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Sábado de Insight


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La Reflexión de la Semana: la inevitable consecuencia de mentirte a ti mismo/a


Hace unos días fui a la casa de un amigo y me encontré con la sorpresa de que se inscribió en una aplicación para pasear perros de otras personas. 

—¡¿Qué?! —le dije—¡Buenísimo! ¿Hoy te toca pasear a alguno?

Efectivamente, sí le tocaba.

Al poco tiempo de llegar a su casa, salimos con su novia y otro pana a buscar dos bellos golden retrievers a los que disfrutamos por media hora. Mi amigo, que ya los había paseado antes, sabía que eran perros muy enérgicos y que les gustaba tener espacio para jugar, así que los llevamos a una cancha de fútbol que él conocía y los soltamos ahí para que se divirtieran. Estaban más felices que un niño en la mañana de Navidad.

Pasado un rato, uno de los perros fue a hacer pupú y todos nos quedamos callados por un momento esperando a que mi amigo fuera a recogerlo.

Tras un par de segundos nos dimos cuenta de que no lo haría, y cuando le preguntamos por qué, nos dijo que «lo iba a dejar ahí para que los que juegan fútbol se j*dieran».

¿Para que los que juegan fútbol se j*dieran? ¿Y por qué quería hacerles daño a ellos?

Luego nos explicó que el problema con los del fútbol es que siempre dejan basura en el parque. La cancha donde juegan se mantiene impecable pero, a sus alrededores, dejan plástico, papeles, latas de cerveza y demás desperdicios.

Mi amigo odia que eso suceda, así que su forma de hacer justicia ante este comportamiento fue dejar un pupú de perro en la cancha. Los demás no estuvimos de acuerdo, pero no hicimos nada al respecto y preferimos dejar las cosas así. Pensándolo bien, debimos haberlo recogido.

Este incidente se quedó en mi mente, y más adelante sentí que necesitaba hablarlo de nuevo. Él es uno de mis mejores amigos y este tipo de actos me han hecho separarme de otras personas en el pasado, pero como en este caso no quería que eso sucediera, decidí volver a sacar el tema y preguntarle si creía que su venganza tenía alguna utilidad.

—No, yo entiendo que no va a cambiar nada —me dijo—, pero es que me molesta que esa gente siempre se salga con la suya y nadie les diga nada. ¿Sabes? Hay que hacer algo.
 

Comprensible.


No niego que sus intenciones sean correctas. Yo comparto su aprecio por los parques limpios, pero también opino que el método que eligió para cumplir su misión es completamente inútil.

—Te entiendo, bro —le dije—, pero piénsalo: ¿tú crees que esto va a hacer alguna diferencia? 

Fue aquí donde cambié el chip y dejé de ser una persona para convertirme en un reproductor de sonido. Lo que dije a continuación no fue una idea mía sino algo completamente copiado de alguien más.

—Además —continué—, piensa que este acto le va a afectar muy poco a los futboleros, que seguro no se darán mala vida por ese «regalo» que les dejaste. El realidad, el principal afectado eres tú.

¿El principal afectado era él? Pude notar en su cara la misma confusión que yo hubiera sentido si me hubieran dicho eso a mí. Yo seguía en «modo reproducción», así que continué con mi discurso copiado porque sentía que si me frenaba, iba a perder el hilo.

—No se trata de que no vayas a salirte con la tuya. De hecho, sí te saldrás con la tuya porque nadie sabrá que fuiste tú, el problema es que, al final del día, todos sabemos quienes somos y qué hacemos, y si tú sabes que estás haciendo cosas que no te representan, estas empezarán poco a poco a formar parte de la imagen que tienes de ti mismo. Si sigues tomando acciones parecidas, empezarás a perder el respeto que te tienes.

[Un par de segundos de tensión].

—Tú tienes razón, hermano —me dijo mi amigo, quien goza de gran humildad y siempre escucha lo que tengo para decir. Este es uno de los motivos por los que le tengo tanto cariño.

El tema quedó allí. Observé un arrepentimiento genuino de su parte y yo me sentí conforme por haber resuelto el problema en el momento en lugar de dejar que se enfriara y discutirlo después. Fue una buena experiencia.
 

Entonces... ¿Yo tenía razón?


Aunque eso fue lo que dijo mi amigo, no puedo tomar el crédito porque lo que hice fue repetir una idea tremenda sin quitarle ni añadirle nada.

Se me puede atribuir con más mérito el haber elegido la idea correcta en el momento correcto.
 
La persona a quien escuché decir dicha idea fue Naval Ravikant, alguien excepcionalmente inteligente y educado a quien suelo escuchar con regularidad. Si te interesa, aquí te dejo el enlace a la entrevista donde lo oí decir eso (inglés).

