Te confesaré algo: me cuesta muchísimo identificarme con el término "coach".

Hay dos grandes motivos para esto.

El primero es que mi formación en coaching es autodidacta. No he ido a una de esas "escuelas de coaching", ni he pagado por la etiqueta de "coach certificado".

La mayor parte del tiempo pienso que "ni falta que hace". Aunque, puestos a confesar, hay ratos que se me dispara el "síndrome del impostor".

Pero se me pasa rápido

El segundo es que no estoy muy seguro de que la gente sepa muy bien qué es eso de "ser coach". Que, lejos de ser una etiqueta que deje claro el "producto", genera confusión.

• Hay quien pone cara rara, "¿coachiqué?"
• Hay quien piensa en un entrenador de baloncesto de instituto americano, con chándal y silbato.
• Hay quien piensa en vendehumos de mensajes buenrollistas en tazas de desayuno, del tipo "sal de tu zona de confort".

¿Y entonces qué es el coaching, (dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul)?

Una de las metáforas que más me gusta es la que usó Leonardo Wolk en su libro "El arte de soplar brasas": alentar, a través de las conversaciones, un fuego que ya está latente en las personas. Aparentemente dormido pero que, si soplas convenientemente, arde con fuerza.

"Soplar brasas", no "ser un brasas".

Muy poco de hablar, algo de preguntar y mucho más de escuchar.

Y de esta forma colaborar para que algo haga "clic" en la mente del otro, y de repente vea las cosas de manera diferente y entonces (clic)... haga las cosas de forma diferente.

Hace tiempo mi amigo Alberto y yo mantuvimos una conversación en la que explorábamos "qué es eso del coaching". Que, si te confunde el concepto, igual te puede ayudar a tenerlo más claro.

Y si después de tenerlo más claro crees que es algo que te puede ser útil... busca uno que te dé confianza y plantéale tu inquietud. Mi email, por cierto, ya lo tienes :)