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STICKERS, HASHTAGS & QRs

Leer con más imágenes y vídeo en: https://antimuseo.org/

La fiebre de los NFTs(1) (non fungible tokens en inglés, nueva fastidiosa tabarra en español), ya que hemos empezado poniendo siglas hasta en el título, no ha golpeado en ARCO tanto como cabía esperar. Es un alivio. Debo decir que a mí los NFTs no me interesan nada. La primera redacción de este artículo comenzaba con una detallada explicación de mi postura al respecto, pero se la voy a ahorrar al lector para ir a lo substancial: puede haber buenas obras de arte que se basen en la tecnología NFT, pero el uso de esta tecnología, o de cualquier otra, no garantiza el menor interés en una obra de arte.

La cuestión es que los avances tecnológicos generan cierta excitación en el mundo del arte, con promesas de transformaciones profundas, recursos infinitos y futuros utópicos o distópicos, sin que en realidad nunca llegue a cambiar nada. Nada substancial en comparación con el impacto que esas mismas tecnologías han tenido sobre nuestras vidas y la forma en que nos relacionamos. Pero esto no es óbice para que de vez en cuando aparezcan proyectos que usan con inteligencia inventos última generación, porque, como he señalado al principio, la “calidad” —difícil concepto— de una obra de arte no tiene ninguna relación con el medio físico o soporte que el artista haya elegido para su creación. Por inercia seguimos pensando en video-arte, performance, instalación, arte digital, etc., además de los medios tradicionales, incluida la fotografía, aunque en realidad sabemos que lo que importa es otra cosa.

Todo esto viene a cuento de que hay tres proyectos recientes que me han llamado la atención. No los he buscado, no es éste uno de los temas que trabajo, se me han “cruzado” en las redes por así decirlo, y he decidido agruparlos en una reseña bajo este elemento común de un uso inteligente y crítico de los augmetend hells en que se han convertido Facebook, Instagram, YouTube, WhatsApp, etc. Por lo demás son muy distintos entre sí, aunque dos de ellos coinciden en el ánimo activista.

El primero es Aladas Victorias, un proyecto colectivo impulsado por la siempre admirada artista mexicana Lorena Wolffer para el Centro de Investigaciones de Estudios de Género de la UNAM, en México, que consiste en cinco colecciones de stickers para WhatsApp, realizados por otras tantas artistas y/o colectivas. Los stickers son gráficos que se pueden introducir en las conversaciones en este tipo de redes, como los emojis, sólo que mucho más flexibles en cuanto a diseño y pueden ser creados por los mismos usuarios. Estos stickers en concreto lo que persiguen, obviamente, es introducir una icónica de la lucha feminista en las aplicaciones de mensajería. Con ellos podremos contestar, en vez de con la carita amarilla sonriente o enfadada, con consignas feministas, dibujos, letterings o collages obra de las artistas invitadas por Lorena, todos con su mensaje a favor de los derechos y la seguridad de las mujeres. En todos los casos se trata de una adaptación o traducción de obras previas de estas artistas al formato del sticker y lo que se pretende es explorar nuevos canales de distribución del arte, más amplios, más conectados con nuestro tiempo, y alcanzar públicos también más diversos.

Participan la misma Lorena con dos series, Señalamientas y Pronombras; Invasorix con sus Amigxs Imaginaixs; Cerrucha con Históricas-Stickers; Betzamee con La Lenguaja y Códiga 1 y 2; y María María Acha-Kutscher con dibujos de Indignadas adaptados para su uso como stickers. Para no alargar este artículo más de la cuenta, remito a las imágenes y a los links de cada artista.

¿Cómo nos hacemos con los stickers para usarlos en nuestras conversaciones? Bueno, el camino es algo complicado: hay que bajarse un programa desde Google Play o Apple Store: Sticker Maker for Whatsapp. Una vez instalado en el teléfono los links que detallo más abajo nos dirigirán automáticamente a la opción de “añadir stickers”. Vienen agrupados en colecciones, la primera de las cuales es una selección de todas las demás. Aviso: cuando abramos el programa puede aparecer publicidad, no hacer caso.

Existe una forma más sencilla de añadir stickers sueltos a nuestro WhatsApp, y es recibirlo en una conversación y añadirlo a nuestra colección. En Android se mantiene el dedo pulsado sobre la imagen hasta que aparezca resaltada y luego se pulsa sobre la estrella de favoritos que hay arriba de la ventana de diálogo. Luego, en el curso de una conversación, sólo hay que cambiar de emojis a stickers y seleccionarlo. Un poco lioso al principio y me imagino que el procedimiento cambia en cada sistema, pero enseguida se aprende.

Colección completa Aladas Victorias:
https://open.stickercommunity.com/pack/NIR8ML

 

COLECCIONES INDIVIDUALES

Betzamee
Conversaciona la lenguaja: https://open.stickercommunity.com/pack/PY2J0R
Códiga 1: https://stickercommunity.com/pack/EWBIA9
Códiga 2: https://stickercommunity.com/pack/MZSDPJ

Cerrucha
Históricas: https://open.stickercommunity.com/pack/KX7YGO

Invasorix
Amigxs imaginarixs: https://open.stickercommunity.com/pack/LFHMUZ

María María Acha-Kutscher
Indignadas: https://open.stickercommunity.com/pack/J79PLH

Lorena Wolffer
Señalamientas: https://open.stickercommunity.com/pack/R73WKZ
Pronombras: https://open.stickercommunity.com/pack/PK4XL5

 El segundo proyecto es de Sandra Paula Fernández, una artista bien conocida en Madrid, que el 8 de mayo de 2019 nos deslumbró con el enorme tapiz #tod@sauna, la revolución se hace a golpe de aguja, compuesto por cerca de trescientas consignas feministas, que llevó a la marcha montado en un andamio de cuatro metros de alto.

