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VI. Difuntos

En vísperas del puente de Todos los Santos nos adentramos en los lugares más misteriosos de Luarca-Valdés para una escapada de muerte

Atardecer sobre el mar Cantábrico ©diegosanchez/turismovaldes

Javier Martínez Mansilla

Luarca, octubre de 2021. Noche de Halloween, Día de los Muertos o de Todos los Santos. Poco importa el nombre, la creencia, si es celebración o rito, si es de aquí o si es de allá. Solo faltan cuatro días. Entre el mar Cantábrico y la cordillera, hemos buscado los escenarios más tétricos y a la vez más idílicos para marcar una cruz en el mapa de Asturias y poner rumbo a la costa oeste.  

Caminamos entre las lápidas del cementerio más bonito de España -no lo decimos nosotros, lo decís vosotros, viajeros-, descubrimos las ruinas de una antigua iglesia de origen medieval, hoy fundidas con la naturaleza, o la única necrópolis musulmana mandada construir por Franco durante la Guerra Civil. Las mansiones de los indianos se convierten en un plató de película de terror cuando la luz se desvanece y el viento silba entre los árboles, y cuando perderse por este entorno lúgubre se convierte en una estimulante temeridad. Especialmente ahora.  

Estos son los lugares más siniestros de Luarca-Valdés para una escapada de muerte. 

Vista aérea del cementerio y Atalaya de Luarca ©diegosanchez/turismovaldes

El cementerio de Luarca 

La muerte puede conducir al paraíso. Estamos en la Atalaya, un promontorio elevado a sesenta metros que se adentra en solitario en el mar Cantábrico como la proa de un barco. En la ladera oeste, mirando a la puesta de sol, junto al faro y la ermita de la Virgen de la Blanca, protagonista del skyline de la Villa Blanca, aparece el cementerio de Luarca.  

Nos asomamos a este camposanto, donde los panteones modernistas se intercalan con las capillas funerarias, con las elegantes lápidas, con los columbarios y las tumbas de los difuntos que descansan con estas vistas. Desde esta parte de la Atalaya, contemplamos el dibujo de la bahía atrapada entre la Punta Muyeres y la Encoronada, donde aparecen las playas de Luarca protegidas por los rompeolas. Hacia el interior, los acantilados dan paso a la rasa litoral donde acapara nuestra mirada el Jardín-Bosque de la Fonte Baxa antes de divisar las brañas de montaña en la lejanía.  

Paseamos por el cementerio de Luarca, construido a comienzos del siglo XIX, entre el blanco y el grisáceo del sepulcro, el verde de los montes y el azul del océano hasta encontrar la tumba de Severo Ochoa, premio Nobel de medicina y fisiología en 1959, natural de esta villa. 

Villa Barrera ©diegosanchez/turismovaldes

Un paseo entre palacios abandonados

Después de “hacer las Américas” volvieron como ricos los llamados indianos. Fueron aquellos locales que partieron entre los siglos XIX y XX a buscar suerte y fortuna en el nuevo continente. Su legado se conserva en Luarca-Valdés en estas ostentosas mansiones que mandaron construir a los mejores arquitectos de la zona, como Manuel del Busto o Juan Miguel de la Guardia. Hoy estos palacios irrumpen en solitario en mitad de la pradera con su estilo ecléctico, sus capillas privadas y jardines exóticos.  

Los barrios de Villar y Barcellina son los enclaves del destino con mayor concentración de casas de indianos. Algunas están abandonadas, fundidas con la naturaleza, otras en periodo de restauración, de uso privado o albergando lujosos hoteles. Proponemos un recorrido a pie y en solitario para explorar estos palacetes rodeados por una atmósfera intrigante. 

Ruinas de Villa Teresa ©diegosanchez/turismovaldes

Desde el hospital-asilo, en Villar, parte nuestro itinerario indiano para descubrir, nada más salir, las ruinas de una antigua mansión, Villa Teresa, donde los árboles ahora crecen en su interior. Muy cerca aparece Villa Barrera, obra original del arquitecto Juan Miguel de la Guardia, también abandonada. La Carretera del Faro nos conduce a las puertas de Villa Rosario y Argentina. Esta última alberga un hotel, en cuyo interior se respeta el mobiliario, el jardín y su esencia burguesa original. 

