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“En nombre de Dios Todopoderoso”
 

Carta de los martes del 14 de diciembre de 2021

 

Queridos amigos:

El 14 de diciembre de 1788 murió en Madrid, ciudad que le vio nacer el 20 de enero de 1716, Carlos III de España[1]. Carlos fue el tercer hijo varón de Felipe V que sobrevivió a la infancia y el primero de los engendrados con su segunda mujer, Isabel de Farnesio[2]. Así, sus hermanos Luis I (1707-1724[3]) y Fernando VI (1713-1759)[4] sucedieron a Felipe V. Al morir ambos sin descendencia, Carlos accedió al trono de España (1759-1788).

Carlos III nació al morir su bisabuelo, Luis XIV, y poco después de que la Guerra de Sucesión Española hubiera llegado a su fin. Tuvo una excelente salud. Con 6 años participó en su primera cacería, afición que nunca le abandonó[5]. Resultó políglota y aficionado a los oficios manuales. Fue, por lo demás, un hombre muy religioso, austero, afable y de rutinas.

Heredó de su madre los ducados de Parma, Piacenza y Toscana (1731)[6]. Más tarde, al reconquistar Felipe V los reinos de Nápoles y Sicilia en el curso de la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1738), pasó a ser Rey de aquellos territorios con el nombre de Carlos VII. Surgía así un nuevo reino, el de las Dos Sicilias, cuyo mponarca tenía 19 años. Ya en el trono, modernizó y unificó las dos partes del reino.

Casado en 1738[7], mejoró el Hospicio, construyó nuevos palacios y remozó el virreinal; creó el Teatro de San Carlos para representar ópera. Mejoró las instalaciones del puerto de Nápoles. Fundó en 1751 el Banco de Nápoles. Redujo la influencia política de nobles e Iglesia. Asimismo, ordenó comenzar la excavación sistemática de Pompeya, Herculano y otros lugares asociados a la erupción del Vesubio del año 79[8]. En Sicilia desarrolló su trabajo análogamente: protegió a los comerciantes sicilianos frente al bandidaje y construyó el Instituto del Buen Pastor para niños desamparados. Durante 25 años (1734-1759), Carlos VII fue rey de las Dos Sicilias[9]. Y a la muerte de Fernando VI regresó a España como rey Carlos III[10]. Sus años como rey en la península itálica le confirieron una experiencia que resultó muy valiosa como rey de España y las Indias, cuya proclamación tuvo lugar el 11.9.1759[11].

El reinado de Caros III tiene un vierteaguas fundamental: el Motín de Esquilache, que estalló en 1766. Antes de esa fecha, España se alineó con Francia por mor del Tercer Pacto de Familia (1761) frente al Reino Unido en la Guerra de los Siete Años, (1756-63), que perdimos y con ella La Florida y dominios en el Golfo de México. Francia compensó con La Luisiana. Al poco, España apoyó a las Trece Colonias norteamericanas y la posterior independencia de los EE. UU., recuperando La Florida, la costa de Honduras y Menorca, pero no Gibraltar[12].

Recordemos que el primer gobierno de Carlos III estuvo dirigido por Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache[13] (Hacienda) y coliderado por Ricardo Wall[14]. Se inició un amplio programa de reformas en la línea de la Monarquía Ilustrada predominante en Europa continental, con tres patas fundamentales: Hacienda, Ejército[15] y Marina. Todo ello se realizaba pensando en reforzar la Corona (por ejemplo, incorporando señoríos y rentas a la Corona, reduciendo el número de fueros o jurisdicciones exentas y expandiendo al máximo la jurisdicción real) y en reducir el poder de la Iglesia (con el proyecto de una ley general de amortización o de limitación de la adquisición de bienes raíces por parte del clero y con la restricción del derecho de asilo eclesiástico). Los costes de la Guerra de los Siete Años implicaron elevar la presión fiscal y echarle imaginación: entonces se creó la Lotería Nacional para engordar las arcas del Estado.

