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Hace unos años asistí, como ponente, a un evento.

No fue la mejor experiencia del mundo.

Después de un largo viaje, llegué al hotel. Se suponía que desde allí había un transporte contratado para ir al lugar del evento... pero ese transporte no aparecía, y después de un rato (y con el tiempo ya bastante justo) tuve que buscar una solución por mi cuenta.

Al llegar al lugar del evento, saludé al organizador. Me asignaron una persona para darme soporte. Esta persona me llevó a la zona de cafés sin cruzar palabra mientras miraba su Instagram, y desapareció.

Allí coincidí con otro ponente al que conocía. "¿Has estado en la sala para los ponentes?". No, no sabía que existiera tal cosa... mi asistente no me había llevado allí.

Total, que fui para allá. Allí había un equipo de televisión haciendo entrevistas a otros ponentes. "Ah, qué bien", pensé. Pero por lo visto yo no estaba en la lista de personas a entrevistar.

Cuando llegó la hora de mi intervención, me interesé por la emisión en streaming y/o grabación. "No, las charlas de esta sala no se están grabando, las de la otra sala sí". 

Todo esto son hechos. 

La interpretación que yo hice de esos hechos es que había detalles de la organización que dejaban que desear, y que yo era un ponente "de segunda" (que no le tocaba ni sala vip, ni entrevistas, ni grabaciones).

Me sentía frustrado y decepcionado.

Había una serie de necesidades mías que no habían sido cubiertas. La necesidad de tranquilidad (que todo funcione como la seda), la necesidad de reconocimiento (no mola la percepción de ser "de segunda"), la necesidad de compensación (no me pagaban por la intervención, pero sí esperaba contar con la grabación de la charla para poder distribuirla después).

Este feedback, con esta estructura (hechos, interpretaciones, emociones, necesidades) es algo que hubiera compartido con la organización. Creo que hubiera sido un feedback útil, que habría ayudado a la otra parte a entenderme, y potencialmente a mejorar para el siguiente evento.

También, en esa conversación, yo podría haber entendido cosas que quizás no estaba viendo, o solucionar algún malentendido.

Para todo eso sirve el feedback.

Pero es un feedback que nunca di.

¿Por qué?

Primero, porque no me lo pidieron. Y es que eso de ir con un feedback no solicitado a alguien no suele ser una buena táctica.

¿Podría haberlo ofrecido?

Sí, claro. Pero la verdad es que no tenía un interés concreto (más allá del desahogo). Para mí no iba a haber una segunda vez. No iba a volver a ese evento. Así que no tenía especial interés porque "la próxima vez funcione mejor" (que sería la motivación principal para tener esa conversación).

Así que así se quedó la cosa.

PD.- He escrito un artículo con algunas claves sobre cómo dar (y recibir) feedback. Me han dicho algunas personas que les ha parecido útil y que les ha hecho pensar ("me encanta el artículo, has sido capaz de comprimir en un texto algo que ocupa libros!"). Por cierto, también hacemos talleres sobre feedback con poca teoría y mucha práctica... ¡escríbeme si es algo que te interese!

 
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