Estado de gracia.
Por el Rev Angel Ortiz
 
“Tenía que enseñarle a pensar en el amor como un estado de gracia que no era un medio para nada, sino un origen y un fin en sí mismo”.
                          Gabriel García Marquez, “El amor en los tiempos del cólera”.
 
Pablo, un escritor separado por veinte siglos de García Marquez , le escribe a Tito, amigo y colaborador, “Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia” (Tito 2:11). Esa gracia se define como amor que perdona, encargado de crear nuevas situaciones en el mundo donde la justicia, la bondad y el dominio propio se conviertan en el “estatus quo” anhelado (Tito 2:12).
 
No debemos creer que ese “estado de gracia” es una realidad de pureza sin conflictos. Cuando anclamos la gracia de Dios a la ausencia de dificultades, nos volvemos en personas ciegas para disfrutar la manifestación de la gloria de Dios. Entonces nos conformamos con aliméntarnos de los méritos propios, nuestra inteligencia y nuestra justicia. Pero la historia reciente nos demuestra que nos agota trabajar por el bienestar de los otros, hasta de la familia o algunos de sus miembros y vale más el individualismo que la colaboración para vencer las dificultades. Asi las cosas, el “estado de gracia”  en el que Dios nos ha llamado a vivir se convierte en “estado de inhumanidad” en el que  el esfuerzo individual no es eficaz sin que se reproduzca en la comunidad donde el Espíritu de Dios se hace real.
 
La gracia de Dios no la merecemos, porque  la manera en la que amamos, prioriza lo que nos agrada y nuestro dominio propio no resiste el diálogo, sin que nos sintamos amenazados por el que piensa, habla y actúa de manera diferente a nosotros mismos.
El “estado de inhumanidad” se caracteriza, ya lo sabemos, por el deseo de hacer mal (Romanos 12:21), distribuir el mal y por el esfuerzo de crear situaciones desestabilizadoras de lo bueno que nos pueda quedar aún intacto en nuestros corazones y en la comunidad, que incluye a la familia.
 
El “estado gracia”,  nos conduce a la  unidad humana, que se está exigiendo en  estos días, pero que se hará realidad a través de la reconciliación. No hay reconciliación sin justicia (Romanos 2:6). Somos personas reconciliadas cuando el perdón de Dios, siempre   disponible, es aceptado (Salmo 95:7-8), para transformarnos (Romanos 12:2) en gestores del “estado de gracia” en nuestro aquí y ahora. En ese argumento, por motivos diferentes, quizás, coincidieron Pablo y García Marquez.
 

Adoramos al Dios del amor, que nos ama.
 
“Ama y haz lo que quieras.
Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor;
Si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor.”
 
Agustín de Hipona
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“Amo como ama el amor.
No conozco otra razón para amar que amarte.
¿Qué quieres que te diga además de que te amo,
si lo que quiero decirte es que te amo?”
 
Fernando Pessoa

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