Javier Martínez Mansilla
Luarca, noviembre de 2021. Los bosques del interior de Luarca-Valdés esconden uno de esos territorios donde el tiempo pasa muy despacio. El de Paredes es un valle aislado por las brañas vaqueiras y atravesado por el río Esva, principal caudal de esta comarca del occidente de Asturias, que cincela a su antojo este paisaje fértil y nos guía en nuestro recorrido hasta aquí.
San Pedro, Longrey, Bustiello o La Vega son algunos nombres de los núcleos rurales que componen este reducto etnográfico, que conservan oficios antiguos y que aparecen en esta vega, poblada desde la prehistoria. Buena prueba de ello son los monumentos megalíticos que vamos a buscar entre el campo y la ladera, como el dolmen de Restiello o el menhir de Ovienes.
El otoño no termina en el Valle de Paredes sin una caminata por el monte de aliso o de carbayo, sin asomarse a la garganta esculpida por el río Esva o sin recoger castañas para celebrar el amagüestu con sidra dulce. Y hablando de sabores, qué mejor forma de celebrar la temporada que sentarse a la mesa, cerca de la fogata, para degustar un plato de fabada o de pote asturiano entre otros tantos placeres de cuchara que saben mucho mejor ahora, cuando asoma el frío.
En el año 2001, este lugar fue reconocido como Pueblo Ejemplar de Asturias por su arraigo a la tradición, por su entorno natural y patrimonio arquitectónico. Dos décadas más tarde, volvemos para comprobar que aquí, en el Valle de Paredes, todo sigue igual.
Estas son las razones para redescubrirlo en noviembre.
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