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03/09/2021

¡Hola! ¿Cómo sigue todo por allá?

Por estos días, Afganistán se convirtió en el lugar más peligroso del mundo para vivir si sos mujer. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FPNU), casi el 90 % de las mujeres afganas sufren violencia física, psicológica o sexual, lo cual significa que hay más de 18 millones afectadas con el regreso de los talibanes al poder. 

Desde la caída del régimen en 2001, el país fue recuperando lentamente una cultura más progresista y democrática, y las mujeres lograron avances significativos. Nada fue fácil ni perfecto. Pero a lo largo de estos 20 años cada vez más niñas, jóvenes y mujeres tuvieron acceso a educación, trabajo, participación política y oportunidades de crecimiento que en otro momento habían sido imposibles.

Sin embargo, el escenario hoy las enfrenta a un futuro incierto. El regreso de los talibanes significa, entre otras cosas, el retroceso en la relevancia política, cultural, científica y tecnológica de las mujeres afganas, la dificultad en el acceso a la educación y una pérdida de la capacidad y libertad para decidir sobre sus propios futuros.

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«Imaginate despertar un día y que te digan que te han quitado la libertad, la familia, la educación, el trabajo y el futuro. Durante 20 años las mujeres afganas se despertaron cada mañana con esta pesallida. Ahora están despertando con esta realidad». Con estas palabras Fereshteh Forough describió en su cuenta de twitter la llegada de los talibanes a su ciudad, Herat, capital de la provincia homónima y la tercera más grande del país cercana a la frontera con Irán.

Allí, en esa ciudad, Fereshteh fundó en 2015 Code to Inspire (CTI), una organización sin fines de lucro que trabaja en la alfabetización digital  de niñas y jóvenes de Afganistán. Es la primera escuela de programación del país, gratuita, donde las estudiantes desarrollan habilidades tecnológicas y aprenden de programación web, apps y video juegos, entre otras cosas.  

En un país donde gran parte de las niñas y jóvenes no están escolarizadas y las mujeres enfrentan grandes obstáculos para tener un trabajo, esta iniciativa además busca inspirarlas a luchar por su independencia económica y social. 

En Afganistán, aún con los talibanes fuera del poder, todavía había resistencias y limitaciones basadas en el género en relación al trabajo y la educación de las mujeres. En este contexto la tecnología se convierte en una gran aliada.  “Si una persona tiene una computadora y una conexión a Internet, puede conectarse al resto del mundo sin preocuparse por los límites geográficos. Las mujeres pueden trabajar desde sus casas, fortaleciendo su  independencia financiera y sorteando las desigualdades sociales”, afirmaba Forough en una entrevista el año pasado y agregaba: “La tecnología sigue siendo un campo de varones y si no se tiene una voz diversa en el diseño de productos o soluciones que se está creando, se está ignorando a la mitad de la sociedad”.

Las chicas en Code to Inspire. Foto: Campbell MacDiarmid

Fereshteh siempre apuntó a que CTI se convierta en una comunidad sólida y solidaria de mujeres en tecnología en Afganistán, y que puedan desarrollar proyectos que aborden problemáticas particulares de los territorios donde viven. En 2018, por ejemplo, lanzaron el videojuego Fight Against Opium, a través del cual buscaron mostrar y denunciar una de las problemáticas sociales que existe en el país, el cultivo de opio, brindando posibles alternativas y soluciones al problema. El año pasado, uno de sus proyectos destacados fue Afghan Hero Girl, un juego realizado por las alumnas disponible en Google Play y App Store, cuya protagonista es una superheroína con el atuendo tradicional afgano. “Buscamos crear un juego divertido pero que también demostrara que las niñas afganas son capaces de resolver desafíos y hacer grandes cosas”, contó una de sus creadoras.

Afgan Hero Girl

Fereshteh Forough creció como refugiada en Irán y en 2002, un año después de la caída del régimen talibán, pudo regresar con su familia a Afganistán. Estudió Ciencias de la Computación en la Univesidad de Herat donde, luego de hacer un posgrado en Berlín, comenzó a trabajar como docente. Allí germinó su idea de hacer un aporte diferente al sistema educativo y promover la igualdad de género utilizando la tecnología como herramienta de empoderamiento.

“Para un país como Afganistán, que ha atravesado varias décadas de conflictos y guerras, proporcionar un futuro pacífico es invertir en la educación de las niñas. Desde una perspectiva económica, las mujeres también contribuyen al Producto Bruto Interno del país y aportan diversas fuentes de ingresos”, afirma Forough.