En 1766 se produjo en Madrid el motín de Esquilache, seguido de otros en distintas provincias El pretexto para el estallido fue la publicación de un bando que prohibía el uso de los tradicionales embozos, capas largas y sombreros de ala ancha[16] para facilitar la identificación de los viandantes. El Domingo de Ramos, 23 de marzo de 1766, la revuelta reunió a una multitud. Se culpó de todo a Esquilache[17], al grito de “¡Viva el rey y muera Esquilache!”. Carlos III salió al balcón del Palacio Real y aceptó las condiciones de los amotinados[18]. La manipulación realizada por sectores nobiliarios y eclesiásticos lo convirtió en un ataque directo a la política reformista llevada a cabo por ministros extranjeros del gobierno del Rey. Pero eso no fue todo: una serie de malas cosechas y la supresión de los precios máximos del trigo se sumaron para crear el caldo de cultivo de un motín con tintes de subsistencia.

Nuevos ministros españoles como Pedro Rodríguez de Campomanes, el conde de Aranda y el conde de Floridablanca se hicieron con la gestión. El primero consiguió la expulsión de los jesuitas, a los que se atribuía la responsabilidad del Motín de Esquilache. No fue tal, pero la operación resultó redonda; les robaron[19] sus bienes y se hizo desparecer su influencia[20]. Recuérdese el objetivo global de Carlos III: reforzar la Corona y reducir el poder de la Iglesia.

Se le ha considerado “el mejor alcalde de Madrid”, debido a su política de convertir Madrid en una gran capital. Se ejecutó un plan de ensanche con grandes avenidas y monumentos: la fuente de Cibeles, la de Neptuno, la Puerta de Alcalá y el hospital de San Carlos (hoy Museo Reina Sofía), a lo que añadió el adoquinado de las calles, la construcción de desagües y la iluminación mediante farolas, más el Museo de Historia Natural (luego, El Prado), El Colegio de Cirugía, el Observatorio Astronómico, el Jardín Botánico, el Real Laboratorio de Mosaicos y Piedras Duras[21] del Buen Retiro (1759) y la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro (1759).[22]

Además de lo dicho, en tiempos de Carlos III se creó el Banco Nacional de San Carlos (1782), se construyó el Canal Imperial de Aragón y un plan radial de caminos reales con origen en Madrid. Se rediseñó el servicio público de Correos. Se reorganizó el funcionamiento de la administración de justicia en los ámbitos Central, Territorial y Municipal. Se prestó mayor atención de los marginados sociales para convertirlos en súbditos productivos, proyectando erradicar la mendicidad y organizando la beneficencia pública. La Corona creó en Madrid los Reales Estudios de San Isidro (1770) como centro arquetípico de enseñanza media y las Escuelas de Artes y Oficios, que en el Siglo XX se denominaron Escuelas de Formación Profesional. La agricultura fue impulsada por las Sociedades Económicas de Amigos del País. En 1787, Campomanes elaboró un proyecto de repoblación de las zonas deshabitadas de los realengos en Sierra Morena y el valle medio del Guadalquivir y se trajeron inmigrantes alemanes y flamencos católicos.[23]

La Corona se ocupó del fomento de la ciencia y la técnica, en especial, de la Botánica y la Medicina; en esa línea, se enviaron a América varias expediciones científicas[24]. Además, se estimuló el comercio colonial creando compañías como la de Filipinas. Se liberalizó el comercio con América en 1778.

Carlos III murió el domingo 14 de diciembre de 1788. Fue el primer Borbón español que ordenó situar sus restos mortales junto a los reyes de la Casa de Austria, en señal de continuidad de la Monarquía hispana. Fue el último Rey español del Antiguo Régimen[25]. Carlos III goza de una buena imagen entre los historiadores. Incluso entre sus coetáneos ya estaba claro, como se aprecia por Gaspar Melchor de Jovellanos[26], Francisco Cabarrús[27] y Nicolás de Azara[28].

