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22/05/2021

¿Cómo estás? El lunes 17 de mayo fue el Día Mundial de Internet, una fecha con la que se busca promover la importancia de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), y reivindicar su rol en el desarrollo social.

Internet nos cambió radicalmente la vida. No nos imaginamos sin ella y aún así la mitad de la población mundial sigue sin estar conectada impidiendo el pleno ejercicio de sus derechos, como el acceso a la educación y el trabajo, por ejemplo, algo que vimos con crudeza con la llegada de la pandemia. Por eso vale preguntarse y reflexionar, siempre, qué Internet queremos y para qué.

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Internet es un derecho

Diez años atrás, en mayo de 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció el acceso a Internet como un derecho humano. “La única y cambiante naturaleza de internet no sólo permite a los individuos ejercer su derecho de opinión y expresión, sino que también forma parte de sus derechos humanos y promueve el progreso de la sociedad en su conjunto”, indicaba el informe de Frank La Rue, el Relator Especial de la ONU en ese entonces.

Los gobiernos tienen que trabajar para que Internet sea “ampliamente disponible, accesible y costeable para todos (…) Asegurar el acceso universal del Internet debe ser una prioridad de todos los estados”, sostuvo La Rue y también destacó su relevancia como “un medio fundamental para el ejercicio del derecho a la libertad de opinión y de expresión”.

El derecho a Internet representa la conectividad, el acceso irrestricto no sólo al contenido en línea sino también a la infraestructura y la tecnología necesarias para acceder al mismo, de manera equitativa, económicamente accesible y con una calidad adecuada.

En un artículo de 2019, el colectivo mexicano Sursiendo describía las dos etapas de Internet, una social y otra corporativa. Durante la primera, que va desde los inicios de los 90 hasta 2003-2004, había “cierto optimismo por el intercambio de información y el uso horizontal de las redes. El hipertexto y lo multimedia enriquecían la navegación, que brincaba de un sitio a otro sin apenas restricciones. Muchos movimientos sociales, vanguardias académicas o círculos artísticos impulsaron un cambio cultural respecto a las tecnologías digitales, que se convirtieron en aliadas de la justicia social”.

Luego vino la etapa corporativa, que se sostiene hasta la actualidad. Se inicia en 2003-2004 con la hegemonía de Google, el despegue de Amazon, la llegada de Facebook, el resurgimiento de Apple con sus nuevos productos como iPod e iMac y Microsoft, que se afianza como el fabricante de software más importante. “Es el impulso del Imperio GAFAM. El dominio de unas pocas corporaciones tecnológicas que van acumulando ganancias y poder”, afirman desde Sursiendo. 

Este imperio influye en gobiernos, comercializa con nuestros datos, establece restricciones y, de la mano de los smartphones y el desarrollo de apps,  posibilitó la fragmentación que hace que en la actualidad Internet sea otra: menos horizontal, menos social, menos diversa. Esta es parte de nuestra realidad hoy.

El padre de la criatura

Tim Berners-Lee en los 90

Internet, entendido como un sistema global de redes, funcionaba desde antes de los años noventa, es decir: la posibilidad de que la información circulara entre máquinas conectadas sin importar su ubicación, ya existía. Lo que no había era una manera efectiva de buscar y encontrar esos datos. 

En 1989 Tim Berners-Lee, informático británico, desarrolló el World Wide Web: un sistema de distribución de documentos de hipertexto, las páginas web, que podían contener textos, imágenes, videos u otros contenidos multimedia. Esto permitió la expansión de la tecnología: Internet se volvió masiva. Luego la web tuvo su propia evolución: de ofrecer contenidos estancos se transformó en un espacio donde usuarias y usuarios dejamos de ser sólo consumidores para comenzar a interactuar y colaborar en la creación de contenidos.

Durante todos estos años, mientras muchas otras personas se convirtieron en multimillonarixs gracias a la World Wide Web, Tim Berners-Lee estuvo siempre preocupado para que su creación fuera una verdadera herramienta igualitaria de conexión e intercambio de información. En 2019, en el marco del 30° aniversario de su creación, Berners-Lee hizo un llamamiento a asumir la responsabilidad de pelear por una Internet diversa, que respete la seguridad y la privacidad de las personas. 

En su texto 30 years on, what’s next #ForTheWeb? escribió: “La web se ha convertido en una plaza pública, una biblioteca, un consultorio médico, una tienda, una escuela, un estudio de diseño, una oficina, un cine, un banco y mucho más”, y enfatizó que “la lucha por la web es una de las causas más importantes de nuestra era”. Ciudadanas y ciudadanos también tenemos nuestra cuota de responsabilidad. “Si no elegimos políticos que defiendan a la web como un espacio libre y abierto, si no hacemos nuestro aporte para alentar conversaciones constructivas y saludables en línea, si seguimos haciendo click en Aceptar sin exigir que se respeten nuestros derechos sobre nuestros datos, eludimos nuestra responsabilidad de poner estos temas entre las prioridades de nuestros gobiernos”, escribió Tim.

