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El miedo es posiblemente la emoción más útil que tenemos en cuanto a supervivencia se refiere, ya que gracias a él probablemente seguimos vivos a día de hoy. Existe el miedo racional, que se activa ante un peligro real y el miedo irracional (o fobia), que se activa ante la presencia o anticipación de ciertos objetos o situaciones en los que no hay un peligro real para la persona.

El problema que tenemos a la hora de gestionar el miedo es el mismo que tenemos con el resto de emociones llamadas “difíciles” y es que… ¡permitirnos sentir el miedo da mucho miedo! Por eso lo que solemos hacer cuando sentimos miedo es evitar las situaciones que nos lo provocan, pudiendo llegar incluso a no salir de nuestra casa porque todo nos da miedo y desencadenar una preciosa fobia.

La mente aprende que cada vez que evita una situación que da miedo, se siente reforzada en el alivio de ese miedo y la próxima vez, la evitará de nuevo. Además, la constitución del miedo funciona de modo que, inconscientemente, cada vez más situaciones se vuelven “peligrosas” por estar relacionadas o ser parecidas a las que nos provocan el miedo. Esto se llama generalización y es lo que acaba haciendo que terminemos metidos dentro de casa siendo esclavos de nuestro miedo, en los casos más graves.

Para superar una fobia tenemos que demostrarle a nuestra mente que las situaciones que ella piensa que son peligrosas, son realmente seguras y para eso hay que dejar de evitarlas y permitirnos estar en ellas en calma. Una forma de conseguir esto es exponernos a las situaciones temidas en un contexto seguro (tal vez en imaginación, en terapia), con ejercicios de relajación para aprender a calmarnos en esas situaciones, e ir poco a poco superando cada vez más “niveles” de dificultad hasta que el miedo no limite nuestra vida.

Ayuda mucho ver el miedo como un mensajero que ha venido a informarnos de una necesidad nuestra no cubierta: nuestra necesidad de sentirnos seguros. Reconocer el miedo, permitirlo estar y escucharlo nos puede ayudar mucho más que intentar reprimirlo o rechazarlo.

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