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¡Hola, maja!

El internet ya está de vueltísima. La semana pasada vimos como las ricas se emocionaban con su primer Luisvi, Esperanza Aguirre se quitaba la máscara y… [inserte aquí último meme del día]

Nosotras ya no estamos para esos trotes. Esta semana nos hemos dedicado a la naturaleza y a la vida contemplativa. Y aquí está el resultado:

La naturaleza y Lucía:

No sé muy bien cómo ha sucedido, pero me estoy empezando a convertir en esta persona:

Yo y mis plantas un viernes cualquiera.

Ni siquiera se me da demasiado bien (ejem, adulting), pero no será porque no lo intento. Lo primero que hago cada mañana es levantarme a ver qué tal mis hijas –efectivamente, las llamo mis hijas– y una de las mejores cosas que me ha pasado este año ha sido ver florecer a mis girasoles 🌻  Así están las cosas, Maja, estoy en proceso de convertirme en una loca de las plantas. Tengo: seis huesos de aguacate en remojo, tres girasoles (uno mutante), dos geranios, una suegra y nuera, dos perejiles, cinco ¿calabacin...eros? y dos arbustos indeterminados. ¡Ah! Y un mini-invernadero con hierbas aromáticas (bueno, de esas solo queda una).

Por lo visto, no soy la única a la que le ha dado por las plantas. Los medios hablan de un auténtico boom de la jardinería en los hogares a raíz de la pandemia. En la Comunidad Valenciana, segunda región productora, las ventas del sector se han disparado un 30% y las páginas de venta online de plantas han tenido un crecimiento exponencial. También han florecido las plantfluencers y los artículos alabando sus bondades. Por si no lo sabías, las plantas favorecen las emociones positivas y la creatividad, reducen el estrés, nos hacen más productivas y pueden ser un antídoto contra la soledad. Además, dice la NASA que purifican el aire de tu casa, yo creo que más ya no se les puede pedir.

Mi influencer de plantas favorita es Petite Brunette, que documenta el minuto a minuto de sus brotes en Inglaterra.

Todavía no he pasado a la fase ‘convertir mi feed de Instagram en un vergel virtual’, pero todo se andará. Los que habitan en ese rinconcito del Internet, la plant people, lo describen como un lugar de paz y armonía, sin selfies ni bullying. En TikTok también han echado raíces y comparten tutoriales, pero como soy una señora mayor no sé acceder hasta ellos. Yo lo que hago es llamar a mi amiga/botánica de confianza, que comparte conmigo su sabiduría y su humus de lombriz.

Hasta aquí todo muy happy-flower, nunca mejor dicho… Pero no. El otro día me crucé con este artículo sobre el lado oscuro del boom de las plantas. La autora, Megan Garber, relaciona esta recién adquirida obsesión por la jardinería con la eco-culpa, es decir, el sentimiento de culpabilidad (también recientemente adquirido) por no hacer lo suficiente por el medioambiente.

La eco-culpa nos puede llevar al bloqueo. Como no sabemos muy bien cómo enfrentarnos al cambio climáticocontinuamos regando nuestras plantas. Nuestra forma de lidiar con el duelo es llenar la terraza de macetas monísimas y cuidar nuestros geranios como si n̶o̶ ̶h̶u̶b̶i̶e̶r̶a̶ fuera a haber un mañana.

Esa hortensia preciosa me duró literalmente un (1) día.

También es verdad lo que dice Megan: cuidar a nuestras plantas (a las que hemos visto crecer, marchitarse, resucitar, florecer…) hace personal al planeta. Dedicarnos a ellas ha sido una forma de conectarnos con la naturaleza en este año de semi-aislamiento –Megan dice que nos hemos vuelto un poco plantas en la pandemia–. 

Por otro lado, las plantas caseras nos enseñan a apreciar la fragilidad del medio (¿a quién no se le han muerto hasta los cactus?) y la obligación casi moral de conservarlo (¿quién no se ha sentido fatal cuando se le ha muerto un cactus?). 

Un minuto de silencio por todos esos cactus caídos.
Obviamente, por muchas lecciones que nos puedan transmitir, cuidar de nuestros potos y girasoles y costillas de Adán no va a frenar la destrucción del medioambiente (de hecho, este otro artículo se pregunta si no estarán incluso contribuyendo a la misma, por la huella ecológica que supone comprarlas). Quizá pueda, eso sí, despertar nuestra empatía hacia el resto de seres vivos. Desterrar el lenguaje de la arrogancia antropocéntrica, que diría Carmen Pacheco:
Para leer el texto completo, haz clic en la imagen.
Otra de las cosas que denuncia el artículo de Megan es la forma en que el nuevo ambientalismo quiere "comprar" su salida de esta crisis: poniendo de moda lo natural, fomentando su consumo, convirtiéndolo en tendencia de Instagram. ¿No me estaré haciendo greenwashing a mí misma con tanta planta? 

