Hoy me gustaría compartirte una anécdota , un recuerdo muy especial para mí.
De niño, a partir del cuarto grado al salir de la escuela Luis Cartagena Nieves (hoy clausurada), caminaba junto a mi hermana a casa de mi abuela “Tata” y mi bisabuelo “Pepe” en la comunidad de Caguas Norte.
Al llegar, el escenario siempre era el mismo: un amplio balcón repleto de rejas blancas, plantas por doquier y un color rosado en las paredes que reflejaba la luz del sol de forma particular. Esta escena siempre estuvo acompañada del rechinar de la mecedora de abuelo y el sonido de la radio en AM con los boleros sonando.
No quiero decir que en ese momento fuese algo que me llamara demasiado la atención, pero con los años esta pintoresca escena de diario se ha convertido en una reflexión sobre la razón de ser de esa mecedora, de las plantas e incluso de la música.
¡Qué importante es reconocer que nos toca separar un espacio para pensar, reflexionar o simplemente descansar luego de un arduo día de trabajo!
Probablemente tienes tu propia versión de esta anécdota; una experiencia que te sirve de recordatorio sobre la importancia de separar tiempo para reclinarte en una mecedora (literal o metafórica) y velar por tu salud mental.
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