Ese poderoso concepto expuesto por Naval quedó grabado a fuego en mi mente. Yo me considero una persona honesta y honrada, pero ahora que entiendo que incluso los actos más pequeños pueden hacerme daño, estoy mucho más pendiente de lo que hago para no dañar ese respeto que tengo por mí mismo.

(Cabe destacar que me he encontrado un par de veces haciendo pequeñas cosas que no me representan y he tenido que luchar con ellas para no llevarlas a cabo. Es difícil, pero necesario).

Hace unos años escuché una espectacular frase que está relacionada con esto:
 

«Odiar es como tomar veneno y esperar que otra persona muera». -Buda


Así como el odio nos hace más daño a nosotros que a quienes odiamos, los actos de venganza, honestidad a medias, o el hecho de tomar justicia por mano propia, suelen tener el efecto contrario al que deseamos: traen una satisfacción pasajera (instantánea, mejor dicho) seguida de amargas emociones que no solo nos afectan en el momento, sino que se van sumando unas con otras hasta formar parte de quienes somos.

Un día te ves a ti mismo como alguien correcto y, cuando te das cuenta, eres el tipo de persona que miente a otros para manipular o te guardas información para cuidarte las espaldas. Resultado: dejas de respetarte y te hundes cada vez más en un océano de malas costumbres.

No hay escapatoria ante las malas acciones. Tú siempre sabrás lo que hiciste y por más que intentes mentirte o justificarte, no podrás huir de ellas.

La vez que le mentiste a tus padres y te llevaste el carro a rumbear, cuenta.

La vez que rompiste algo en el laboratorio de química y lo escondiste para no pagarlo, cuenta. (Este fue mi caso una vez).

La vez que te quedaste con la propina y no la compartiste con tus compañeros de puesto, también cuenta.

Todo cuenta. Todo suma. Cada una de estas acciones se une al resto para convertirnos en personas menos honestas, menos compasivas, más manipuladoras y menos empáticas.

 

Lo peor es que cada una de ellas «desbloquea» una peor. 


Si ya estás acostumbrada a mentirle a tus papás para llevarte el carro de fiesta, robarles de la cartera es solo un «brinquito» (es decir, nada).

Si rompiste algo y lo escondiste para no pagarlo, tener un accidente de tránsito y darte a la fuga puede parecerte una decisión razonable.

Y así te vas transformando en alguien que no eres, o mejor dicho, que eres.

Las acciones tienen más peso que las palabras. Si alguien te dice que es honesto y lo encuentras mintiendo, haz caso a las acciones y olvida lo que dijo.

Todos llevamos dentro un detector de mentiras que no falla, que conoce nuestros más profundos secretos y que construye nuestra realidad en función de las experiencias pasadas.

Tú decides quién quieres ser. El honesto o el «honesto que dice una mentirita blanca de vez en cuando». La justa o la que hace trampas para protegerse. El fiel o el infiel.

Lo que sea que decidas, solo tú sabrás quién eres, y créeme: podrás correr, pero no esconderte de tus decisiones.

 

·     ·     ·


Se dieron cuenta de que hoy es "Sábado de Insight" en lugar de "Viernes de Insight"?

Lo que pasó fue que se me olvidó enviar el correo ayer, pero es que había algo que me frenaba...

El problema estaba en esa parte del artículo donde digo que "me convertí en una máquina reproductora de sonido".

Todo ese show fue para no sonar agrandado diciendo una idea (que en mi opinión es) genial. Si eso pasaba, era muy fácil que se perdiera el sentido de lo que quería transmitir.

El problema fue que ayer en la noche, cuando recordé que debía enviarlo, me puse a pensar en todo lo que había escrito y me di cuenta de que hice tanto énfasis en esa intención de transmitir humildad que el efecto iba a ser el contrario.

Era algo así como "bueno entonces me convertí en un reproductor de sonido y le dije... Y después de eso, me sorprendí por la sensación que tuve al recitar de memoria esa idea... Y al final, ¿Yo tenía razón? No, porque en realidad 'no fui yo quien habló con mi amigo' (what?)".

Jajaja. Eso último pasó de verdad. Era parte del escrito original, que estaba listo para enviar pero que decidí editar nuevamente enviarlo hoy con menos redundancias.

Ya que estamos:

¿Qué les parece recibir los correos el sábado como a esta hora? ¿Lo prefieren así o seguimos con los viernes en la tarde/noche, como siempre?

También estoy pensando en hacer otros cambios al newsletter. Tengo en mente enviar un correo más amplio y profundo cada dos semanas en lugar de uno corto cada semana (como este), dividir el contenido en solo dos-tres temáticas principales (por ejemplo, 1. Autoconocimiento, 2. Meditaciones de Gah Lin Doh), e incluso cambiarle el nombre, pero de esto último no estoy tan seguro porque me sigue gustando "Viernes de Insight".

Díganme qué opinan con respecto a esas cosas. ¿Qué ideas se les ocurren?

Toda recomendación es bienvenida.

Feliz sábado.

Alex.

 
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