Saludos de Pascua a todos. Por favor, disculpad nuestra pausa en el boletín durante este período - nuestro trabajo en el Programa de Liderazgo Discerniente ha sido intenso y esperamos con ganas el comienzo de dos nuevos grupos en junio. Pero antes de que concluya este tiempo litúrgico, queremos ofrecer una reflexión sobre la gracia particular de la Pascua de este año. 

Cuando Cristo resucitado se aparece a cada vez a sus amigos más queridos y luego a grandes multitudes, él y su don de paz transmiten un consuelo profundo y sanador. Esta gracia de su presencia viva transformó la confusión, el dolor e incluso la desesperación de quienes creían que todo estaba perdido y que no había un futuro digno de esperanza. Al tomar perspectiva de nuestros propios tiempos, hay muchas personas que experimentan la pandemia y sus efectos en estos términos, y para quienes la gracia consoladora de la resurrección puede parecer lejana, si no imposible. Sin embargo, la nuestra es una fe audaz en lo imposible. 

Sí, lo imposible se expresa bíblicamente en el signo dramático de la piedra rodada y en apariciones y desapariciones sorprendentes. También se expresa de forma más suave y sutil en una presencia familiar en el jardín, en la comunión diaria en la mesa, en un paseo por la orilla del mar y en el compartir la fe en el amor firme de Dios a lo largo de la historia.



Para los que lloran la pérdida y tratan de superar el dolor y la angustia de lo que la pandemia ha traído sobre nosotros, el anuncio de la vida permanente de Cristo con nosotros es quizás más sentida a través de la presencia amorosa silenciosa, y firme, los rituales periódicos y reconfortantes, y el recuerdo lleno de fe de la fidelidad de Dios a través de nuestras historias de vida. Estos gestos encarnados comunican la gracia de la presencia viva de Cristo en un tono más suave que las trompetas de un Mesías de Haendel, pero de una manera tan necesaria para consolar a un mundo con el corazón destrozado. 

¿Qué gestos de fe en lo imposible podríamos compartir a quienes lideramos y con quienes servimos? ¿A quién podríamos ofrecer una palabra de aliento, una mano tranquilizadora en el hombro? ¿Cómo podríamos reunir a nuestros equipos desde sus labores para compartir sus consuelos, grandes y pequeños, y así reforzar nuestra fe en que el amor es realmente más fuerte que la muerte?

Mientras recorremos juntos el camino de vuelta de Emaús, atentos al ardor de la presencia de Cristo en nuestros corazones, ojalá recibamos esta suave, pero inconfundible, proclamación de lo imposible: que podamos compartirlo de las formas suaves, sanadoras y esenciales que el mundo necesita en este momento. Y en este "tiempo intermedio" en el camino hacia la celebración de Pentecostés, preparémonos para una muy necesaria regeneración inspirada por el Espíritu Santo.

En Cristo,

David y el Equipo de Liderazgo Discerniente