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Jair Bolsonaro en su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas

23 de septiembre de 2022

Votar para dejar de ser Amazonas

El Amazonas siempre me pareció lejano y foráneo. Veía esa región como un lugar fascinante, pero remoto y desconectado, a fin de cuentas, de mi vida en Europa.

Tenía una vaga noción de su biodiversidad e importancia para grupos indígenas. También pensaba conocer las causas de la deforestación, aunque ahora reconozco que no era así.

Mi percepción era que todo lo malo que pasaba allí estaba vinculado a cuestiones locales o regionales, como el poder de mafias madereras que usaban a personas pobres para destruir la jungla. Creía que era un tema que se circunscribía al contexto propio de América Latina.

Entonces me fui a vivir a China, a más de 15.000 kilómetros del Amazonas, y me di cuenta de que me equivocaba.

¿Por qué?

China tiene un problema estratégico difícil de resolver: cómo alimentar, con apenas el 9 por ciento de la tierra arable del mundo, a una quinta parte de la población total del planeta.

La seguridad alimentaria es un aspecto central en la política de cualquier país. Pero tiene aún mayor significación en China, donde está vivo el recuerdo de la Gran Hambruna de 1960. Los historiadores cifran en entre 20 y 45 millones los muertos por las desastrosas políticas agrícolas del Gran Salto Adelante de Mao Zedong. [The Guardian]

Por eso es tan importante para Pekín garantizar el abastecimiento. El país ha impulsado una revolución por medio de obras, tecnología y ciencia. Pero hay cosas que no puede controlar.

Este año el país ha sufrido un verano de sequías y olas de calor que ha sido calificado por el historiador del clima Maximiliano Herrera de esta forma: “No hay nada en la historia climática mundial que sea mínimamente comparable”.

Para mí, la imagen que mejor refleja lo ocurrido no son los ríos secos o las cosechas echadas a perder; es el vídeo de decenas de jubilados buscando refugio del calor extremo en un supermercado de la megaurbe de Chongqing. Es distópico; nunca vi algo así durante los años que viví en el país (2007-2013).

Este contexto de eventos climáticos extremos exacerbados por el calentamiento global complican aún más las cosas para China, que quisiera ser completamente autosuficiente. En marzo, el presidente Xi Jinping declaró que deseaba ver “los cuencos chinos llenos de comida china.”

Pero eso no es posible, así que el país recurre al mercado internacional para abastecerse. El supermercado preferido es Brasil, adonde fui a vivir después de mi paso por Asia.

Cuando llegué a China, empecé a escribir sobre el comercio bilateral entre los dos países. Tenían entonces una balanza comercial de 36.000 millones de dólares; cuando me fui, había alcanzado los 77.000.

No ha parado de crecer desde entonces. Es muy probable que este año se supere el récord de 135.000 millones registrado el año pasado. Es casi el doble de lo que Francia y España —vecinos, desarrollados y conectados por carretera, tren y mar— intercambian.

Lo extraordinario es que Brasil es uno de los pocos países en el mundo que le vende a China mucho más de lo que le compra, y eso que el gigante asiático es la “fábrica del mundo”. Tres productos son top sellers: soja, carnes y mineral de hierro.

Los tres se producen, en buena parte, en el Amazonas o en regiones fronterizas a la gran selva.

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No hay cómo entender esa evolución comercial sin la política de apertura de fronteras económicas implementada por el régimen militar brasileño que gobernó el país entre 1964 y 1985. No volveré a escribir sobre ello porque ya lo hice en la newsletter de hace unos meses.

Pero recordemos un dato: entre 1977 y 2021, el área cultivada en Brasil pasó de 37 millones a 73 millones de hectáreas.

En ningún lugar esta política de expansión de frontera agrícola ha tenido tanto impacto socioeconómico (y medioambiental) como en el estado de Mato Grosso. Tiene un tamaño casi tres veces Italia y en medio siglo ha pasado de ser una zona de “bosque denso”, como indica su nombre en portugués, a ser el mayor estado agrícola del país.

Hoy viven allí 3.5 millones de personas, mientras en sus inmensas dehesas pastan 32 millones de vacas. También es el mayor productor de soja, algodón y maíz.

Silos para almacenar soja en medio de la selva de Mato Grosso. HA

Mato Grosso es un lugar a seguir muy de cerca durante las próximas elecciones generales del 2 de octubre.

Las últimas encuestas a nivel nacional dan a Luiz Inácio Lula da Silva una ventaja de 16 puntos sobre Jair Bolsonaro. Es posible que ni siquiera sea necesario un segundo turno para conocer al vencedor de las presidenciales.