Este proyecto tiene como punto de partida de hashtag en Instagram: #loveisintheearth21. Sandra Paula lanzó con él una convocatoria para reunir frases, lemas, fotografías y vídeos en defensa de los derechos LGTBIQA+. Al mismo tiempo emprendió una extensa investigación para localizar en esta red contenidos que cuadrasen con su convocatoria y repostearlos en su perfil. Este proceso abrió nuevos diálogos con los autores de las fotos y vídeos, retroalimentando a su vez el proyecto. El resultado es impresionante y el perfil de Sandra en Instagram, o si buscamos por el hashtag, se ha convertido en un canto a la diversidad, un espacio de libertad donde personas de países diversos y en diferentes lenguas han podido expresarse y compartir sus sentimientos.

Podemos ver, entre cientos de testimonios, una niña trans que nos da lecciones de tolerancia; una lesbiana, Conchi, que conoció la represión en tiempos no tan lejanos —le quitaron sus hijos por enamorarse de una mujer; otra mujer que canta una canción sobre Roomates, just roomates, mientras de fondo van pasando viejas fotografías de parejas gays afroamericanas; un joven trans que con su bebé a la espalda nos narra en otra canción su historia de abusos, adicción y encuentro consigo mismo; una mujer y un travesti con ropa tradicional de la India que cantan juntas lo que podemos imaginar que es una canción de amor; una marcha de gays against guns en Nueva York; unas Super Powerpuff (trans) Girls que vuelan y luchan contra la homofobia; una niña con su papá trans; cientos de fotografías con testimonios escritos... y bailes, besos, abrazos, amor, mucho amor.
 

 

Por último, Una historia de fantasmas de Nieves Correa utiliza el código QR como elemento de conexión con el público accidental que transita por la calle Martín de los Heros de Madrid, cuya memoria es la protagonista de la pieza.

El código QR, por si acaso, es ese cuadradito con un patrón de puntos característico que con la pandemia se ha popularizado por ejemplo para substituir los menús impresos en los restaurantes. Aunque se inventó en Japón en los años 80, su actual estándar no se aprobó hasta 2000 y su expansión mundial comenzó en el 2010, cuando se introdujo en los Estados Unidos. Sirve para acceder de manera rápida a direcciones en Internet (webs, emails, aplicaciones…) y requiere el uso de un dispositivo con cámara y un programa que lo decodifique.

Una historia de fantasmas consiste en una intervención en el espacio público que parte de un itinerario por la mencionada calle de Martín de los Heros, desde el Paseo Moret hasta la Plaza de España. El recorrido ha dado lugar a once vídeos de corta duración, entre dos y tres minutos, en los que podemos ver los pies de Nieves cuando camina por esta calle, imágenes de archivo de la misma durante la guerra, recordemos que el barrio de Argüelles fue uno de los más castigados de Madrid por los bombardeos en la Guerra Civil, junto con fotografías familiares, ya que su familia vivió allí, en esta misma calle, por varias generaciones y fue testigo de la destrucción desencadenada por la aviación franquista y los morteros del vecino frente de la Casa de Campo.

Por último, una vez producido todo el material y subido a un canal privado de Youtube, Nieves ha pegado adhesivos con códigos QR a lo largo de Martín de los Heros, de manera que las personas que los escaneen podrán acceder a los vídeos, sólo a uno por cada QR. La información también se ha difundido por Facebook e Instagram y podemos ver todo el material reunido en su web: http://www.nievescorrea.org/una-historia-de-fantasmas



No es la primera vez que Nieves Correa incursiona en la memoria. Desde 2020 viene realizando la serie Actos de Memoria, en uno de los cuales (Actos de Memoria: MNCARS, producido dentro del programa 2021 del [M]UMoCA) utilizaba también adhesivos con un código QR para acceder a un vídeo. El último de ellos, (Doce) Actos de Memoria, se encuentra expuesto en estas fechas en el Museo Esteban Vicente de Segovia, hasta el 5 de junio.

 

Lo que han hecho estos tres proyectos es introducir el arte en nuestros nuevos canales de comunicación, pero no en forma de documento como es más habitual, sino aprovechando sus recursos, utilizando la propia naturaleza de las nuevas tecnología en su favor. De la misma manera que stickers, hashtags y QRs se han incorporado a nuestra vida y han sido casi inmediatamente asumidos por la cultura popular, el arte, gracias a creadoras como las aquí citadas, se puede infiltrar en los instrumentos que las todopoderosas industrias de Internet han inventado para monetizar nuestros afectos y darles otro sentido. Literalmente, darles la vuelta para convertirlos en espacio de disenso, de resistencia, de diversidad, e incluso de memoria, pese a la "fungibilidad" inherente del medio.
 

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