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Escritura creativa
para escritores creativos

 

Volvimos! 

No sé ustedes, pero yo los extrañé mucho. Lo bueno es que tuve un mes entero para pensar la temática de este newsletter. Un mes en el que me preparé mentalmente para darles lo mejor que les puedo dar. Si ustedes, como yo, son partidarios de que la calidad le gana a la cantidad, entonces van a apreciar lo que se viene hoy. Sin más preámbulos entonces, nos sumergimos de lleno a un tema que me parece que va a traer muchas cosas interesantes: la privacidad. Supongo que algunas cosas que voy a querer sacar a colación pueden llegar a resultar un poco incómodas, pero recuerden que lo incómodo siempre trae de regalo un conocimiento más profundo de la realidad. Si queremos ser buenos escritores, tenemos que entender los hilos que mueven al mundo, y por eso un trabajo introspectivo sobre esas cosas que tanto nos molestan tiene que ser una de nuestras prioridades. Sé que están listos para la tarea que tienen por delante. Vamos, sigan leyendo.

¿Es tu primera vez leyendo este newsletter? 
Podés encontrar las ediciones anteriores acá.

 Nosotros

Como muchos ya saben, yo soy profesora de inglés de nivel primario. Eso me enseñó a ser metódica y organizada cuando comparto contenido. Además, siempre es bueno avisarle al alumno lo que va a suceder en la clase de antemano, para que no se encuentren con la ansiedad de no saber qué está por venir. Por eso, les cuento que en la primera sección de este newsletter vamos a hablar de qué rol tiene la privacidad en los procesos creativos.
Creo, en primera medida, que para ser artista hay que ser auténtico
.
El arte es una vocación, una energía que pasa a través de nosotros. Si esa energía nos está eligiendo, es porque quiere que nuestro cuerpo sea el canal para esa alquimia que transforma las ideas en cosas concretas. Si no, elegiría a otra persona. Por eso digo que más que perseguir tendencias, más que intentar agradar al público, hay que intentar agradarnos a nosotros mismos, hacerle honor a esa idea que nos eligió. Ya sé que esto no es nuevo y que lo dije millones de veces, pero es necesario repetirlo para que se entienda lo que viene a continuación.
Es imposible negar la influencia constante que otros artistas tienen sobre nosotros. Con los autores que leo descubro técnicas nuevas, gracias a los músicos que escucho crece mi coraje a la hora de innovar, consumiendo arte visual robo ideas para decorar mis espacios. Esa inspiración es hermosa y creo que nunca podría ni debería cortarse, pero ¿qué pasa cuando estamos siendo constantemente invadidos por pensamientos ajenos? Sobre todo en esta época en la que todos opinan abiertamente en todos los medios sobre cualquier cosa que consumen, es muy difícil guardar la privacidad mental que a veces necesitamos para crear. Por eso me pareció importante empezar por este punto, antes de volverme autorreferencial como hago siempre y pasar a hablar de mí, mí, mí. Más allá de que ahora todos de pronto estamos conscientes de lo invasivas que son las redes sociales gracias a que vimos The Social Dilemma, es necesario ser más (auto)críticos y evaluar hasta qué punto lo que pensamos es algo que reconocemos como propio. Los invito a ir macerando esta idea en su cabeza.
Lo que ustedes creen que opinan con respecto a la escritura, ¿es realmente de ustedes? Incluso si reconocen que otro les sugirió esa idea en un primer momento, pueden seguir viviendo en una mentira y creer que hoy confían cien por ciento en ese criterio que formaron, cuando en realidad es una copia de lo que las masas les hicieron creer. Volviendo a mi referencia cultural favorita: piensen en Tan Biónica. ¿Cuántos años tuvieron que pasar para que nos permitamos admitir que La melodía de Dios era un temón, más allá de que el consenso general indicaba lo contrario?
Esta semana escuché
