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Sara vuelve a ver a sus hijas dos años y cuatro meses después de que la Justicia se las arrebatase
 Durante la hora que ha durado el encuentro, Sara ha jugado con las niñas y
le han faltado palabras para expresar la felicidad de tenerlas cerca otra vez

Una veintena de mujeres de diversos colectivos la han acompañado tras la visita, demostrando la existencia de una red de reparación, sororidad y apoyo real entre mujeres que va más allá de la campaña #MamáEstáCastigada
02/08/2021

Tras dos años y cuatro meses sin poder ver a sus hijas, este domingo 1 de agosto Sara pudo reencontrarse con ellas durante una hora en el Punto de Encuentro Familiar de Mérida. Desde abril de 2019, cuando la Justicia se las arrancó en medio de un proceso legal plagado de errores, su expareja no había permitido que estableciese ningún contacto con ellas.

Durante los 60 minutos que ha durado el encuentro, Sara ha jugado con las niñas y le han faltado palabras para expresar la felicidad de tenerlas cerca otra vez. Una veintena de mujeres acompañaron a Sara después de la visita para ofrecerle apoyo tras un momento tan esperado e intenso. Entre ellas, varias compañeras de la campaña #MamáEstáCastigada y de otras organizaciones feministas como Fademur, Mérida Violeta y el colectivo Mujeres Sembrando, que ha ofrecido su sede –cercana al Punto de Encuentro– para que las mujeres puedan reunirse y mantener esta red de reparación y sororidad en las siguientes visitas.

Este primer encuentro llega más de un mes después de que el Juzgado de Primera Instancia nº 1 de Zafra emitiese una sentencia dolorosa e injusta que concedía la guarda y custodia definitiva de las niñas a su expareja, y que establecía unas medidas limitadísimas para que Sara y las niñas puedan recuperar el contacto. En estas visitas, de una hora semanal, cada palabra y cada movimiento será controlado por el personal del centro.

Pese a que la sentencia señalaba la urgencia de rehacer el vínculo entre Sara y las niñas, el juzgado ha tardado cinco semanas en oficiar el Punto de Encuentro y comunicar al Servicio de Infancia y Familias las medidas adoptadas. La providencia necesaria para ello, por ejemplo, se ha enviado a través de correo postal en vez de hacerlo por fax: un detalle que puede parecer irrelevante, pero que no lo es para alguien que cuenta los días, las horas y los minutos para reencontrarse con sus hijas.

Durante los próximos seis meses, Sara solo podrá ver a las niñas una vez por semana. Si el sistema considera que el proceso es “satisfactorio”, pasará a verlas dos días por semana. Este régimen de visitas nos parece leonino, como ya señalamos tras conocer la sentencia, y supone un camino lleno de obstáculos para restablecer el vínculo materno. Además, la decisión judicial imponía condiciones surrealistas como “el seguimiento de ambos progenitores de una terapia familiar que supere la hostilidad existente” y permita la apertura de “cauces de comunicación saludables” con el hombre que, durante años, ha impedido que vea a las niñas, pese a que no existía ninguna orden de incomunicación ni de alejamiento.

El domingo fue un día triste y feliz al mismo tiempo. La hora compartida con las niñas, la posibilidad de abrazarlas al fin, es el comienzo de un largo proceso de reparación para las tres. Pero nada les devolverá el tiempo arrebatado ni hará desaparecer el daño de una tortura judicial que empezó en 2016 y las separó en 2019. En las próximas semanas, el equipo legal de Sara estudiará la posibilidad de recurrir la sentencia sobre la guarda y custodia definitiva de las niñas.

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