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Soy Andrés Actis, un periodista rosarino suelto en Madrid, y estás por leer el envío #77 de un newsletter que intenta navegar entre dos orillas, las de Argentina y España, para vencer la desmemoria y el olvido. Si te gusta lo que escribo, reenvíalo. Y si te lo han reenviado, puedes suscribirte aquí.
 
Muros de Memoria
 
“Esto es emocionante. No sé cómo no vine antes”. Siempre me quedó grabada esa frase de Pablo Iglesias cuando, en marzo de 2018, conoció el Parque de la Memoria, ese muro construido con 30.000 placas de pórfido patagónico donde se ha esculpido algo más que el nombre de las víctimas del terrorismo de Estado en Argentina: “Se ha esculpido memoria”, decía el por entonces líder de Podemos.

Aquella emoción de Iglesias -aquella sorpresa por tamaña muestra de “Verdad, Memoria y Justicia- es la que muestran muchos españoles (muchos europeos) cuando conocen esa intervención que rodea la orilla del Río de la Plata.
El Parque de la Memoria, en Buenos Aires (palermoonlie.com) 
Me acordé del Parque de la Memoria y de la admiración de Iglesias al toparme en Twitter con una foto que me sacudió: la de un muro de la Memoria, precario, endeble, armado por las familiares de las víctimas sobre una lona, que rodea “Pico Reja”, una enorme fosa común ubicada en el cementerio de San Fernando (Sevilla), la más grande de toda España.

La fosa se abrió en enero de 2020. Hace 22 meses -con interrupciones por la pandemia- que arqueólogos e historiadores trabajan para encontrar, exhumar e identificar cadáveres olvidados. Lo hallado hasta aquí desvela una historia mucho más triste y profunda de lo que estos profesionales presagiaban.
El muro improvisado en el cementerio de San Fernando, Sevilla (elDiario.es)
Antes de cavar, estimaron un total de 1.100 esqueletos de personas ajusticiadas por el régimen franquista (guerra y posguerra). La previsión se ha quedado bastante corta. El trabajo en estos meses apunta a que esa cifra es algo más del doble, 2.600 cadáveres.

A hoy, Andalucía, la comunidad autonómica más poblada del país, suma al menos 708 fosas y 45.566 asesinados por el franquismo, una cifra que, por ejemplo, supera a las víctimas del terrorismo de Estado en Argentina.
El botón azul

La fosa de Pico Reja ya tiene su símbolo: un botón azul -desvencijado, deteriorado- encontrado bajo tierra. El pequeño objeto tiene inscripta la palabra “No8do”, logo y lema del Ayuntamiento de Sevilla. El término proviene del latín “Nodo”, atar con nudos. El 8 es, además de la representación iconográfica del nudo, símbolo de alianza y unión.

Es casi seguro que el botón perteneció a uno de los tantos trabajadores del Ayuntamiento fusilados tras el Golpe de Estado. El listado de funcionarios represaliados en Sevilla incluye 479 nombres.

“El botón encaja perfectamente con el periodo en el que estamos investigando", dice el arqueólogo Jesús Román, a cargo de un equipo que no deja de cavar. Para Ramón Guirao, quien tiene una investigación sobre los botones de uniformes en la historia de España", podría ser de un trabajador de la Guardia Municipal. “Pero seguro tenía que ser un servidor público del Ayuntamiento que llevaba algún tipo de uniforme. Determinar cuál exactamente es bastante complicado", explica en esta crónica de elDiario.es.
El botón azul (Juan Miguel Baquero, elDiaro.es)
Por el momento, ninguno de los familiares que, cada tanto, se acercan al cementerio ha reconocido el botón. "Para nosotros ya es todo un símbolo de esta fosa”, dicen los arqueólogos, que no pierden la esperanza de que alguien lo identifique: “Lo cierto es que es una lotería con tantas víctimas”.

Con 671,34 metros de longitud y una profundidad aproximada de otros cuatro, la fosa común de Pico Reja alcanza 2.685,36 metros cúbicos. Hasta el momento, se han localizados 2.003 cadáveres, de los cuales 324 pertenecen a población represaliada. “Esta fosa es una gran caja de sorpresas”, dice Román.

El hallazgo se completa con 803 ataúdes, 715 individuos en osarios y otros 161 definidos como “materiales aislados”, lo que confirma que, además de fusilados por el franquismo, en ese cementerio fueron a parar ciudadanos cuyas familias no pudieron costear la sepultura y restos que en algún momento estuvieron en nichos de alquiler, desalojados cuando se dejaron de abonar las mensualidades.
La enorme fosa de Pico Reja (Publico.es)
Una característica común entre las víctimas del franquismo es que, en Pico Reja, todas "están apareciendo bocabajo”. La posición anómala de los esqueletos, dicen los expertos, "son el primer hecho violento" que narra la fosa común, que da cuenta de una grave violación de los Derechos Humanos cometida por los golpistas de Franco.

Entre los visitantes asiduos a esta fosa está Lourdes Farratell, una mujer que busca a su abuelo, Joaquín Farratell González, miembro del Partido Radical y fundador de un periódico local de la época. “En mi casa había miedo porque a mi abuela le quemaron la vivienda y mis padres nunca hablaban. Yo sabía que él había desaparecido, pero nada más”, le explicó en su día a El País.

Cuando el Ayuntamiento abrió la Oficina de Memoria Histórica supo por boca del historiador José María García Márquez que lo habían fusilado en San Juan de Aznalfarache: “Allí no hay fosa y tiene que estar aquí”.

La foto de Farratell es una de las tantas que cuelga en una de las tapias que parapetan la fosa de Pico Reja. El improvisado “muro de la Memoria” recuerda que los huesos hallados -y los que faltan por encontrar- tenían nombre, apellido y rostro.
Familiar de una víctima colocando una foto en el cementerio (sevilla.abc.es)
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Un abrazo, Andrés.
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