The High Low, el podcast de Dolly Alderton y Pandora Skyes en el cual debatían sobre la retirada de las Kardashians de la televisión.  Un punto interesante en el debate era que estas hermanas se habían convertido en un fenómeno sobre el cual no se puede no opinar. Uno sigue su reality con fervor o lo odia por principio, pero parece imposible definirse neutral frente a ellas. Y tiene sentido, decían en el podcast, porque consumir ese reality implica dedicar millones de horas a algo que para muchos es criticable. Al tener que pararse de un lado de la vereda, aquellos que sí vieron el reality sienten la necesidad de convertirlo en algo que no es o rotularlo como consumo irónico para que nadie juzgue semejante inversión de tiempo. Se convirtió en algo tan grande que incluso despierta una reacción de parte de aquellos que elegimos estar afuera. Les mentiría si no confesara que más de una vez dije "yo no miro a las Kardashians, tengo mejores cosas que hacer con mi tiempo". La frase puntual del podcast que me quedó dando vueltas fue "si mantenés la privacidad de tus gustos, no es necesario justificarlos". Más allá de que yo no elija ver el reality, descubrí que esto me estaba hablando a mí también. En esta era en la que anunciar tu vida a miles de personas es tan simple, podemos terminar creyendo que es necesario hacerlo, que hay un otro esperando saber lo que pensamos o hacemos. Y, como ya dije, esas opiniones giran en círculo condicionando a otros, al punto de que muchas veces uno pierde la noción de por qué consume o no un producto.
Hay demasiadas terminologías que usamos porque no nos da la cara para decir que algo nos gusta. Consumo irónico o guilty pleasure, sea lo que sea, no deja de ser un escudo. Es un escudo que está ahí porque elegimos hablar del tema con los demás y que rápidamente se instauró en nuestro cerebro, haciendo que en ningún momento seamos libres de abrazar eso que por algo nos llama la atención. A mí me pasó, por ejemplo, con One Direction. Las opiniones al respecto están tan polarizadas que sus canciones no pueden hacerme feliz y punto. Tienen que estar ancladas a mi relación con mi hermana, a que leer fan fiction me empujó a volver a escribir, a que mirando sus redes el bichito de la inquietud me volvió a picar para que empezara a planear mi mudanza a Inglaterra. La realidad es otra. A mí me gusta One Direction porque me gusta el pop y Best Song Ever es un temón. No es un consumo irónico ni es un permitido. Genuinamente me gusta, esté bien o mal.  Y el punto es que nada está bien o mal cuando se trata de una forma de arte. Tampoco digo que uno tengan que ser completamente privado en sus opiniones y gustos, pero sí los empujo a que empiecen a pensar en lo que consumirían si fuese imposible compartirlo con otros. ¿Realmente les molestaría escuchar Daddy Yankee? ¿Realmente pensarían que Pulp Fiction es la mejor película de todas si no pudiesen usar ese argumento para generar un vínculo con otros? (Acá le estoy hablando a los hombres que se definen como cinéfilos buscando impresionarnos. Basta.) Simplificando la pregunta: sus gustos, ¿cambiarían si nadie los estuviese mirando?
Lo que opinamos nos posiciona de una manera frente a los demás y nos abre o cierra puertas. Ponemos nuestras bandas favoritas en las bios de Tinder, subimos extractos de los libros que estamos leyendo a Instagram y yo sin ir más lejos tengo un tatuaje de Star Wars. Y sí, por supuesto que también lo hacemos para atraer gente parecida a nosotros, pero ¿hasta dónde estamos seguros de la autenticidad de nuestros gustos?  ¿De qué nos sirven los gustos adquiridos a la fuerza? Yo sé que me gusta Star Wars porque me conmueve la historia de Anakin y que me gusta más ser una persona que toma vino más que el hecho de tomar vino en sí. Gusto auténtico versus gusto de presentación. No es grave educarnos para que nos guste el vino si esto nos permite compartir momentos  amenos con otros. Ahora, con respecto a los gustos que condicionan su arte, es fundamental preguntarse si son auténticos o no. ¿Realmente disfrutaron Rayuela o les gusta poder decir que la leyeron? Recuerden que nosotros escribimos lo que nos gusta leer.
Si eso que ustedes creen que disfrutan es en realidad un cartel para presentarse ante otros, entonces su arte nunca va a hacerlos felices y siempre van a estar esperando una respuesta. Más que el proceso, la creación y la expresión, ustedes estarán poniendo el peso en una reacción ajena que en realidad jamás va a satisfacerlos. Por eso, de verdad los empujo a que desentierren nociones y se cuestionen todo. Lo importante no es lo que les dará aprobación, si no el disfrute. (El goce, señora presidenta, diría Pino Solanas.) ¿Qué es lo que realmente disfrutan leer? Sólo así sabrán qué es lo que disfrutan escribir. 

