¡Hola!
Por distintos motivos, no puedo dejar de pensar en las distancias. En la distancia de metro y medio o dos, a la que nos vamos acostumbrando; en la distancia trazada en el suelo, con líneas amarillas o huellas de pies; en la distancia de dos puños entrechocados que alejan los cuerpos para que solo se rocen los nudillos; en las charlas mediatizadas por una mampara, a veces inaudibles.
Incluso pienso en esa distancia que nos vuelve esquivos, que nos hace mirar para abajo si hay demasiada gente como para no mezclar el aire que respiramos, para inspirar algo ajeno a ese aire "común".
Pienso en la distancia de cuando necesariamente debemos aislar a alguien aún en nuestra propia casa. En ese oír una tos del otro lado de la puerta sin poder más que hacer eso: oír, sufrir a distancia, pedir que pase.
Pienso en la distancia que impone el beso que no puede darse, el abrazo, la caricia.
Pienso en la impotencia que genera la distancia.
Pero pienso también si nos quedará impresa, marcada como costumbre nueva; si con el tiempo nos será natural; si de a poco iremos perdiendo hábitos afectuosos para volvernos cada vez más seres protegidos en halos de alcohol, cariñosos sin tacto; especialistas en miradas que intenten decir lo que no se puede con un abrazo.
Pienso en eso.
Pienso, y no puedo dejar de sentir que me incomoda.
Que tengas una buena semana.
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