Se lee como perogrullada, pero no lo es: querer retornar a los años 70 es imposible. O mejor dicho: es una fantasía, un espejismo. Básicamente porque tal querencia ignora –o rechaza de manera consciente– la diversidad y dispersión que caracteriza al país. Y no lo duden, nos dice Luis Rubio: ahí está el fondo de la batalla por el INE. Es la (re)imposición del gobierno omnipresente a una sociedad que ya maduró, que ya se acostumbró a decidir sobre sí misma (sin que esto signifique que las brechas de desigualdad no sigan allí, dolorosamente). En todo caso, es una manifestación de los estertores de un gobierno que comienza a languidecer, pero que antes de aceptar el veredicto de la ciudadanía prefiere imponerle una sucesión.
“Nunca, en las décadas que me ha tocado observar a un gobierno tras otro, he visto menores inversiones en el futuro que en el gobierno actual.”
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