Pero en Mato Grosso, donde eligen gobernador y diputados, las cosas son distintas.

En este estado rural en el que he visto a la élite sojera conducir Porsches y Pontiacs, así como negar la deforestación cuando el cielo estaba cubierto de humo por los incendios, quieren a Bolsonaro. Las encuestas en el estado le dan 18 puntos de ventaja sobre Lula.

La razón es que el todavía presidente está a favor de seguir deforestando para expandir la frontera agrícola.

El siguiente gráfico muestra los índices de deforestación anuales en el Amazonas brasileño. La línea roja indica los años de la administración Bolsonaro.

Área de deforestación anual en la Amazonia brasileña. TerraBrasilis

Pero en Mato Grosso no quieren dejarlo todo en manos de Bolsonaro, así que han ido un poco más allá. Quieren, literalmente, rehacer los mapas de la región.

El estado está en la zona de frontera entre el bioma amazónico y el denominado Cerrado, una región de selva menos densa.

La ley medioambiental federal brasileña es mucho más restrictiva para los empresarios que operan en el Amazonas, cuyas fronteras fueron definidas por la dictadura militar. Si tienes allí una dehesa o hacienda, solo puedes deforestar el 20 por ciento de toda tu propiedad; el 80 por ciento restante debes preservarlo como reserva forestal. En el Cerrado, esa proporción es 50-50 o incluso menor.

Así que los políticos financiados por los productores de soja y carne de Mato Grosso han propuesto un cambio en la legislación para retirar formalmente al estado de la región amazónica. Es como si un pueblo costero solicitara que, a efectos legales, dejara de serlo, aunque pudieras ver el mar desde cada calle. O que una isla pidiera ser considerada una península.

Es una idea absurda, pero los intereses son demasiado grandes como para que la ciencia, o la lógica, no ya digamos la naturaleza o sus habitantes, echen a perder el plan, cuyo futuro depende de quién salga elegido el 2 de octubre. Si se aprueba, permitiría deforestar 100.000 km2, es decir, una superficie mayor a Portugal o dos veces Costa Rica. Legalmente.

Estos son los carteles que se han colocado en las capitales sojeras de Mato Grosso.

Cartel publicitario promoviendo la salida de Mato Grosso de la Amazonia

Cuando leemos este tipo de noticias tendemos a pensar que, por muy absurdo que sea, esto no nos afecta. No es exactamente así.

El Amazonas juega un papel fundamental en nuestro planeta. No es el “pulmón”, ya que de hecho emite más CO2 del que captura, como consecuencia de la deforestación desbocada.

La selva ejerce más bien de regulador de las precipitaciones en el continente americano, además de hacer de “aire acondicionado” del clima mundial.

Y aquí es donde se presenta la gran incongruencia de quienes quieren que Mato Grosso salga del Amazonas: estudios demuestran que más deforestación significa menos lluvias para el propio estado, una tendencia que daña sobremanera a la propia industria agropecuaria.

También pone en peligro el suministro de millones de toneladas de alimentos en los mercados internacionales. Es así como comienzan las carestías que acaban en crisis alimentarias y migraciones.

Desde inicios del siglo XXI, la región amazónica, una de las más lluviosas del mundo, ha vivido cuatro sequías (2005, 2010, 2015 y 2021) que han dañado cosechas y llevado a la ruina a muchos campesinos. Pero la cuestión va más allá.

Científicos han demostrado que la destrucción amazónica también afecta al ciclo de precipitaciones en Estados Unidos, sobre todo en California, el mayor estado agrícola del país. Investigadores de la Universidad de Princeton han realizado complejas simulaciones para anticipar las potenciales nefastas consecuencias para el estado en forma de reducción de lluvias si las cosas no cambian miles de kilómetros al sur. [Estudio Princeton]

Este complejo contexto es el que he tratado de explicar, por medio de una historia humana investigada durante cuatro años sobre el terreno, en mi último libro, Masters of the Lost Land. The Untold Story of the Amazon and the Violent Fight for the World's Last Frontier, que se publica en enero.

Para entonces ya sabremos si los votantes de Mato Grosso y Brasil han decidido votar con sentido común: el 1 de enero asumen los políticos electos en estas elecciones generales cruciales para el futuro del planeta.

Gracias por leer o escuchar esta newsletter. El próximo viernes 30 publicaré una nueva edición sobre cuál es el país o la región que más avances ha obtenido en materia de reducción de emisiones y por qué.

Gracias a las fuentes por aceptar las peticiones de entrevistas. Grado y Medio no hace activismo, sino análisis y periodismo de investigación. Este tipo de trabajo informativo sólo es posible cuando las fuentes aceptan compartir su tiempo y conocimiento.

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