(Ahora sí, un tiempito para hablar de mí misma. No es porque sea egocéntrica (aunque lo soy) sino porque creo que nada explica mejor un concepto que un ejemplo concreto.)

Uno de los motivos por los cuales decidí que este newsletter saliese de forma mensual fue, justamente, la privacidad. Si bien me encanta escribirles, en agosto descubrí que muchas veces me encontraba a mí misma despellejando pensamientos para tratar de convertirlos en una idea que pudiese volcar en este espacio.
No es sano y tampoco es auténtico que siempre que hagamos cosas tengamos otro fin en mente. A veces me gusta hablar  por hablar y pasar horas con mis amigos debatiendo cómo crear un personaje sin tener que agarrar el celular y grabar una nota de voz para convertir eso en un artículo que le sirva otros. Porque me encanta ser de otros, pero para eso tengo que estar bien yo antes, y para estar bien tengo que estar segura de ser mía.
Descubrí que necesitaba tener más privacidad mental cuando me encontré pensando qué compartir y qué no en Instagram y me empecé a sentir en falta por no poner ningún texto de ficción. Sí, entiendo que la exposición atrae seguidores y que mi trabajo se sostiene por las personas que me leen en las redes, pero eso no implica que yo tenga que convertirme en una fábrica de contenido. Sobre todo con respecto a la ficción, entendí que tengo que hacer las paces con el hecho de que hoy por hoy no es algo que puedo o quiero usar para promocionarme. También me pasa con el hecho de que vivo en Londres. Sé que “garpa” mostrar postales de una ciudad tan hermosa, pero yo quiero vivir mi vida acá de una forma más personal. Vivo sacando fotos de mis lugares preferidos, pero quiero que sigan siendo míos sin tener que compartirlos con los demás. Sobran cuentas de personas apasionadas con los blogs de viajes, no es necesario que la mía también cumpla esa función si yo no lo siento así. Si tengo que pasar esto a un ejercicio que puedo compartir con ustedes, les haría la pregunta que hice en mi última masterclass en Youtube: ¿a qué deberían estar diciéndole que no? ¿Qué cosas se autoimpusieron incluso en ausencia de una motivación? La palabra “deber” siempre viene manchada de algo ajeno. Lo que yo debo hacer es diferente a lo que ustedes deben hacer.
Si se vuelven hacia adentro y recuperan la privacidad de su intuición, ¿qué es lo que deberían estar haciendo realmente?
Por último, decidí que no me interesa bajo ningún concepto hablar acerca de lo que leo, excepto que sea relevante para mis talleres o mis charlas. Siempre luché muchísimo contra el canon literario que se supone que debería (otra vez esta palabra) leer. Como no estudié literatura, mi criterio siempre tuvo que ver con lo que a mí me gustaba y me servía. No es que no me guste compartir lo que ame con otros, pero no me siento capacitada tampoco para iluminar personas en el camino de lo que deberían leer para crecer como escritores o lectores. Además, últimamente estoy bastante expuesta en las redes, cosa contra la que no peleo porque, como ya dije, me está dando mis beneficios, pero me quiero guardar algo que sea mío. El principal motivo por el cual necesito que mi lectura me pertenezca sólo a mí es porque, si soy sincera, soy una persona acostumbrada