El proyecto del presidente de la República es clarividente: control, dividir a la oposición (¿o más bien destruirla?) y el sometimiento integral. Sin embargo, ahora que entramos a la parte declinante del sexenio, el proyecto muestra cada vez más su vacuidad e irrelevancia. Y es que el mexicano, opina Luis Rubio, está demasiado curtido como para ceder su desarrollo personal y familiar a cambio de una ficción cada vez más distante de la realidad cotidiana. ¿Puede el sistema de partidos favorecer el ‘realineamiento’ que reclama la realidad? O quizá debamos hacernos desde ya la pregunta complementaria: ¿qué o quién puede aprovechar la patente oposición ciudadana para convertirla en una fuerza imparable? Las respuestas no pueden ser categóricas, pero la búsqueda que propone Luis es indispensable.
“La oposición, como está en este momento, es incapaz de organizar una elección nacional susceptible, con un grado razonable de probabilidad, de ganar, máxime cuando la contienda es con el presidente de la República y todos los instrumentos con que ésta cuenta.”
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