Las pinturas que presenta Christian Camacho, las cuales emulan un nivel representativo que recuerda a la tradición musiva, o del arte del mosaico, son en realidad óleos sobre tela montados dentro de nichos construidos exprofeso para albergar las piezas. A su vez, la obra en papel que ha seleccionado Jimena Schlaepfer, posee no sólo los signos de su dibujo, sino también características propias a las prácticas textiles. Este juego de apariencias brinda al conjunto un salto doble, en el que la misma estructura de la muestra aparece como cómplice de una suerte de juegos cuya intención parece obvia y opaca a la vez. Entre sus operaciones, está también la de aletargar el momento en el que pudiera detectarse que cada muro sostiene no sólo dos elementos, sino también una conexión específica entre ellos, evocada en la figura de los pares.
Entre las posibilidades de este entorno doble, pueden encontrarse símiles en las dimensiones y tratamientos de cada obra, pero también en la consideración a prácticas cuya imaginación es la de los oficios y quehaceres manuales pasados y presentes.
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