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"Soy el viejo troooolll... y vivo en el puenteeee... soy el viejo trooolll... y yo mando aquíiii..."

Una de dos.

Si has visto un porrón de capítulos de Dora la Exploradora, como yo, igual hasta has reconocido la cancioncita.

Si no, pensarás que se me ha ido la olla. Que no es descartable, pero ésa es otra historia.

Soy el viejo troll - Dora la exploradora - YouTube

Éste es "el viejo troll que vive en el puente". Un personaje gruñón y un poco antipático, que controla el paso a través del puente. Y que cada vez que Dora y compañía quieren cruzar, les detiene y les pone algún tipo de prueba para ver si "merecen pasar" o no.

¿Y por qué te lo traigo hoy?

No es por nada.

Hace un tiempo me escribía Jaizki. Hablaba de productividad. Y me decía:

"Llevo usando GTD años, y lo de capturar todo y vaciar la cabeza lo hago genial, casi nunca se me escapa nada, pero tengo la sensación de que estoy agobiado porque hago muchísimas cosas que no tendría que hacer... La parte más importante del sistema es la de eliminar... pero es la que peor se me da. Si escribes sobre eso, avisa, por favor."

Jaizki, atento, que voy.

Escuchaba hace tiempo un podcast antiguo de Back to Work, en el que hablaban de prioridades. Mencionaban el  caso de una persona que, durante una charla relacionada con este tema, decía que tenía “27 prioridades distintas”. Y esta anécdota servía para abrir la reflexión de la (lógica) imposibilidad de tener 27 prioridades. 

Si tienes tantas prioridades es que en realidad no tienes ninguna.

Y como consecuencia, estás completamente desbordado y no tienes control ni dirección ninguno, eres un barco a la deriva, un pollo sin cabeza. Y encima sufrirás por la sensación de “no llegar a todo”.

El caso es que no es tan difícil caer en una situación similar. El mundo está lleno de trampas que, si no gestionamos con habilidad, se convierten en compromisos que nos atenazan. Surgen en el ámbito laboral/profesional, en el ámbito de las relaciones personales, incluso en el de nuestros propios hobbies e intereses. A nada que nos descuidamos, empezamos a apilar “prioridades” que nos acaban por superar.

Y aquí es donde entra nuestro amigo "el viejo troll que vive en el puente". Un ente gruñón, malhumorado, que someta a un duro escrutinio a cada nueva “aspirante a prioridad” que aparezca en el camino, y que determine si tiene entidad suficiente para convertirse en una prioridad real. Sobre todo teniendo en cuenta que el cupo de prioridades es extremadamente limitado, y que si una entra es muy posible que otra de las preexistentes tenga que salir.

“Que gran idea, ¡necesito un troll de esos!”. Pues sí. Ojalá alguien que nos fuese diciendo en cada momento qué es lo que hay que hacer. ¡Qué descanso! 

La mala noticia es que no es posible contratar uno, ni a tiempo parcial ni a tiempo completo. Custodiar las prioridades es algo que solo puede hacer uno mismo.


Así que tenemos dos opciones. Podemos dejar el puente sin vigilancia, y que sea lo que Dios quiera. Y Dios querrá que los compromisos se empiecen a acumular rápidamente, al ritmo que quieran los demás. Nos sentiremos desbordados, inútiles, incapaces de cumplir con todos. Será imposible mantener el foco, estaremos dispersos, y nos resultará difícil alcanzar resultados. Nos pasaremos el día apagando fuegos, y aun así no podremos evitar quemarnos. Por mucho que nos esforcemos, acabaremos quedando mal con mucha gente, y sintiéndonos un fracaso.

O bien podemos ponernos nuestro traje de troll, y dar el alto a cualquiera que pretenda pasar el puente. ¿A qué has venido? ¿Qué quieres de mí? Un examen exhaustivo. Pero claro, necesitaremos tener clarísimos cuáles son los criterios de admisiónaquello que Covey llamaba “empezar con un fin en mente”. ¿Qué tiene que suceder para que algo se convierta en prioridad para nosotros? ¿Cómo afecta a las prioridades que ya tenemos definidas?

En este escenario, tenemos que tener clara una cosa: muy pocas prioridades van a cruzar el puente. Así que el troll (o sea, nosotros mismos) vamos a tener que decir NO un montón de veces, a un montón de propuestas, compromisos y exigencias más o menos veladas. De gente desconocida, y de gente cercana. 

Y decir NO suele ser una fuente de conflicto, es realmente incómodo para nosotros, genera frustración en los demás. Habrá quien lo acepte, y habrá quien insista. Habrá quien nos entienda, y habrá quien se enfade con nosotros. Se puede intentar hacer de la mejor manera posible, pero al final, por mucho que lo endulcemos, un no es un no. 

Nadie dijo que ser el viejo troll que vive en el puente fuese un rol agradable.

Pero alguien tiene que desempeñarlo, si no queremos las consecuencias que describía más arriba. Y ese alguien somos nosotros, nadie va a venir a hacerlo en nuestro lugar. 

“Susto o muerte”, que decía el chiste.

PD.- Si quieres profundizar un poco más sobre productividad, escribí un artículo introductorio sobre GTD que quizás te sirva.

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