Ante eso, la mejor solución es la que proponía el artículo ese que (nos) acusaba a la plant people de contaminar el medioambiente: no hay que comprar plantas sino intercambiarlas entre vecinas, compartir esquejes, semillas, macetas, conocimientos… 🌱🌷🍃🌵🌼 
 
Obligando a mi girasol a posar como si fuera una persona. Mal, Maja, mal.

La naturaleza y Clara:

Cuando iba a la universidad, en el metro coincidía con un chico que durante meses estuvo leyendo un libro de poemas y escritos de Alexander Supertramp. El chico en cuestión me leía los poemas poco más que alcanzando el nirvana. Primer red flag.

Maja, por si ahora mismo no caes en quién es Christopher McCandless, que se hacía llamar Alex Supertramp, te lo presento:

Este es él, y ese el autobús 142. Seguro que ahora ya sí.
 

Sí, es el chico que en 1992 decidió irse de viaje por las montañas de Alaska, donar todos sus ahorros y abandonar la civilización para vivir “aventuras” al margen de la sociedad, en contacto con la naturaleza, él solo con su mochila y todas esas cosas que ya te imaginas (red flag 2). Supongo que ya sabes que la aventura al final no salió muy bien, porque bueno, digamos que… murió.

Supertramp se convirtió en icono tras la publicación en 1996 de Into the Wild, de Jon Krakauer y en 2007 de la película inspirada en la novela, dirigida por Sean Penn, para mi gusto romantizada de más. Into the Wild es un poco Nomadland: una oda a un tipo de vida alternativo, con sus luces y sombras. Luces porque siempre es un buen momento para replantearnos el sistema en el que vivimos (hola Ana Iris), sombras porque seamos sinceras: Supertramp era un postadolescente privilegiado blanco pedante que se creía superior y cultivado, capaz de dar lecciones de libertad a cualquiera por haber donado el dinero que sus padres le habían dado, haber hecho la maleta y abandonado a su familia sin una despedida, creerse más listo que la propia naturaleza, romantizar la pobreza y carecer de un mínimo de empatía. Ala, ya lo he dicho.

No me odies, no creo que nadie se merezca la muerte y menos por cuestionar la rueda del sistema, pero sí estoy en contra de venerar a alguien hasta hacerle perder su esencia. Ya sabes, lo de la imagen más repetida de la historia. Está en venta este cojín, con uno de los últimos pensamientos de Supertramp (tuvo que estar al borde de la muerte, tras semanas solo, para darse cuenta de que lo importante era compartir) o esta mascarilla. Por 10€ más gastos de envío, toda tuya. 

En el autobús abandonado, donde finalmente murió de inanición, es donde quería centrarme. El Magic Bus tiene su ubicación marcada en Google Maps y cuenta con 128 reseñas y más de 80 fotos de usuarios. Hace un año, las autoridades decidieron que era el momento de llevarlo al desguace y terminar con esa moda absurda de peregrinar hasta allí.

Tuvo que ser trasladado por un helicóptero porque no había manera de llegar ahí con grúa.

Desde que Supertramp se convirtió en icono, allí que iban decenas de personas cada año a repetir la famosa foto y llevarse algún resto, como el volante o algún cristal. El autobús estaba situado a apenas 30 km de una carretera, pero no por ello es una zona accesible: se tuvieron que activar protocolos de rescate más de quince veces (justo esa zona registró el 75% de todos los rescates de la región) y por supuesto, el Ayuntamiento se dejaba sus buenos dólares anuales en limpiar la basura.

En 2013 se descubrió que unos "aventureros" habían disparado al autobús para dejar su firma.

Ejemplos de antiturismo hay de sobra, véase dos personas que fallecieron intentando imitar la ruta Stampede Trail (la que él intentó), otra que estuvo al borde de la muerte por inanición porque quería probar “la experiencia Supertramp completa”. Una chica contaba que dormir en la cama donde murió Supertramp hizo que encontrara una conexión con él y le invadiera una gran felicidad por estar allí. Al final, tuvieron que retirar el bus tras la muerte de la segunda persona que intentó acceder a él.

La placa en el autobús. Si quieres ir a verla, pronto lo trasladarán a una zona turística. Un centro comercial, tal vez.
Algún día dejaremos de imitar imprudencias. Como se lee en una pintada, “thanks for the inspiration, Chris”… supongo.


Entre planta y planta, miscelánea, Maja:

Acaba de debutar en la Eurocopa un chaval del 2003

cuántos años tenemos nosotros ya? como 38 o por ahí no


Ibai - (@IbaiLlanos)

Maja, la próxima vez que nos leamos será oficialmente verano. Igual para entonces ya habremos visto alguna de estas lamentables celebraciones. Como diría Busquets, be positive.
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