Desde su inicio en 2015, en total se han graduado más de 300 mujeres, jóvenes y adolescentes. La mitad de ellas ya se encuentran trabajando en el área, y muchas desde sus casas para empresas extranjeras y locales. El paso por Code to Inspire les ha permitido empezar a construir y ser parte de una sociedad más igualitaria, donde han podido acceder a los medios necesarios para desarrollar una carrera profesional propia, lejos de la tutela patriarcal.

Lamentablemente, en las últimas semanas, la escuela ha tenido que cerrar sus oficinas de Herat y solo continúan con las clases virtuales. No se sabe qué puede pasar, pero la sensación es que decenas de niñas y adolescentes están a punto de perder un espacio que les ofrece la oportunidad de construir un futuro mejor y dejar atrás una vez por todas un modelo de sociedad que las oprime y vulnera constantemente.

Sueñan las chicas con educación para todas

En 2017 el Digital Citizen Fund, un proyecto que capacita a niñas en ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas y robótica, conformó el primer equipo femenino de robótica de Afganistán, las Afghan Dreamers (Soñadoras Afganas), integrado por adolescentes de entre 13 y 18 años. Ese mismo año, por su robot clasificador construido para distinguir entre agua contaminada y agua limpia, el equipo ganó un premio especial en el Campeonato Internacional de Robótica celebrado en Washington DC. 

Con este equipo de soñadoras se buscaba promover la ciencia y empoderar a las niñas y jóvenes afganas en una nación donde el rol de las mujeres estuvo limitado y confinado al hogar durante muchos años. Y lo lograron. “Cuando las chicas regresaron hubo un gran movimiento: los líderes, las comunidades, las familias, todos estaban cambiando sus puntos de vista sobre las mujeres en la ciencia y la tecnología. Se convirtieron en un ejemplo de esperanza, felicidad y orgullo para la comunidad afgana”, afirmó en ese entonces Roya Mahboob, emprendedora tecnológica y co-fundadora del Digital Citizen Fund junto a Fereshteh Forough.   

Después vinieron varios premios más y en marzo de 2020, frente a la pandemia por Covid-19, fueron convocadas por el gobierno de la provincia de Herat para diseñar y desarrollar respiradores de bajo costo y robots para desinfección que fueron aprobados por el Ministerio de Salud para su producción. 

Semanas atrás, ante la iniminente caída de Kabul y al igual que gran parte de la ciudadanía afgana, las soñadoras tomaron la decisión de abandonar el país y buscar refugio por temor a represiones. Después de pasar por varios países y  luego de  numerosos trámites Fatemah Qaderyan, Lida Azizi, Kawsar Roshan, Maryam Roshan y Saghar Salehi, las cinco adolescentes que formaron el equipo de robótica en sus inicios, recibieron asilo temporal en México

“No solo salvaron nuestra vida sino también nuestros sueños, que buscamos se hagan realidad”, dijo una de las jóvenes en una conferencia de prensa apenas arribaron al aeropuerto de Ciudad de México. Las chicas hoy también sueñan con regresar a su país y expresaron su deseo de que todas las niñas en Afganistán puedan continuar su educación. 

El equipo de Robótica Afghan Dreamers. Foto: Paul J. Richards AFP

¿Qué va a pasar con las otras chicas, las niñas, adolescentes y mujeres que están allá? En una de sus primeras conferencias de prensa, los talibanes se comprometieron a respetar a las mujeres pero “dentro de los límites de la ley islámica”. Bajo la interpretación de la ley islámica sería muy difícil, por ejemplo, que jóvenes como las soñadoras afganas puedan continuar dedicándose a la ciencia. 

En algunas zonas del país, las niñas siguen asistiendo a la escuela, pero en otras zonas se les dice a las mujeres que no salgan a la calle sin un pariente varón porque corren peligro. Hay informes que dan cuenta que muchas mujeres han quemado sus  diplomas y certificados de estudio para evitar la persecución de los soldados talibanes. 

La situación no es para nada alentadora. Hasta ahora nada garantiza que se respeten los derechos de las mujeres afganas. Mientras estoy escribiendo estas líneas leo que en Herat las mujeres salieron a las calles para reclamar por sus derechos y pedir que el nuevo gabinete, que se prevé será anunciado hoy viernes, también esté compuesto por mujeres.

Las mujeres afganas no se van a dar por vencidas. “Cuando llega una crisis, tenemos que encontrar soluciones”, afirmó la activista y educadora afgana de 23 años Pashtana Durrani. “Las niñas van a acceder a sus derechos de una forma u otra. Si no pueden hacerlo legalmente, vamos a encontrar la manera y nos apoyaremos unas a otras en solidaridad. Vamos, no tengo miedo. Nací en Afganistán. Hemos estado luchando desde el día en que nací, así que supéralo, lucha, ¿verdad?”.

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