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La noticia de esta semana toca un elemento fundamental de la información que a todos afecta. El solo título ya nos anuncia el contenido del artículo, que discurre correctamente tras un párrafo inicial que transcribo y dejo para su lectura: “La avalancha de noticias diarias a través de todos los medios de comunicación posibles hace necesario distinguir los hechos reales acontecidos de las opiniones y previsiones de futuro. La RAE define noticia como "información sobre algo que se considera interesante divulgar". Mientras que define hecho como "una cosa que sucede". La mayoría de las noticias que se transmite diariamente no está basada en hechos acontecidos, sino en opiniones y predicción de lo que puede acontecer. Basta ver cualquier periódico online o en papel u oír cualquier informativo o noticiario en la televisión o en la radio para contrastar que sólo un número reducidísimo de noticias informan sobre hechos reales acontecidos”.
 
Me ha parecido una pieza fundamental para entender el alcance de la manipulación a que se nos somete.

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El avance tecnológico de esta semana revela un verdadero avance, un genuino “salto cuántico”, como es el referido a las dimensiones de las centrales nucleares. Ello se refleja en sus costes, su ubicación, la proximidad a consumo, la facilidad de manejo, la extensión mundial del avance … Es otro mundo.
Todo lo demás que aparece en el artículo es nimio, útil tan sólo para la venta del producto. Lo importante es que puede haber a no tardar minicentrales de un megavatio que resuelvan problemas en todas partes. Lo más parecido a una bendición. Y uno puede olvidarse de los comentarios sobre el diésel, francamente.

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La frase de hoy (y eso que no transcribo toda ella) se halla en la Pragmática Sanción dada por Carlos III en El Pardo el 2 de abril de 1767, año de expulsión de los regulares de la Compañía de Jesús. Se inicia así: “Habiéndome conformado con el parecer de los de mi Consejo Real en el Extraordinario que se celebra con motivo de las ocurrencias pasadas, en consulta de 29 de enero próximo, y de lo que sobre ella me han expuesto personas del más elevado carácter; estimulado de gravísimas causas, relativas a la obligación en que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos, y otras urgentes, justas y necesarias que reservo en mi Real ánimo; usando de la suprema autoridad económica que el Todopoderoso ha depositado en mis manos para la protección de mis vasallos y respeto de mi Corona: he venido en mandar que se extrañen de todos mis dominios de España e Indias, Islas Filipinas y demás adyacentes, a los Religiosos de la Compañía, así Sacerdotes, como Coadjutores o Legos…”. Ya se ve que la razón de fondo no se expresa. Lo hemos visto en la Carta.

Cordiales saludos

José-Ramón Ferrandis
Director
CDC



 

