, por ejemplo, significó más del 80% del total del tráfico de datos. Los números asustan: la transmisión en plataformas como Netflix contribuye con hasta 4.120 toneladas de emisiones de dióxido de carbono por minuto; mientras que YouTube, por otro lado, emite unas 4.2 toneladas también por minuto.
Al streaming se suman las videollamadas. “Solo una hora de videoconferencia emite entre 150 y 1.000 gramos de dióxido de carbono. Por comparar, cuatro litros de gasolina quemados por un automóvil emiten cerca de nueve gramos”, afirman en el artículo, y agregan: “Además de la emisión de dióxido de carbono, esa hora de videollamada requiere entre dos y doce litros de agua”.
¿Qué significa esto? Bueno, toda la información en línea que se transmite a través de Internet se encuentra almacenada en centros de datos que están activos las 24 horas y el mantenimiento energético de esas estructuras -que son físicas, no es ninguna nube - implica también un consumo de agua y tierra. “El uso global de Internet podría implicar 2,6 billones de litros de agua al año (considerando el valor medio). Esto se debe al agua utilizada para producir la electricidad que hace funcionar los centros de datos y las redes de transmisión”, informa a SINC Renée Obringer, investigadora posdoctoral en National Socio-Environmental Synthesis Center (SESYNC) en Estados Unidos.
Parte de la huella de carbono total de Internet también se atribuye al diseño de un sitio web donde el uso de imágenes y videos de alta calidad aumentaron de manera contundente. Así, de 2010 a 2020 el peso promedio de una página web en su versión de escritorio pasó de 500 Kb a más de 2 MG. En las versiones móviles el peso es mayor. En ese sentido, en el último tiempo surgieron movimientos como el Sustainable Web Manifesto, que luchan por aplicar cierta eficiencia al diseño de Internet, la contratación de hosting certificados por su uso de energías renovables, o la búsqueda de un diseño menos sobrecargado de manera de paliar la contaminación que genera.
Pero ¿es posible reducir el impacto de Internet en el ambiente? “Nuestros resultados demuestran que la huella ambiental de Internet puede ser bastante grande, pero se puede mitigar”, sostiene Obringer. Joana Moll, un poco más escéptica, dice que “por mucho que hagamos nosotros, no va a servir para nada a menos que se haga en masa. Esto es a nivel de políticas públicas. Es un problema sistémico”.
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