a actuar. No sé puntualmente por qué, pero tengo varias teorías. Una es que hice teatro desde los cinco años, otra es que me dediqué formalmente a la docencia, por lo cual ponerme el traje de algo que no soy y dar una performance con un tono de voz que no usaría cuando estoy entre la privacidad de mis afectos se volvió algo rutinario. Las redes por supuesto juegan un rol clave en esto de convertirse en un personaje. La cuestión es que en mi mente siempre hay un otro, un afuera que me está escuchando, un espectador que está consumiendo lo que soy. Cuando hay audiencia, hay un condicionamiento. Y yo sé que es imposible escapar enteramente a la dinámica de accionar buscando una respuesta, pero si puedo guardarme un poquitito de secretismo alrededor de la actividad que más me gusta y me nutre, voy a hacerlo.
Ya no voy a hablarles más de mí y voy a volver a hablar de ustedes. Quiero que usen este newsletter para descubrir qué cosas son propias y qué cosas son ajenas. Quiero que intenten conectar lo más que puedan con su persona auténtica y que se alejen de lo que deberían hacer/leer/escribir. Quiero que se sienten con su cuadernito que a esta altura debe estar lleno de sus respuestas a mis preguntas insoportables y que agreguen estas a la lista:
-¿Qué disfruto y qué no disfruto leer?
-¿Qué disfruto y qué no disfruto escribir?
-¿Qué me da culpa no estar haciendo? ¿Me da culpa porque me hace feliz y no lo estoy priorizando o me da culpa porque todos los demás lo hacen/es lo que se espera de mí?
-¿Quién es para ustedes el mejor autor que existió? ¿Realmente escribió lo que ustedes más disfrutaron leer o lo consideran grande porque la gente les enseñó a apreciarlo? Aplíquenlo a cualquier forma de arte que ustedes consuman y practiquen.
-¿Cuál es su trabajo soñado? Esto va tanto para el que se pone mucha presión intentando pegarla en algo creativo cuando quizás sería más feliz dejándolo como un hobby como para el que se niega a sí mismo la posibilidad de vivir de su arte algún día.
-Por último, la pregunta más dura por lo menos en mi opinión. Con respecto a su forma de usar las redes, ¿muestran lo que viven o viven para mostrar? La diferencia, a mi entender, es la siguiente: si festejaron su cumpleaños y suben fotos es una cosa, si eligen el lugar donde lo van a festejar porque queda lindo en Instagram, es otra. De verdad los into a reflexionar. No puedo ser yo la única persona que a veces hace cosas porque se imagina de antemano cómo va a quedar en una pantalla. Y de vuelta, con esto no quiero decir que esté mal pedirle a un amigo que nos saque una foto en un momento en el que tenemos puesta ropa linda, estamos en un lugar que nos hace felices o estamos haciendo algo que nos divierte. Creo que lo problemático es el momento en el cual aparece la idea de convertir un momento en un post. Si casualmente descubrimos que lo que estamos viviendo es digno de ser documentado, fantástico. Si, en cambio, tomamos decisiones de antemano usando como factor la forma en la que vamos a documentarlo para luego tener contenido para subir a las redes, es otra. Por supuesto, en esto hay grises, pero creo que
en el arte, siempre es importante que la idea de compartir aparezca mucho después que la necesidad de crear.

