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Hace más de 15 años yo vivía en Madrid.

Y cuando llegaban estas fechas... qué horror.

Qué calor.

Ese cemento que echa fuego, ese aire que no circula, esas noches que no llegan a refrescar...

Así que, en cuanto tenía la oportunidad de las vacaciones, salía escopetado rumbo al norte.

Cantabria era mi destino. Esas praderas, esas montañas, esas playas, ese mar.

Y esos veintipocos grados de temperatura durante el día, y ese fresquito nocturno.

Cuando pasaban los días, y se acercaba el momento de regresar, yo solo pensaba: "no quiero volver".

Y no era solo por el calor.

Era por la muchedumbre. Por el ritmo de la ciudad. Por trabajar en un rascacielos. Por los atascos, y las horas perdidas en desplazamientos cada semana. Por un estilo de vida que no quería.

Yo miraba alrededor y pensaba: "aquí, en este pueblo de Cantabria, hay gente que vive todo el año. Que no necesita un trabajo de postín, ni vivir en la capital, para llevar una vida apacible".

Ése era el pensamiento con el que me despedía de mi lugar de vacaciones y volvía, atascazo mediante, a Madrid. 

Y sí, sabía que no es lo mismo el invierno que el verano. Que si las praderas estaban verdes en agosto es porque el resto del año llovería mucho. Que a lo mejor la vida no era tan bonita como yo la podía imaginar (ya te he hablado de las fantasías escapistas, ¿verdad?).

Pero cada año volvía ese runrún.

Hasta que un año todo cambió. Tomé (tomamos) la decisión de irnos de Madrid. De cambiar de vida. De irnos a un pueblo que no está tan al norte, pero que desde luego no es la capital del país (ni la capital de una provincia). De intentar algo distinto.

Desde entonces las vacaciones son otra cosa.

Eso no quiere decir que mi vida sea perfecta. Ni que me alegre del final de las vacaciones.

Pero hace muchos años que no tengo esa sensación desesperante, cuando terminan, de "no quiero volver".

Iba a decir que "eso no tiene precio", pero te mentiría.

Sí lo tiene.

Otra cosa es que esté feliz de haberlo pagado.

PD.- Mi ritmo de publicación este verano está "al ralentí". Cosas del verano. ¡En septiembre recuperamos el ritmo!
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