Copy
View this email in your browser

El Picadilly era una sala de juegos de Salamanca.

La planta de la calle tenía una zona de máquinas recreativas, junto a otra zona de tragaperras. Pero si ibas hasta el fondo, encontrabas unas escaleras que te llevaban a un sótano oscuro. Allí había unas cuantas mesas de ping pong, y muchos billares. Había mesas de billar francés, y de billar americano.

Allí pasé unas cuantas tardes de sábado con mis amigos.

Igual piensas que, con tanta dedicación, soy bueno jugando al billar...

Bueno, no sé si recuerdas un episodio de "El Príncipe de Bel Air". Will y Carlton se meten en un lío en unos billares, y el tío Phil va a rescatarles. Allí el mafioso de turno le reta a una partida de billar... y el tío Phil acepta. Y juega... mal. Muy mal. Ridículamente mal. 

Y entonces pide la revancha. El mafioso se frota las manos. "Subamos la apuesta", dice. Un pardillo, dinero fácil. El tío Phil pone cara de susto. Pero bueno, venga.

Y entonces le pide al mayordomo Geoffrey que  "saque a Lucille". Lucille es su palo personalizado, que el mayordomo lleva escondido en los pantalones. Porque el tío Phil tiene mucha calle, y juega como los ángeles. Se había hecho el torpe para despistar. Un clásico.

Pues para que te hagas una idea, yo soy como el tío Phil. Pero el de la primera parte de la escena. Si un día nos cruzamos, quizás quieras echar un billar... ¿o quizás te esté engañando?

Bueno, a lo que iba.

Del billar, hay un momento que me gusta especialmente. Que es el principio. Colocar las bolas en forma de triángulo, alternando una rayada y una lisa. Y con la bola negra en su sitio. Y así, con las bolas siempre en la misma posición, empiezan todas las partidas.

¿Y qué hace el jugador que empieza? Romper la formación. Ese golpe seco, esas bolas chocando entre ellas, clac, clac, clac, y desperdigándose sobre la mesa...

Realmente no hay mucho plan que poner en marcha. Hay que romper, poner la partida en juego. Luego, cuando veas cómo han quedado repartidas las bolas, ya puedes empezar a pensar en el siguiente movimiento ("bola 13 al rincón"; siempre quise decir algo así... y cumplirlo).

Pero hasta entonces se trata nada más de empezar. Y casi da igual cómo lo hagas.

Esto es algo que me sucede en muchos de mis proyectos de acompañamiento a equipos y personas. Son, por su propia naturaleza, proyectos complejos. Llegas, y la situación es como el triángulo de bolas. Hasta que no das el primer paso, y ves cómo ha resultado, realmente no sabes cuál va a ser el segundo. Y si alguien te pregunta "cuál es el plan"... pues la respuesta real es que "no lo sabes".

A veces la cara de quien te escucha es un poema. "¿Cómo que no lo sabes?". Pues es verdad, no lo sé. Hasta que no empecemos a trabajar, hasta que no "rompamos el triángulo de bolas", no sé cuál es el siguiente movimiento. Y así es, en realidad, después de cada jugada. Te paras un momento, evalúas la situación, y decides "qué bola intento golpear ahora".

Para los fanáticos de los planes, que quieren tener todo atado y bien atado desde el principio, esto les choca mucho. A algunos incluso les echa para atrás cuando les explico mi forma de trabajar. Y está bien, no pasa nada. Yo prefiero no engañarles con planes que sé que no se van a cumplir. 

Creo que es más honesto, y más realista.

Website
LinkedIn
Twitter
Instagram
YouTube
Copyright © 2020 Raúl Hernández González, All rights reserved.


¿Quieres cambiar la forma en que recibes estos emails?
Puedes actualizar tus preferencias o eliminar tu suscripción.

Email Marketing Powered by Mailchimp