Lo que yo no puedo darles, existe en alguien más. Por eso, aquí van mis recomendaciones:


- Si lo que buscan es un newsletter que salga con más frecuencia que el mío y una cuenta de Instagram que recomiende libros con entusiasmo y alegría, visiten el Instagram de Mili García y sigan el link en su bio.

- Si tienen ganas de pasear por Londres mientras scrollean, les paso la cuenta favorita de mi mamá. Las fotos son hermosas y les va a mostrar partes de Londres o Inglaterra que no siempre aparecen en redes. 

-Si quieren posts que los inspiren con pocas palabras, sigan a Melody Hansen. Hace años que considero su cuenta como mi lugar sagrado.
 Otro must es seguir a Rora Blue. Pueden pasar horas enteras en su feed entrando y saliendo de micro historias sin perder un segundo  el interés. Ambas cuentas son en inglés, pero pueden recomendarme sus cuentas favoritas para el próximo newsletter.

-Si lo que quieren es leer una historia escrita por moi, pasen por No Voy a Mentirte. Nuestra primera temporada acaba de terminar pero se viene algo in-cre-i-ble. 

Ellos 

Ahora sí, vamos a cuestiones un poco más técnicas que podamos usar en nuestras historias. Como saben, nada me gusta más que hablar sobre personajes. Cuando leo un personaje bien caracterizado, siento lo mismo que siente mi amiga Cecilia cuando ve esos videos de gente cortando jabón. ¿Paz? ¿Placer? ¿Una conexión extrasensorial con el universo? Ya veremos.
Me gusta preguntarme constantemente qué es un personaje bien caracterizado. Hay muchos puntos a tomar en cuenta pero hoy voy a centrarme en las fuerzas en oposición. Un personaje bien escrito es aquel que existe en la mente del lector, el que sigue siendo real incluso cuando todas las pruebas indican que no lo es. Para que un personaje parezca una persona real tenemos que entender cómo son esas personas reales y ahí es cuando nos movemos al tema de las dimensiones. Un personaje real no es chato, tiene aristas, contradicciones internas que lo empujan para varios lados. Así somos los seres humanos.
Esto no es nuevo para los que vienen leyendo el newsletter hace rato, pero creo que es bastante facilista de mi parte mandarlos una vez más a buscar hipocresías personales sin ayudarlos a entender cómo pueden hacerlo. Para mí, la mejor forma es pensando la privacidad de un personaje, eso que hace cuando nadie lo ve. Todos actuamos un papel frente a otros, pero cuando estamos solos, no podemos escaparnos de nosotros mismos. Ahí es cuando todo se desmorona, cuando esa imagen que vendimos se transforma en algo que cae por su propia falsedad. Un error recurrente en la escritura es pensar en el personaje sólo en las escenas en las que necesitamos escribir. Entonces nos imaginamos al galán estando rodeado de mujeres y lo convertimos en un cliché que ya vimos muchas veces. Pero, ¿cómo es ese personaje cuando está en soledad? ¿Cómo es cuando está con sus afectos de toda la vida? Puede que algunos personajes, intentando alejarse lo más posible de eso que no quieren ser, corten lazos con todos los que una vez vieron su lado más vulnerable. En ese caso, podemos hacer que se encuentre con una de esas personajes de casualidad y que así descubramos como reacciona. Como ejemplo, les dejo uno que leí en Boy Parts, de Eliza Clark. Su personaje principal es una fotógrafa narcisista, hermosa y manipuladora. Un póster de todo lo que la superficialidad nos pide que seamos. Una noche se emborracha y un taxista dice un dato errado sobre El señor de los anillos. Ella, furiosa, retruca con una mochila de información que sólo sabría una persona que pasó años consumiendo a Tolkien. Sus amigos la miran, sin poder creerlo, y ella se avergüenza. La chica popular perfecta es una nerd debajo de todas esas capas de glamour instagramero. Cuando leí eso, me volví loca. Un solo detalle me mostró más que una catarata de información.
Recuerden que las personas leemos para entender el mundo y lo que más queremos es entender a otros. Mostrar el secretismo de un persona es el equivalente a invitar a alguien a que revise armarios ajenos. Sabemos que está mal, pero todos nos morimos de curiosidad por hacerlo. Por eso mi recomendación es que busquen detalles, piensen en sus personajes cuando están solos, cuando están con sus padres, cuando se encuentran con ese amigo que los conocía en la infancia y sabe que no son tan malos o tan buenos como parecen a simple vista. ¿Cómo habla un filántropo cuando ve las noticias y descubre que su empresa está perdiendo mucha plata por culpa de los planes sociales? ¿Qué piensa ese hombre que profesa una vida sin ataduras cuando descubre que su ex novia está embarazada de otro? ¿Quiénes son ellos cuando nadie más los ve? Si no están trabajando en un proyecto ahora, hagan la prueba de pensar un personaje y escribir dos escenas, una en un ambiente público y otra en su privacidad. ¿Pueden mostrar el contraste? Les aseguro que con algo tan simple como eso pueden transformar una historia del montón en una maravilla.

Este espacio funciona a base de amor por la propuesta, libros que leo para crecer todos los días un poco más y Coca Cola que me acompaña cuando tengo sueño. Si quieren ayudarme a solventar esos libritos y coquitas, pueden hacer click acá.