[1] Fue asimismo duque de Parma y Plasencia entre 1731 y 1735, rey de Nápoles y de Sicilia de 1734 a 1759. y de España desde 1759 hasta su muerte. Recordemos que los reinos de Sicilia y Nápoles llevaban vinculados a la Corona de Aragón desde los siglos XIII y XV, respectivamente. El Tratado de Utrecht (1713), puso esos reinos bajo los Habsburgo de Austria. De inmediato, los monarcas españoles trataron de recuperarlos, dando lugar a la Guerra de la Cuádruple Alianza. En la Guerra de Sucesión polaca (1734), Carlos de Borbón, ya duque de Parma y futuro soberano, derrotó a los austriacos al frente de las tropas de Felipe V (con el liderazgo militar de José Carrillo de Albornoz, III conde de Montemar).
[2] Única hija de Eduardo III, duque de Parma.
[3] Fallecido de viruela a los ocho meses de reinado.
[4] Hijos de la primera esposa de Felipe V, María Luisa Gabriela de Saboya (1688-1714).
[5] Uno de los cuadros más conocidos de Francisco de Goya refleja esa afición suya (foto acompañante).
[6] El mismo día en el que el infante don Carlos cumplía quince años, el 20 de enero de 1731, falleció sin descendencia el duque de Parma, Antonio de Farnesio.
[7] Contrajo matrimonio con María Amalia Walburga de Sajonia, hija de Federico Augusto II, duque de Sajonia y de Lituania y rey de Polonia, y de la archiduquesa austríaca María Josefa, hija del emperador José I de Austria, que a la sazón tenía 14 años. Su matrimonio fue de raigambre política, pero funcionó muy bien. Tuvieron trece hijos, de los que siete llegaron a adultos.
[8] Para acoger los tesoros encontrados en las excavaciones, el rey Carlos creó dos instituciones: la Real Academia Herculanense (1755) y el Real Museo Herculanense (1758).
[9] Los tratados de Aquisgrán y de Aranjuez determinaron que don Carlos no podía unir las coronas de España y las Dos Sicilias. Así, Carlos III cedió la italiana a su hijo, el infante Fernando, de 8 años, en 1759.
[10] Fernando VI le había reconocido como heredero universal en testamento otorgado el 10.12.1758.
[11] Carlos III quiso desembarcar en Barcelona como gesto político de reconciliación de la dinastía borbónica con los catalanes y obviar el recuerdo de la Guerra de Sucesión. El Rey llegó a Madrid, el 9.12.1759.
[12] Todas las guerras exigen financiación. Consecuencia de esta guerra fue la emisión de deuda pública, (vales reales, el primer ejemplo de papel moneda en España) desde 1780, que abocó a un endeudamiento crónico y, paralelamente, a la disminución de la belicosidad en el exterior.
[13] Que había sido su ministro de Hacienda en Nápoles, venido a España el 8 de diciembre de 1759.
[14] Jerónimo Grimaldi, futuro marqués de Grimaldi, fue nombrado secretario del Despacho de Estado el 1.9.1763, reemplazando a Ricardo Wall.
[15] Lo reorganizó y proporcionó Ordenanzas en 1768, que duraron hasta el siglo XX. Además, se creó la Oren Militar de Carlos III.
[16] Que se sustituirían por capas cortas y el sombrero de tres picos.
[17] Aunque Campomanes había apoyado el bando.
[18] No todas; Los amotinados exigieron la reducción del precio del pan, la supresión de la Junta de Abastos, la derogación del bando vestimentario, el cese de los ministros extranjeros (sobre todo, Esquilache) y un perdón general. El Rey desterró a Esquilache y nombró en su lugar al X conde de Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea, quien fue capitán general de Castilla la Nueva y presidente del Consejo de Castilla. Se importaron cereales de Sicilia y eligieron diputados del estado llano en los concejos.
[19] Perdón, les confiscaron mediante decreto real del 27 de febrero de 1767 que expulsaba a la Compañía de Jesús de España y sus dominios.
[20] La Compañía de Jesús era absolutamente dependiente del Romano Pontífice y poco proclive a respaldar el poder del Estado.
[21] Se denomina “piedras duras” al mármol y piedras semipreciosas como el jade, el ágata, el jaspe, etc.
[22] No sólo desarrolló los oficios en Madrid. Impulsó la Real Fábrica de Paños superfinos de Segovia en 1762, veló por la fábrica de cristal de La Granja, modernizada en 1773, trasladó la Real Fábrica de Platería Martínez (1778) y creó la Real Fábrica de Relojes (1788).
[23] Se fundaron La Carolina, La Carlota o La Luisiana, en las actuales Jaén, Córdoba y Sevilla.
[24] Las de Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón por Perú y Chile (1777-1786), José Celestino Mutis por Nueva Granada (1782-1808), Martín de Sessé y el mexicano José M. Mociño por Nueva España (1787-1803).
[25] La Revolución Francesa estalló en 1789.
[26] Jovellanos, en su Elogio de Carlos III (1788), concluía que había sido “la mano sabia y laboriosa que esclareció y entresacó a la nación de la influencia de los errores políticos”. Pelín hagiográfico.
[27] En su Elogio de Carlos III (1789), Cabarrús sostuvo que no había tenido “más norte que el de la felicidad de sus vasallos”. Fuerte hipérbole, sin duda.
[28] En su Elogio fúnebre (1789), José Nicolás de Azara afirmó que Carlos III había sido “en el trono lo que, siendo vasallo, hubiera querido que fuera su monarca”.
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