En noviembre de ese mismo año, desde la Web Foundation Berners-Lee presentó el "Contrato para la web", un documento creado junto a  representantes de más de 80 organizaciones, gobiernos, empresas y sociedad civil, que "establece compromisos para guiar las agendas políticas digitales". Es una suerte de decálogo de buenas prácticas compuesto por nueve puntos, tres para gobiernos, tres para empresas y tres para los usuarios. 

Este año, con motivo de un nuevo aniversario, publicó una carta que pone en valor el potencial que tiene Internet y el rol que ha ocupado en este contexto de pandemia. Pero no todo es para celebrar. Para Berners-Lee, el mayor reto que seguimos teniendo es el de llevar Internet a todo el mundo y, sobre todo, hacer foco en las y los jóvenes.  Hoy, 32 años después de su creación, un tercio de la población mundial por debajo de 25 años no tiene acceso a Internet, segun datos de UNICEF.

La desinformación, los abusos y las violencias en línea por motivos de raza, religión, sexualidad, habilidades y género, también afectan la participación de las y los jóvenes que hasta pueden sentirse obligados a salir de las plataformas. “Las consecuencias de esta exclusión afectan a todos. ¿Cuántas mentes jóvenes brillantes caen del lado equivocado de la brecha digital? ¿Cuántas voces de posibles líderes están siendo silenciadas por una Internet tóxica?”, se pregunta Berners-Lee y afirma: “Cada joven que no pueda conectarse representa una oportunidad perdida para nuevas ideas e innovaciones que podrían servir a la humanidad”.

En Latinoamérica ¿estamos todxs conectadxs?

Esta semana, un grupo de organizaciones y colectivos feministas de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay presentaron un informe para visibilizar la brecha de género en el acceso y conectividad en nuestra región, atravesada por desigualdades estructurales, sociales, económicas y culturales.

“La falta de infraestructura para la conectividad, la diversidad cultural y la ausencia de conocimientos y habilidades digitales por parte de sectores amplios de la población, derivan en barreras relevantes que impiden su acceso igualitario. Y este contexto profundiza las brechas de género con las múltiples desigualdades que persisten”, afirman en el documento.

A partir de información proporcionada por los institutos y organismos oficiales, el trabajo reporta un acceso desigual entre varones y mujeres con diferencias porcentuales, y una total ausencia de esos datos desagregados en Uruguay y Chile. ¿Dónde están esos datos? se preguntan.

Infomre "Internet, mi derecho"

Precisamente, un detalle que señalan en el informe es que los relevamientos oficiales continúan utilizando la variable sexo que “resulta limitante y excluye a las identidades de género no binarias, donde la mayoría se centra en zonas urbanas”, por lo tanto “tampoco contempla las realidades diversas de quienes provienen de zonas rurales, grupos étnicos, y de distintas condiciones socioeconómicas”. 

“La carencia de una perspectiva de género y el desconocimiento sobre la importancia de la apertura de datos en todos los niveles de gobierno pero también en el legislativo y judicial traen como consecuencia la invisibilización de necesidades de las comunidades más impactadas, porque lo que no se mide ni se nombra, no existe. Hoy podemos decir que no está garantizada la accesibilidad, el conocimiento, el ejercicio y respeto de los derechos digitales de las mujeres y diversidades”, concluyen.
Una Internet feminista

Varios envíos atrás te contaba sobre los Principios Feministas para Internet, resultado de dos encuentros que se realizaron en Malasia entre 2014 y 2015 donde más de 100 activistas de movimientos por los derechos de las mujeres, los derechos sexuales y los derechos digitales se reunieron para reflexionar, conversar y empezar a imaginar nuevos caminos.

La falta de perspectiva de género en las políticas que gobiernan Internet, las violaciones de derechos que se dan como consecuencia de esa ausencia y, por supuesto, la necesidad de una mayor participación de las mujeres y disidencias en los foros y espacios de toma de decisiones, fueron algunos de los ejes. Son 17 principios, organizados en cinco grupos: Acceso, Movimientos y participación pública, Economía, Expresión y Agencia.

“Una internet feminista respeta la vida en todas sus formas, no la consume”, escribió La Jes de Sursiendo en un texto maravilloso que reúne los antecedentes y las bases del 18º principio, vinculado a la construcción de tecnologías dignas y justas con nosotras y el ambiente. Un principio que resignifica “el cuidado hacia una ética de los cuidados colectivos al elegir sobre diseño, extracción, producción, consumo y desecho de las tecnologías implicadas". Una lectura más que recomendada.

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