Ella

¡Hola amigues de la internet! Acá como siempre Kate Petrich con las recomendaciones de este mes. La temática que propuso Juani es super vasta y hay muchísimos escritores explorándola desde la literatura. Al fin y al cabo, todos estamos aprendiendo a redefinir qué significa la privacidad para nosotros en un mundo que te exige mostrarte constantemente. Las recomendaciones de hoy son un poco diferentes a las anteriores: les traigo una autora argentina y dos autorxs estadounidenses. ¡Ojalá les gusten tanto como a mi!
 

Kentukis

Kentukis es la última novela de Samanta Schweblin, una de mis autoras contemporáneas favoritas. Ella es lo más y ya se las recomendé en mi primera aparición en este newsletter del bien.
Esta novela se basa en una premisa tan actual que espanta: ¿Qué tanto estamos dispuestos a resignar nuestra privacidad solo para pertenecer? ¿Dejarías que alguien te observe las 24 horas del día desde el anonimato? Y a vos, ¿te gustaría seguir la vida de alguien sin revelar tu identidad jamás? Asusta un poco pensar hasta qué punto ya formamos parte de todo eso. Explora un punto de vista diferente en cada capítulo, con personajes conectados a través de todo el mundo. 
Se consigue fácil en formato físico o virtual, está editado por Random House y fue publicado en el 2018. 

 

El motel del Voyeur

Este libro hermoso es de no ficción y está escrito por Gay Talese, uno de los referentes del periodismo narrativo. Él ya era una personalidad conocida cuando a principios de 1980 le llega una carta. El remitente era Gerald Foos, un señor de Colorado que había comprado un motel y lo había modificado para poder ver todo lo que sucedía en la habitaciones sin que nadie se entere. Por años documentó absolutamente todo, costumbres sexuales, sociales y criminales. Y Talese te lo presenta de una manera fantástica, no solo dándote las entrada de ese diario, sino también conversando con el dueño del motel. En estas páginas queda casi al desnudo la respuesta a la pregunta ¿quiénes somos cuando pensamos que nadie nos mira?
El motel del voyeur es del 2016, en Argentina lo edita Alfaguara. También lo conseguís en tu página de ebooks confiable.

 

Cat Person

Este cuento de Kristen Roupenian fue lo más leído del New Yorker en el 2017. Cuando lo leí pensé 1) por favor esto es genial y 2) es muy triste que todas las mujeres nos relacionemos en algún punto con esta historia.  Es una historia feminista, no desde la militancia teórica sino desde lo práctico. Roupenian lo escribe y publica en el marco de #MeToo , la movida que llevó a miles de mujeres a denunciar abusos y acosos.
Cuenta la historia de una chica de 20 años que chatea (chatear, tan del msn que duele) con un tipo de 34. Eventualmente deciden verse a pesar de que solamente lo conocía desde la virtualidad. Y acá entra en juego todo lo que dijo Juana más arriba: cómo nos mostramos es parte de quienes somos. ¿Que implica para toda nuestra generación de millenialls y centenialls nuestra cara en las redes? ¿Cuánto confiamos en como se muestra el otro?
Les dejo el link al cuento original en inglés, pero el libro en el que está incluido se consigue en español sin problemas. Se llama Lo estás deseando, editado por Anagrama, y fue publicado el año pasado. Yo conseguí el libro en inglés, Cat Person and Other Stories (también lo encuentran como I Know You Want This) en Bookdepository. El resto de los cuentos también son geniales, pero tiran más para el terror y lo sobrenatural.
Párrafo aparte, escribiendo esto encontré esta cuenta de tuiter que publicó screenshots de hombres ofendidos reaccionando a Cat Person y me VOLVIÓ LOCA. Fue algo del momento y no se actualiza hace casi 3 años, pero recomiendo fuertemente que la visiten después de haber leído la historia. 

¡Eso es todo mis querides Juaniters! Me gustaría pedirles ahora que ustedes me recomienden a mí sus hallazgos de pandemia, pues la cuarentena es larga y ya no queda librería en la ciudad que no haya sido saqueada virtualmente por mis manitos. Pueden escribirme en instagram (@katepetrich) o en twitter (@_katelandia), los recibiré de brazos abiertos en mis mensajitos. 
¡Hasta el mes que viene!