Las palmeras se mecen con el viento mientras el silencio se adueña de la campiña de Villar. A lo lejos, en Barcellina, divisamos el torreón y la cúpula de Villa Excélsior. Reconocida como uno de los mejores ejemplos de arquitectura indiana de España, sobresale por su estructura en tres cuerpos y su estilo que mezcla lo clásico con lo modernista. En 1912, Manuel del Busto proyectó esta mansión para el indiano Manuel Méndez de Andés, que ha ido cayendo en el olvido hasta hace unos años, cuando empezó su restauración.  

En busca de escenarios para rodar “El Orfanato”, de Juan Antonio Bayona, el equipo de la película se interesó por esta mansión enigmática, protegida por los elevados muros y camuflada entre un bosque tropical. Finalmente se decantarían por el Palacio de Partarríu en Llanes para los exteriores del film, lo que alejaría de los focos a Villa Excélsior y conservaría intacto su halo de misterio.  

Puerta de entrada al Cementerio Musulmán de Barcia ©diegosanchez/turismovaldes

La necrópolis musulmana de Franco 

El camino de Santiago del Norte nos conduce a otro enclave fúnebre, perdido en un bosque de pinos y eucaliptos. El Cementerio Musulmán de Barcia es la única necrópolis de este tipo en el norte de España, donde reposan los restos de los soldados islámicos que cayeron durante la Guerra Civil. Sería Francisco Franco quien mandó construir en 1936 este camposanto para los militares de religión musulmana que combatirían por él.  

Hoy, el Cementerio Moro de Barcia, como es conocido, aparece sumido por el entorno boscoso que lo envuelve. El viajero atraviesa los muros de pizarra por la puerta principal, que forma un arco de herradura, para descubrir esta necrópolis de 4.500 metros cuadrados dividida en dos recintos. Torres cuadradas en los vértices y muros de mampostería cubiertos por tejas árabes protegen las tumbas marcadas por lajas de pizarra y las edificaciones inacabadas. Se cree que hubo cerca de quinientos enterramientos en este cementerio, cuya construcción se paralizó tras la toma de Oviedo y el fin de la batalla de El Escamplero. Un espacio islámico durante el franquismo y uno franquista durante la democracia. La controversia siempre ha estado ligada a este lugar solemne y desolado.   

Vestigios románicos del complejo religioso de Santiago ©diegosanchez/turismovaldes

La gripe española y las ruinas de la iglesia de Santiago

El reguero de la Falla atraviesa las praderas ganaderas y los campos de cultivo de la pequeña depresión comprendida entre las aldeas de Ribadecima y Taborcías, a dos kilómetros de Luarca. Aquí, junto al arroyo y el camino, encontramos las ruinas del cementerio y la iglesia de Santiago.  

Los muros, antaño poderosos, asoman ahora entre la hiedra y el musgo, como vestigios de este templo de origen altomedieval. Las referencias documentales prueban su existencia desde el siglo X, cuando reinaba en Asturias Fruela II. Indagamos entre los restos de época prerrománica y románica, cubiertos por la maleza, de este lugar sagrado, de historia tan escalofriante como lo es pasarse por aquí una vez que cae el sol.  

Las incontables muertes causadas por la epidemia de la gripe española, coincidente con la Primera Guerra Mundial, harían que este cementerio se viese desbordado de enterramientos. Por ello, en 1922, el cura de la iglesia promovió el traslado de este templo a un nuevo emplazamiento, donado por la Marquesa de Ferrera, situado junto a la carretera general N-634. La actual iglesia de Santiago.  

Para más información y material fotográfico
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Javier Martínez Mansilla
javiermartmansilla@hotmail.es
Fotografía 
Diego Sánchez

 
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