Cuando era pequeña, demasiadas personas adultas me dijeron que “un amigo es un peso en el bolsillo”. Qué bueno que no les hice caso. La pandemia que vivimos ha sido la prueba más grande de que las amistades son todo.
La amistad es de las inversiones más hermosas y valiosas que podemos hacer. Este es el lazo más fundamental de la vida. No, no es opinión; es ciencia. Estudios han relacionado el aislamiento social y la soledad con mayores riesgos de una variedad de afecciones físicas y mentales: presión arterial alta, enfermedades cardíacas, obesidad, un sistema inmunológico debilitado, ansiedad, depresión, deterioro cognitivo, enfermedad de Alzheimer e incluso la muerte.
Las personas que participan de actividades seguras y productivas con otras personas — como la amistad — tienden a vivir más tiempo, disfrutar de mejor estado de ánimo y sentirse que tienen propósito.
Y, contra, pocas cosas en esta vida son tan mágicas como una persona que no tiene vínculo biológico contigo pero decide formar parte incondicional en tu vida. Tómate un segundo para procesar esto… ¡¿verdad que es hermoso?!
Dar con esa persona o grupo de personas, compinches, que te complementan, que generan sinergia, con quien pasas lo lindo, lo feo; que se les rompe el corazón cuando te rompen el tuyo; y que te agarran cuando te sientes desvanecer.
En momentos donde el mundo se siente pesadísimo, los días lentos y caóticos, un buen amigo, una buena amiga, es la medicina y el remedio perfecto. Es un mensaje de texto que te hace reír, una llamada que te libera, una reafirmación que te hace sentir visto, un consejo que te ayuda a ganar perspectiva sobre algo que vives, un encuentro que te devuelve a la vida y te ayuda a poner los pies en tierra.
Por eso, recuerda que es distancia física, no social. Nos necesitamos. Abraza a tus amistades, escríbeles cómo hacen de tu vida una más llevadera, feliz; agradéceles por su complicidad, lealtad, tiempo, su comprensión, y hasta por su perdón (porque todos cometemos errores).
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