Si tienen ganas de formar parte de una comunidad de escritores que se juntan por Zoom a compartir material, comparten clubes de lectura y aprenden a escribir más y mejor, ¿por qué no le dan una oportunidad al taller de Escritura Creativa? En octubre sumamos también el taller en inglés, para los que quieran mejorar su nivel de idioma a través de la literatura. Toda la info está acá.

Ustedes y yo

Y una vez más, hemos llegado al final de nuestra edición de viernes. Hablamos un poquito de nuestro vínculo con el arte, hablamos de técnicas para escribir mejor y encima leímos a Kate siendo Lady Data. Espero que mi profesora de didáctica me lea y esté orgullosa por cómo mejoré la organización de este espacio este mes.
Ahora sí, paso a contarles un poquito lo que se viene para ustedes, los mejores escritores que hay dando vueltas:

- Les había prometido una sorpresa muy especial que estamos trabajando en conjunto con personas hermosas, pero el COVID se metió en nuestro camino y retrasó nuestros planes. Tengan paciencia, que ya llega y les prometo que va a estar muy muy bueno.

- La semana que viene voy a estar
respondiendo preguntas en Instagram sobre diferentes temáticas referidas a la escritura y la creatividad en este campo. Si leyendo este newsletter les surgieron algunas inquietudes, estén atentos porque voy a contestar todo lo que quieran saber.

- El mes pasado les dejé este formulario  para que dejaran de regalo una idea que no tuviesen pensado usar en el futuro.  Surgieron cosas muy copadas y de hecho a mí me dieron ganas de usar algunas. Si quieren llevarse alguna de esas ideas a su casa, hagan click acá. Rercuerden pasarse por el formulario y dejar su idea sin uso para devolverle al universo un poquito de lo que se llevaron. Como dije el mes pasado, llamemos a la abundancia creando abundancia, no nos aferremos a las ideas.

- En octubre me tomaré un descanso de mis clases en Youtube y voy a darles en su lugar
una charla en conjunto con mi amiga Ana Gallego, guionista y directora uruguaya con vasta experiencia en Japón y UK y una persona increíble en general. Vamos a estar hablando de personajes y pueden dejar sus preguntas acá.

- Ya que estoy, los invito a ir a escuchar
el single de mi amigo y mentor creativo Tomás Crow. Es la primera vez que una letra de mi autoría llega a Spotify y significaría muchísimo para mí que le dieran una oportunidad. Por el momento mi frágil autoestima no va a estar tomando críticas constructivas pero si les gustó y quieren venir a darme un abrazo virtual, no voy a echarlos.
 
Antes de despedirme, les recuerdo como dice el apartado anterior que el
 08 de octubre arrancamos el taller de Escritura Creativa en español e inglés. Quedan todavía algunos cupos para que se anoten. Para reservar sus lugares, sólo tienen que escribirme para confirmar qué grupo quieren. También pueden hacerme cualquier pregunta que tengan referida a los medios de pago.
* Personalmente disfruto muchísimo dar clases de escritura y me siento mal al saber que no todos pueden acceder a ellas. Por eso es que intento suplir esa falta con el newsletter, las clases por Youtube y mi contenido en redes. Si hay alguna propuesta que se les ocurra que pueda llegar a servir para que más personas se vean beneficiadas con este espacio, siempre estoy abierta a sugerencias.

Antes de despedirme, le quiero mandar mis agradecimientos a mi amiga Maili por enseñarme cómo mejorar el uso de mis redes y a Vicky Tombolini, también conocida como Ticky Vombolini y mi mejor amiga en general, por el apoyo visual y moral que necesito para estar haciendo este newsletter. Si fuese por mí, subiría placas escritas en Comic Sans y lloraría por no saber organizarme. Es lindo saber que tus amigas están realmente de tu lado.

Nos vemos en Halloween. En este lado del mundo hará frío y habrá oscuridad y voy a necesitar su luz más que nunca.

Los quiero mucho,
 
Juani.

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