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¡Hola <<First Name>>!

Nuestro más reciente episodio, «La necesidad de Spinoza», ya está al aire:  

Escúchalo aquí.
  • Bertrand Russell decía que Spinoza era el más entrañable de los grandes filósofos. Hegel alguna vez dijo que el spinozismo es el principio de toda filosofía. Y Nietzsche confesó que sólo Spinoza lo acompañaba en las cumbres del pensamiento donde el aire parecía faltarle. ¿Por qué Spinoza suscita semejante admiración entre estas y otras grandes mentes?
  • La razón es la siguiente: nadie como Spinoza ha tenido el coraje y la honestidad intelectual de seguir el hilo de sus razonamientos hasta las últimas conclusiones, por escandalosas que fueran. En este capítulo David recorre el argumento principal de su filosofía, que busca comprobar que Dios es la única sustancia que existe, que todo en el universo es absolutamente necesario y que, por lo tanto, el libre albedrío es poco más que una confesión de nuestra ignorancia.
  • Octavio entiende ahora sí qué es el "modo geométrico" al que alude nuestro cabezote, y entiende también la veneración de David por Benedictus de Spinoza. Y aunque esta es una descarga de profundidad filosófica, queda con ganas de más...

Y si quieres leer más sobre Spinoza...
...sugerimos ir directo al grano, a su «Ética» (aquí disponible en línea, aquí en una buena edición en español). El libro intimida por el estilo, pero al menos merece la pena leer el apéndice de la Primera Parte: unas breves pero exquisitas páginas en las que Spinoza explica (en prosa continua) su concepción de Dios y del mundo (que para él son la misma cosa). Si quedas con ganas de más, esta es una excelente introducción a todo el pensamiento de Spinoza, del profesor de Yale Michael Della Rocca.
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Gracias de antemano.
En nuestro capítulo anterior, «Las ruinas circulares de Descartes»...
... hablamos sobre cómo Descartes quiso derrotar el escepticismo que amenazaba los cimientos de la ciencia moderna, a partir de dos certidumbres fundamentales: su propia existencia y la existencia de Dios.
En vida de Descartes hizo agua la concepción medieval del mundo: con Kepler y Galileo se imponía la teoría heliocéntrica y, con ella, la idea de que el universo era un mecanismo que podía desentrañarse matemáticamente. Pero a la vez el fantasma del escepticismo se extendía por Europa, negando la posibilidad del conocimiento certero del mundo. Descartes se propuso matar dos pájaros de un solo tiro: refutar a los escépticos para sentar las bases filosóficas de la nueva ciencia.
Descartes le sigue el juego al escéptico y niego todo cuanto puede dudar. Pero en el proceso de dudar llega a la conclusión de que su propia existencia está exenta de toda duda. De allí su célebre «cogito, ergo sum». A partir de allí Descartes buscar rescatar la existencia de Dios como garante de que nuestras «percepciones claras y distintas» no son engañosas. ¿Pero no requerimos acaso esa garantía para confiar en la deducción de la existencia de Dios? Descartes parece caer en un argumento circular, mejor conocido como el círculo cartesiano.
En caso de dudas, quejas, sugerencias o reclamos, escríbeles a David y Octavio contestando a este correo.
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